BIBLIA - SÍNTESIS.103

  • 04-04-22

      • Cristo es Dios como el Padre de los cielos, y al prometer solemnemente en este instante supremo a los suyos su asistencia siempre, les da a entender que quiere por medio de ellos consumar la obra que siglos atrás había empezado con los viejos Patriarcas de su Pueblo.

      • Que ahora iba a realizar la gran promesa hecha por generaciones sin número a Israel: Ellos iban a ser los instrumentos de Dios para consagrar y salvar a su Pueblo.

      6.- La misión del Pueblo de Dios es difundir el Evangelio.

      • Jesucristo como última encomienda había encargado a sus Apóstoles predicar el Evangelio a todo el mundo (Mt 28,19).

      • El pueblo de Dios escuchó muchas veces de labios de los Apóstoles cómo Cristo hacía converger hacia esta evangelización y testimonio los anhelos de grandeza de ellos al verlo resucitado (Hch 1,8).

      • Toda la jerarquía de la Iglesia se ve obligada a clamar a través de los siglos, lo que en su tiempo expresaba el Apóstol Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizare!» (1 Cor 9,16).

      • Todo el Pueblo de Dios -es decir también todos los laicos- debería experimentar como necesidad vital la expansión del Evangelio, como aquellos primeros cristianos que lo llevaron a toda Judea y Samaria con ocasión de la primera persecución levantada en Jerusalén (Hch 8, 1-4);

      • y posteriormente a las ciudades lejanas y más civilizadas, aunque corrompidas y aparentemente refractarias al sacrificio y al desprendimiento que impone el Evangelio (Hch 11,19s).

      • Esa obligación, sagrada, afecta a todos y cada uno de los fieles, si es que viven realmente su Fe: «La responsabilidad de difundir la Fe incumbe en su medida a todo discípulo de Cristo» (LG 17).

      • Resumiendo: «... la Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se integre en el Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu Santo» (LG 17).

      • Porque es consciente del anhelo de su Dios y Señor, como dijimos al principio de esta lección: «...fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un Pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente» (LG 9).

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M.S.G.