MARÍA MADRE DE CRISTO Y DE LA IGLESIA.
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INTRODUCCION.- Hemos estudiado a grandes rasgos la Iglesia de Cristo.
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Hemos visto como Cristo la ha creado, la ha organizado y le ha comunicado sus poderes de enseñar, gobernar y especialmente el de santificar.
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Por último, cómo la ha unido tan íntimamente a Sí y cómo le ha trasvasado su Espíritu, que Ella puede llamarse su Esposa y su Cuerpo.
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Tras estudiar la Iglesia en esa concepción grandiosa, es espontáneo y natura! estudiar la figura de María.
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Ella es la parte más eximia de la Iglesia, ella es la obra más acabada de Cristo en este organismo que constituye su Cuerpo Místico.
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Su figura está tan relacionada con la Iglesia, que algunos pasajes bíblicos no sabe uno si se refieren propia y literalmente a la Iglesia o a María misma (Ap 12, 1ss).
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Hay otro motivo también importante para estudiar en este momento la figura de María.
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Y es ver cómo la Iglesia al ir ahondando en la Sagrada Escritura ha ido descubriendo en ciertos textos bíblicos un fundamento para afirmar los privilegios con que Dios ha enriquecido a su Madre.
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La mayoría de las verdades de las que es depositaria la Iglesia, están claramente enumeradas en la Biblia.
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Pero hay otras que sólo están insinuadas o meramente vislumbradas y, tal vez, sólo en espíritu contenidas.
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Pero la Iglesia tiene un interés especial en descubrir para ellas, siempre que es posible, un fundamento explícito en la Sagrada Escritura, Palabra inspirada de Dios.
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Decimos pues: María Nuestra Señora es la filigrana de Dios en su Iglesia.
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El Concilio Vaticano II subraya una y otra vez, especialmente en la Constitución Dogmática Luz de las Naciones, la figura admirable de María; y afirma con solemnidad que Ella,
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«es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial» (LG 66), porque: