BIBLIA - SÍNTESIS.90

  • 18-02-22
    • Vida que Él nos adquirió con su sangre en la Pasión. Él, con toda claridad, al usar el símbolo del buen Pastor, nos dice:

    • «Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia» (Jn 10,10).

    • Tal es el fin de la aparición de Cristo en el mundo: Comunicarnos esa misma vida suya, la adopción de Hijos de Dios, recibida por dignación del Padre en atención de los méritos de Cristo y mediante la infusión del Espíritu Santo.

    • Es lo que años más adelante habría de decirse con frase lapidaria en la segunda carta del Apóstol Pedro: «Somos partícipes de la naturaleza divina» (2 P 1,4).

    • Esa vida que nos hace capaces de la luz, de la belleza y del amor de Dios, o sea el pertenecer plenamente a la familia de Dios, -porque nos ha elevado y divinizado interiormente-, es lo que nos hace posible, al traspasar los límites de esta vida, entrar en la plenitud del gozo de Dios.

    • Claramente San Pablo nos habla, en esquema, de este maravilloso camino que desde la hondura de nuestro pecado nos levanta hasta el trono eterno, junto a Cristo, en la otra vida:

    • «Para que justificados con su gracia seamos herederos, según nuestra esperanza, de la vida eterna» (Tit 3, 7).

    • Es decir, hemos sido santificados por la gracia, hemos sido divinizados, como si la Sangre de Cristo corriese por nuestras venas. Algo similar es la gracia de Cristo en nosotros.

    • Hemos sido constituidos de tal modo Hijos de Dios, que tenemos derecho a participar en su vida inmortal.

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M.S.G.