MENSAJE DEL DÍA 15 DE SEPTIEMBRE DE 1984, NTRA. SRA. DE LOS DOLORES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA
VIRGEN:
Hoy hace, hija mía, un
año, para vosotros, que estuve presente durante todo el rezo del santo Rosario.
Yo lo dirigía, hija mía. Hoy sólo, hija mía, te voy a dar un corto mensaje:
tenéis que rezar mucho. Tienes que decirle a los humanos: España está en
peligro... Pero, ¿sabes quién forma esas guerras? Los hombres con su pecado. La
mejor arma, hijos míos, es el Rosario... ¡Qué crueles son los humanos! Porque yo
soy la Reina de la paz, quiero la paz para vosotros. Los humanos buscan las
guerras. Con vuestras oraciones y
con tu sacrificio
podéis evitar una gran guerra.
Los secuaces del
Anticristo están entre vosotros, hija mía; están formando la guerra... Ante los
ojos de los hombres, hija mía, son corderitos; pero están buscando la guerra.
Está próxima esa gran guerra. Con vuestras oraciones podéis evitarla, hija mía.
Sacrificio, te pido, acompañado de la oración.
Vas a tener un tierno
coloquio con mi Hijo, hija mía...
EL
SEÑOR:
¿Me amas,
Luz?
LUZ
AMPARO:
¡Mucho, mucho! ¡Ay, te
amo mucho!
EL
SEÑOR:
¿Eres capaz de dar la
vida por mí?
LUZ
AMPARO:
¡Ay, sí,
sí!
EL
SEÑOR:
No quiero que te
quejes, hija mía; el sufrimiento no te sirve[1]...
(Luz Amparo se está
quejando y se lamenta durante unos instantes).
Busca refugio en mi
Corazón.
LUZ
AMPARO:
¡Ay!, sí, lo busco; lo
busco.
EL
SEÑOR:
Mi Corazón puede ser el
único que te puede consolar...
(Luz Amparo emite
lamentos de desconsuelo).
Quiero que tu corazón
se derrita por mi amor.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, qué grande eres,
qué grande, qué grande! ¡Ay, si siempre te estuvieras
conmigo...!
EL
SEÑOR:
Siempre estoy contigo,
hija mía, aunque no me veas; búscame, que allí estoy.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, qué grande, Dios
mío! ¿Cuándo podré estar yo ahí siempre, siempre? ¡Ay, ah!
EL
SEÑOR:
Dentro de poco. Piensa
en Jacinta, hija mía, piensa en Francisco, que están gozando de la presencia de
Dios; pero piensa en Lucía, que le dije: “Dentro de poco vendrás conmigo”, y
¡cuánto tiempo lleva entre la Humanidad! Pues lo mismo te digo: “Dentro de poco,
hija mía”.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, Madre mía! ¡Ay,
qué guapos sois los dos! ¡Ay, qué guapos, ay...! ¡Ay, Madre! ¡Ay, mi corazón y
mi cuerpo, no sé lo que pasa ahí, ay...! ¡Ay, qué grandes sois! ¡Ay, yo quiero
estar con vosotros siempre...! ¿No me veis cómo estoy? Hecha una piltrafa. ¡Ay,
ay, ay..., Jesús!
EL
SEÑOR:
Esa piltrafa puede
salvar muchas almas, hija mía.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, ay, qué grande
eres! ¡Ay, bendecid los dos! ¡Los dos! ¡Ay, qué grande! ¡Ah...,
ay!
EL
SEÑOR:
Levantad todos los
objetos... Todos han sido bendecidos.
LUZ
AMPARO:
¡Ah..., ay, bendícelos
Tú...!
EL
SEÑOR:
Todos han sido
bendecidos, hija mía.
LUZ
AMPARO:
¡Qué grande eres! ¡Ay,
qué grande! ¡Ay, ay, ah!
EL
SEÑOR:
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo[2].
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio...
LUZ
AMPARO:
¡Ay, no!, ¿por medio
del Hijo, con el Espíritu Santo?... Dilo Tú, di... ¡Ay, di la otra
cruz!
EL
SEÑOR:
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!