MENSAJE DEL DÍA 3 DE AGOSTO DE 1985, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Vengo derramando amor y misericordia. Di a los hombres, hija mía, que todavía es la hora de la misericordia, que no ha llegado la justicia todavía; que mi Corazón está aquí derramando gracias para todos ellos, hija mía. Que no rechacen las gracias, que mi Corazón Inmaculado está intercediendo a Dios Padre por todos mis hijos, hija mía, y todo aquél que tengan devoción a este Inmaculado Corazón, le prometo que lo salvaré, hija mía; imploraré a mi Hijo, para que mi Hijo pida al Padre. Sí, hija mía, mi Hijo me manda a muchos lugares del mundo para dar avisos, pero ¡qué ingratos, hija mía!, cierran sus oídos a mis llamadas.

     Por eso te pido, hija mía, que sin penitencia y sin sacrificio no se podrán salvar las almas. Hago una llamada: penitencia, hijos míos, penitencia y sacrificio.

     También pido que todos los días vayáis a la Santa Misa. Te lo he dicho, hija mía: ¡cuánto valor tiene una Santa Misa! Mi Hijo se inmola diariamente en ella. Ese sacrificio de la Santa Misa tiene un valor muy grande, hija mía; y todo aquél que no pueda diariamente ir a Misa, que vaya los días festivos, que no deje de asistir a ese Santo Sacrificio. No hacéis caso, hijos míos.

También os pido la confesión individual y el sacramento de la Eucaristía.

     Os pido que hagáis santos Vía Crucis, y meditéis la Pasión de Cristo; y os pido también, hijos míos, el Rosario diariamente; ¡podéis salvar tantas almas con esa plegaria, hijos míos! Como os pido devoción a vuestros Ángeles Custodios; mucha devoción, hijos míos, porque ellos os guiarán vuestros pasos durante toda vuestra vida, hijos míos.

     Implorad a vuestra Madre, que vuestra Madre os ama con todo su Corazón.

     Pido, hijos míos, que aquéllos que no podáis acudir a este lugar consagrado, en familia, hijos míos, rezad el santo Rosario todos los días y, si podéis, rezad las tres partes del Rosario. No sabéis, hijos míos, el valor de mi plegaria ante mi Hijo. Yo intercedo a mi Hijo, hijos míos, pero vosotros tenéis que interceder ante mí.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo. Sacrificio, hija mía, sacrificio y oración, acompañado de penitencia.

     Sé fuerte, hija mía, a tantas pruebas. Bienaventurados aquéllos que son calumniados a causa del nombre de Cristo, porque recibirán la recompensa eterna. Y os pido, hijos míos: amad a vuestra Madre, amadla mucho, porque Ella os ama a vosotros. Amadme mucho, hijos míos, que mi Corazón Inmaculado será el que triunfe sobre la Humanidad, hijos míos. ¿Qué madre buena puede negar a su hijo un capricho, hija mía? Vosotras, que sois madres terrenas, ¡qué poco negáis a vuestros hijos los caprichos! Pues, ¡cómo yo os voy a negar, hija mía, cómo os voy a negar esta plegaria que me imploráis, hija mía, que me imploráis la salvación eterna! Vuestra Madre, hijos míos, no puede negaros... (Palabras en idioma desconocido). ¡Qué maravilla, hijos míos, cuando podáis alcanzar todo esto! Nada terrestre, hija mía, puede compararse a la felicidad eterna. Por eso os pido: amad mucho a vuestra Madre, que vuestra Madre, aun no amándola, os sigue amando, hijos míos. Y no dejéis el santo sacrificio de la Santa Misa, hijos míos, tiene un valor incalculable, hijos míos, no se puede calcular el valor que tiene. No le dais aprecio, hijos míos, pero ¡es tan importante!

     Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas... Y todos aquéllos que vais de pueblo en pueblo, publicando mis mensajes, hijos míos, sed humildes, muy humildes, y amaos los unos a los otros. No quiero, hijos míos, que entre vosotros haya contiendas; cuántas veces os lo he dicho, hijos míos: amaos, como Cristo amó a sus Apóstoles, y como Cristo os ama.

     Voy a dar mi bendición, hijos míos, pero antes voy a bendecir los objetos. Levantad todos los objetos... Todos han sido bendecidos, hijos míos; recibirán muchas gracias especiales.

     También pido, hijos míos, que no os interpongáis en mi camino. Os pido, hijos míos, que cuando yo pido que se baje a una hora, seáis puntuales, hijos míos; pero también pido que nadie se interponga en mi camino. La obediencia es muy importante, hija mía. Sacarás mi Obra adelante con humildad y con obediencia, hija mía. Te quiero humilde, muy humilde, y sacrificada, hija mía.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos. ¡Adiós!