MENSAJE DEL DÍA 1 DE MAYO DE 1993, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Lo primero, hija mía, vas a beber de las gotas del cáliz del dolor; por esas lenguas ingratas, por las difamaciones de los hombres...

     Está amargo, hija mía, pues esa amargura siente mi Corazón por la ingratitud de las almas.

     Mira, hija mía, yo soy el paraíso de la Encarnación; el Espíritu Santo descendió y me hizo su esposa, hija mía; y me fertilizó, dejándome tabernáculo del Hijo eterno de Dios, dándole carne humana y haciéndole Hijo natural mío; y después de nacer mi Hijo y antes de nacer, me dejó pura e inmaculada. El mayor don fue ser Madre de Dios y, siendo virgen antes y después del parto, me llenó de todas las gracias, hija mía, y participé con Él en su Obra Redentora, siendo Corredentora con Él del género humano; y al pie de la Cruz me dejó por Madre de toda la Humanidad; y después de muerto mi Hijo, me retiré a Éfeso. Mira, hija mía, adonde pasé mi vida orando, con Juan y María, mi hermana, y María de Magdala: en esta montaña, hija mía, en comunicación con la Divina Majestad de Dios, pasé toda mi vida orando, para dar testimonio de la Iglesia de Cristo. Aquí Juan escribió el Evangelio.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay! ¡Ay, qué belleza, ay! ¡Ay!

 

     LA VIRGEN:

     Éste fue mi segundo paraíso.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, qué grandeza!

 

     LA VIRGEN:

     Toda la vida, hija mía, la pasamos orando para el bien de la Humanidad. Desde este lugar fui transportada por los ángeles al Cielo.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, qué belleza! ¡Ay! ¡Ay! ¡Uh...! ¡Ay! ¡Ay, qué belleza, qué casa, qué arcos tan bonitos! ¡Ay, qué árboles! ¡Ay, ay!

 

     EL SEÑOR:

     Sí, hijos míos, mi Madre quedó para dar testimonio de la Iglesia; pero los hombres, hija mía, ¡qué poco caso hacen al Evangelio!

     Venid a mí, todos los que estáis en tinieblas, que yo os conduciré a la luz. Escuchad mi voz, hijos míos, y reuníos todos y venid a mí, que yo os enseñaré el camino; dejaos guiar, hijos míos, por los mandamientos, por los Evangelios. Muchos de vosotros, hijos míos, tenéis la cerviz de hierro y vuestros corazones son duros. ¿Hasta cuándo, hijos míos, queréis que la Divina Majestad de Dios esté avisándoos que viváis según el Evangelio? Habéis visto muchas cosas, hijos míos, pero estáis ciegos; os he enseñado mi Palabra, pero no la habéis querido escuchar, hijos míos ¡Cuán pocos son los que viven el Evangelio según está escrito! ¿No veis, hijos míos, que yo soy Dios, que soy el primero y el postrero; que soy el que da la vida y el que da la muerte; que sin mí el hombre no puede vivir? ¡No hay otro Dios!; yo soy el Dios que tiene potestad en los Cielos y en la Tierra. ¡Ay, gobernantes que vivís sin Dios! ¡Ay, pueblos! ¿Cómo queréis dirigir vuestros pueblos, si no tenéis a Dios? Yo derribaré a los poderosos y los bajaré de su trono, porque tengo poder para ello. ¿Cómo creéis, ingratos, que los hombres cumplan vuestras leyes si no cumplen las leyes de Dios? Yo soy el Camino y la Verdad, y vosotros no andáis en la verdad, hijos míos. ¿No comprendéis que el hombre está creado por Dios y no puede obrar bien, si no tiene a Dios? ¡Qué ingratos sois, hijos míos!; yo derramé mi Sangre por todos vosotros y vosotros la pisoteáis y la despreciáis con vuestros ideales falsos. Acudid a mí, hijos míos, y habrá paz en vuestros pueblos. El hombre no puede gobernar sin Dios, pues será un mal gobernante. Si no tiene a Dios, no obrará con justicia.

     Y vosotros, los que amáis o decís que amáis a Dios, vivid el Evangelio según está escrito; reuníos todos, hijos míos, y formar un gran rebaño y hablad a las gentes que se vive un Evangelio según sus gustos, que el Evangelio hay que vivirlo como está escrito. Yo soy un Dios de amor y misericordia, pero también soy un Dios de justicia y daré a cada uno según sus obras.

     ¡Ay, almas ingratas, almas que profanáis mi Nombre! ¿No sabéis que yo puedo aplicar mi justicia sobre vosotros? ¿No sentís miedo, hijos míos, de perder vuestras almas? Escuchad y atended mis ruegos; orad y haced penitencia; enseñad en vuestros hogares a vuestros hijos que son creaturas creadas por Dios. Vais a tener que dar cuenta de vuestros pecados y de los pecados de vuestros hijos. Oíd mi voz, hijos míos, yo os aviso; luego no habrá oídos, ni lamentos, ni llantos; luego no digáis que es un Dios injusto, pues habéis tenido suficientes avisos y gracias para salvaros, hijos míos.

     El mundo está falto de amor; amaos unos a otros como yo os he amado. ¿Quién es capaz de amar como yo he amado, dando la vida por su hermano? Despertad corazones dormidos, corazones duros, y agachad la cerviz; y acudid a mí, hijos míos, que yo os perdonaré todos vuestros errores y reinará la paz entre vosotros. Yo haré que los pueblos tengan paz, si vuelven la mirada a mí, y que los campos crezcan, porque mandaré la lluvia a su debido tiempo; y todo el que me siga no será dañado ni por el viento, ni por la escarcha, ni por las maldades del mundo. Todo el que me siga tendrá vida eterna, y haré que tenga buenas cosechas; pero que no sean avarientos y dejen los graneros repletos para ellos; que compartan con los pobres su heredad y sus riquezas. Así es como yo he creado al hombre: sin egoísmos, sin envidias, hijos míos; con amor, con unidad, con paz entre vosotros, hijos míos. Así os lo promete el Hijo de Dios vivo; si vosotros volvéis vuestra mirada hacia mí, tendréis paz en la Tierra y cosecha en abundancia.

     Pero, ¡ay de aquéllos que cargan sus yugos cargados, sobre las espaldas de sus hermanos! Aplicaré mi justicia y no tendré compasión de ellos.

     Despertad de ese letargo, hijos míos.

     Y tú, hija mía: oración y sacrificio por los pobres pecadores.

 

     LUZ AMPARO:

     Señor, te pido por un alma; ¡sánalo Señor, si es tu voluntad! Te pido por Carlos; que se haga tu voluntad, pero piensa que tiene unas niñas pequeñitas que le necesitan. ¡Señor, te lo pido, que se haga tu voluntad... ¡Tú que lo puedes todo, Señor, Tú sabes mejor lo que necesita, pero te lo pido! ¡Ay, Señor, que se haga tu voluntad!, pero Tú dices que pidamos; yo haré los sacrificios que pidas, Señor, pero Tú sanas; enfermas a las almas y las sanas cuando quieres. Te pido por él, Señor.

 

     EL SEÑOR:

     Hija mía, a veces escojo a las almas, porque las amo, de esta forma, hija mía; las amo tanto que no quiero que se escapen de mis manos, hija mía. Orad todos, hijos míos, para que vuestras tentaciones sean cada vez más débiles, y amaos unos a otros.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas cometidas a mi Divino Corazón y al Inmaculado Corazón de mi Madre.

     Amad mucho a mi Madre, hijos míos, os la dejé por Madre al pie de la Cruz; Ella intercede día y noche por todos vosotros, hijos míos, amadla mucho; no podéis decir que amáis al Hijo si no amáis a la Madre, pues yo amo mucho a mi Madre y me gusta que los seres humanos también la amen.

 

     LA VIRGEN:

     Besa el suelo, hija mía...

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los moribundos, hijos míos, con bendiciones especiales. ¡Cuántas almas han llegado al sacramento de la Confesión por medio de estos objetos y se han salvado, hija mía!... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.

     ¡Hijos míos, amad mucho mi Corazón! Mi Corazón Inmaculado ama a toda la Humanidad. Acudid a mí y yo os refugiaré bajo mi manto. Yo soy la Puerta del Cielo, hijos míos. Venid, que yo os conduciré a mi Hijo y mi Hijo os conducirá al Padre.

     Yo os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.