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Mantendremos nuestra vida, precisamente, por tener en nosotros el cuerpo de Jesús.
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Mantendremos una vida radiante, por poseer en nosotros el cuerpo radiante y glorificado de Cristo.
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Y esa vida será una vida inmortal, sin peligro de vejez ni de muerte: «El que come este pan vivirá para siempre» (v.58).
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La Eucaristía es también Sacramento de unión entre todos los hermanos, entre todos los que somos miembros de este mismo cuerpo místico de Cristo.
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La idea la hemos visto al exponer nuestra mutua unión en el cuerpo místico.
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La cita es de San Pablo escribiendo a sus fieles de Corinto (1 Cor 10,17).
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El que todos comamos al mismo tiempo el mismo bocado de pan, pan que no es asimilado por nosotros sino que nos asimila a Sí.
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Que nos junta a todos con El y que nos hace a todos nosotros los que le comemos una sola cosa con El.
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Esa virtualidad del Cuerpo de Cristo de transformarnos en El y esa unión recíproca que realiza en nosotros y con El es la que de manera tan gráfica y rotunda afirma San Pablo.
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Es el maravilloso efecto de la Eucaristía.