Los ciudadanos de este Pueblo tienen la dignidad de hijos de Dios (Rom 8,15-17).
De ese hecho se desprende con toda claridad, como ha reconocido el Concilio, que «existe una auténtica igualdad en cuanto a la dignidad» (LG 32) de cuantos componen el Pueblo de Dios.
(Y la razón surge espontánea: todos los que forman este Pueblo, están incorporados a Cristo por la fe y por el Bautismo).
Este Pueblo, finalmente, como corona de sus prerrogativas, tiene por ley el Amor (Jn 13,24).
3.- Organización de este Pueblo.
El Pueblo de Dios no es una democracia, aunque la dignidad de hijos de Dios sea patrimonio de todos sus miembros.
Porque, en la organización de este Pueblo, Cristo ha querido señalar unos mandos, delegados suyos, unos jefes del Pueblo, para bien y servicio de todos.
En este Pueblo existen pues la Jerarquía y el Laicado. En la lección anterior hemos hablado de la Jerarquía.
Ahora diremos unas breves ideas primero sobre los laicos; después, sobre todo el Pueblo en general.
Con el nombre de laicos, (laos = plebe, pueblo), nos dice el Concilio, «se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del Orden Sagrado y los del Estado Religioso» (LG 31)