MENSAJE DEL DÍA 20 DE ENERO DE 1983[1]

 

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, vas a tener muchas pruebas en este mundo. Ofrécete como víctima en reparación por las almas. Varios obispos no hacen caso de mis llamamientos; quieren destruir esto. Sé astuta como la serpiente y sencilla como la paloma. Varios pastores, hija mía, por su vida de impiedad y abandono en la oración, están labrando ellos mismos su condenación. Haz sacrificios por el Vicario de Cristo. El Vicario está en un gran peligro. Haz sacrificios; ¡pobre Vicario!, va a sufrir mucho, hija mía. Yo estaré con él en el último momento.

     Vendrán grandes calamidades sobre la Humanidad. Grandes terremotos; ciudades enteras quedarán destruidas. ¡Qué pena de almas! Muchos pastores de la Iglesia se han hecho asalariados. ¡Qué pena de almas! ¡Están al borde del abismo! Pagarán por todas las almas que arrastran al abismo. Hacen de la Iglesia guarida de ladrones y de pecado.

     No te dejes ingresar; recibirás pruebas muy duras. No creerán; no quieren escucharme; no hacen caso. ¡Qué pena me dan esas almas! No quieren aceptar nuestras palabras.

     No tengas miedo, acude a esa cita. Yo estaré contigo. Sé muy humilde en todos los momentos. Intentarán destruirlo todo; pero estando yo con vosotros, no tengáis miedo. El cáliz del dolor se está acabando. Todo el que se llame hijo de Dios, que no niegue a mi Hijo. Al que niegue a mi Hijo, los ángeles lo negarán a él. ¡Cuántos anticristos hay entre los humanos, que quieren apoderarse de las almas!

     Muchos sacerdotes, por su mala vida, por su falta de piedad, arrastran muchas almas diariamente al fondo del abismo. Que hagan oración; que no se abandonen; que se arrepientan. Que los quiero a todos, que todos son mis hijos, ¡que cambien sus vidas! ¡Cuánto me agradó la vida de santa Teresa!: sus oraciones constantes y su penitencia para la salvación de las almas. Pocos conventos viven la propia regla. Hay conventos que ofenden a Dios y viven en relajación. Algunos conventos no son casa de oración, sino casa de recreo. ¿Qué han hecho de sus reglas? Las flores de esos conventos se están marchitando. Que hagan más oración y piensen más en Dios.

     Está llegando el momento en el que el Hijo del Hombre no traerá la paz a los hombres, sino la guerra entre los humanos. Ya está la guerra: padres contra hijos, nuera contra suegra... El fin de los tiempos está llegando y la Humanidad no quiere saber nada. Van sembrando pecado sobre pecado y crímenes por todas partes. Ellos mismos se están precipitando en el fondo del abismo.

     Estad preparados, que en cualquier momento puede mandar Dios a sus ángeles, como el ladrón entra sin avisar.

     Pensad que para nosotros el alma es más importante que el cuerpo. Pensad que el Reino de Dios está muy cerca, y el Hijo de Dios vendrá en una nube para retribuir a cada uno según sus obras.

     Sed humildes. Con la humildad podéis alcanzar el Cielo. Para llegar al Cielo hay que coger la cruz y seguir a mi Hijo. Cada vez se precipitan más millares y millares de almas al abismo.

     Pedid al Padre Eterno. No penséis nunca que el Padre Eterno es un tirano; es un Padre misericordioso, pero a la vez es Juez severo. Estoy dando pruebas constantemente a la Humanidad. Pensad que el enemigo está en los cuatro ángulos de la Tierra. El enemigo está al acecho para apoderarse de las almas.

     Con humildad y sacrificio os salvaréis, hijos míos. Haced visitas al Santísimo, Jesús os espera. Recibid todas las pruebas con humildad.

     Este mundo está lleno de envidias y de impurezas. No seáis caínes, sed como Abel. No ofrezcáis a Dios los peores frutos de vuestra cosecha; ofreced los mejores. Sed azucenas. Refugiaos sobre mi Corazón. No quiero que os condenéis; quiero salvaros. ¡Qué tristeza siente mi Corazón cuando un hijo mío se precipita al abismo! Tú eres madre. Si uno de tus siete hijos se precipitase al fondo del abismo, ¡qué dolor tan profundo sentirías! Piensa en mi Corazón de Madre, ¡qué dolor tan profundo siente cuando millares de sus hijos se condenan para toda la eternidad por su propia voluntad! Diariamente me rechazan. Pensad que mi Hijo está con una cruz cargado sin descansar, para salvar a la Humanidad desagradecida. Faltan segundos para la destrucción de varias naciones. No hacen caso. Quiero que hagáis sacrificio y oración.

     No te duermas, hija mía; mientras duermes, las almas se están condenando. Haz sacrificio y oración. Yo estaré contigo. Sé fuerte. Recibirás muchas pruebas por todos aquéllos que se llaman pastores de la Iglesia, que no quieren escuchar nuestra voz. Pero piensa: estando Dios contigo, ¿a quién puedes tener miedo? Piensa que el enemigo jamás podrá destruir las cosas de Dios. Vendrán grandes castigos. El enemigo formará en el aire una guerra con armas atómicas. ¡Cuántos cuerpos volarán por el aire y la piel se desprenderá de esos cuerpos! Millares de ojos lo verán y aun así no lo creerán.

     El planeta Tierra está a punto de destruirse. Con oraciones y sacrificios, ¡cuántas almas se pueden salvar! Muchas almas se condenan porque nadie reza por ellas. Hablad de Dios y extended los mensajes de vuestra Madre por todo el mundo.

     Rusia es el azote de toda la Humanidad; pedid que se convierta. Querrá destruir con artefactos atómicos la Humanidad. Con vuestras oraciones y vuestros sacrificios puede convertirse. Recibiréis vuestra recompensa por vuestros sacrificios. Recordad que Dios dijo que todo el que salve almas, salvará la suya. No debéis tener miedo; seguid adelante con humildad. Sed apóstoles de los últimos tiempos. Tenéis que ayudar a muchas almas que están en gran peligro.

     Mira mi Corazón, hija mía, no tiene ni un “huequecito” sin espinas. ¡Qué dolor siente por todos sus hijos sin distinción de razas! No puedes tocarlo; ni un alma está purificada. Ofrece tus dolores por las almas consagradas, ¡las quiero tanto!, pero qué mal corresponden a mi amor... (Luz Amparo llora e intenta tocar el Corazón de la Virgen). No lo puedes tocar, hija mía; no lo toques, que están muy profundas. ¡Cómo sangra mi Corazón!

     Escribe otro nombre, hija mía. Hay veintitrés nombres escritos en el Libro de la Vida. Estos nombres no se borrarán jamás... Besa el Libro, hija mía...

     Bebe del cáliz del dolor, hija mía; se está acabando... Está amargo, hija mía; esta amargura es la que siente mi Corazón de ver que la Humanidad no hace caso de mis avisos. Cuando el cáliz quede apurado, vendrá el Castigo sobre la Tierra. Sed humildes y no os abandonéis.

     Os doy mi santa bendición, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Humildad os pido, hijos míos.

     Adiós.



[1] No existe grabación en audio de este mensaje; fue transcrito por uno de los presentes. Cf. o. c., nº 1, pp. 102-105.