MENSAJE DEL DÍA 24 DE FEBRERO DE 1983[1]

 

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     (Al terminar el rezo del santo Rosario, cuando emprendía el camino de regreso, Luz Amparo comienza a sentir los dolores de la Pasión del Señor y a sangrar por ojos, frente, manos, rodillas, costado y pies. Ya arrodillada, en éxtasis, recibe el siguiente mensaje).

 

     LA VIRGEN:

     Mira, hija mía, explica lo que estás viendo.

 

     LUZ AMPARO:

     Veo al Ángel con una medida y a Elías con un libro pequeño. Lo que lleva el Ángel no es romana ni báscula; tiene como dos globos, uno a cada lado, con muchas ventanas. En un lado hay una cruz como de oro y cruces en las ventanas; en el otro lado tres cifras: 666, una cabeza de serpiente aplastada con cuatro ojos... En la parte de arriba, entre los ojos, tiene una S y una Z. Al lado del Ángel, está Elías, quien con un celemín echa trigo de un saco; el trigo que cae en el lado del globo de la cruz se vuelve como granos de oro, cae por los lados y, según cae, se vuelve rayos de luz. En el otro echa el trigo y se vuelve negro y, al caer, se vuelve sangre y tinieblas y, en medio de esas tinieblas, veo hundirse todo.

     En este momento veo derrumbarse las montañas y caer sobre las personas, quedando muchas sepultadas y muertas.

     ¡No, no! ¡Ay, eso no, no, no, eso no! ¡Cuántos conventos!, hay muchos conventos; entran el Ángel y Elías; ponen unos a un lado y otros a otro; entre todos hay muy pocos escogidos. ¿Dónde los llevas?, ¿dónde los llevas? No, no... (Luz Amparo gime). No, no, eso no, eso no... Veo que a los conventos escogidos los dejan donde los árboles, y los otros conventos (muchos más) donde se derrumban las montañas.

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, pedid a Dios misericordia; estamos en lo último. Faltan segundos para que venga el Castigo. Hija mía, cuenta lo que ves.

 

     LUZ AMPARO:

     Ése es san Pedro; cuando llegue este momento, elegirá un nuevo Papa. Se vivirá el Evangelio. Los malos irán al fondo del abismo. Mira todos los que hay. No hacen caso de mis mensajes. Será horrible. Piensan que Dios es misericordioso; pero no piensan que es un juez muy severo y juzgará a cada uno según sus obras.

 

     LA VIRGEN:

     Mira lo que ves ahora.

 

     LUZ AMPARO:

     Veo cómo se derrumban las montañas. En Roma habrá grandes terremotos y será casi destruida. Veo hundirse el Vaticano. Todo esto está próximo.

 

     LA VIRGEN:

     Tened cuidado, hijos míos, que el enemigo está al acecho para llevarse las almas. Haced oración y sacrificio por los pobres pecadores. Los ángeles están preparados para cuando Dios Padre mande el Castigo.

 

     LUZ AMPARO:

     Cinco árboles veo. En cada árbol hay un ángel. Uno tiene una cruz muy grande con un libro, y los otros cuatro tienen una trompeta cada uno. Los árboles son muy altos y terminan en forma de animales: uno un águila, otro un león, otro con cuerpo de persona y pezuñas de animal, y otro en forma de toro o búfalo. ¿Qué son esos cinco árboles sobre esta tierra?

 

     LA VIRGEN:

     Esta tierra es la Tierra prometida de los escogidos. Reinará Jesús como Rey de reyes sobre la Tierra. No hay más que luz por todas partes. Pero mira este otro sitio: muerte, muerte y oscuridad por todas partes; será horrible. Los humanos no hacen caso.

     Las naves celestiales están preparadas para trasplantar[2] a los escogidos a la Tierra prometida. Estas naves vendrán rodeadas de luz azul como especie de una nube[3]. No os riáis de mis avisos, hijos míos.

     Mira, hija mía, cómo corre la sangre por todas partes. Los propios humanos se lo buscan, no quieren ser humildes. Si amáis a vuestro prójimo, amaréis a mi Hijo. Todo el que se llame hijo de Dios tiene que amar al prójimo. Tenéis que bajar muy bajo para subir muy alto.

     Tú, hija mía, déjate humillar. A todo el que le calumnien por causa de mi Hijo, le espera una recompensa, hija mía. Refúgiate, hija mía, en nuestros Corazones. Mi Corazón Inmaculado triunfará sobre toda la Humanidad.

     Sé humilde, hija mía, sé humilde. Besa el suelo, hija mía, por todos los pecadores. Haced sacrificios. Quiero que hagas más sacrificios por los pobres pecadores. El mundo está en un gran peligro. Vuelve a besar el suelo por mis almas consagradas. Humildad es lo que pido. Sed humildes, hijos míos.

     Yo os bendigo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.



[1] No hay grabación en audio de este mensaje; fue transcrito a mano por Rosa María González, presente en ese momento. Cf. o. c., nº 1, pp. 114-116.

[2] En su segunda acepción significa: “Hacer salir de un lugar o país a personas arraigadas en él, para asentarlas en otro”.

[3] De manera usual, sería “como una especie de nube”.