MENSAJE DEL DÍA 23 DE ABRIL DE 1983

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Sólo, hija mía, sólo voy a pedirte que hagáis sacrificios, hijos míos, que no hacéis sacrificios por los pobres pecadores.

     Quiero, hija mía, que escojas discípulos para los últimos tiempos. Tú, hija mía, haz sacrificios. El tiempo se aproxima y los hombres no cambian. Quiero que os reunáis todos en este lugar, que hagáis vigilias, hijos míos, ofreciéndolas por la paz del mundo, pues el mundo, hija mía, está al borde del precipicio, hija mía. Haced sacrificios, haced caso de mis avisos, no os riáis, hijos míos. Os estoy dando avisos constantemente, para que os salvéis. Yo te diré, hija mía, quienes cogerás para apóstoles de los últimos tiempos.

     Sigo repitiendo: me agradaría que en este lugar se construyese una capilla en honor a mi nombre, hija mía —no me hacen caso—, y que se reúnan aquí para meditar la Pasión de mi Hijo. Hijos míos, tened compasión de mi Corazón Inmaculado, mi Corazón triunfará; refugiaos en él. Yo derramaré gracias sobre la Tierra para que podáis alcanzar las moradas celestiales.

     Quiero, hijos míos, que sigáis rezando el santo Rosario; me agradaría que se rezasen las tres partes del Rosario. Por el Rosario, por el sacramento de la Confesión y arrimándoos a la Eucaristía, salvaréis muchas almas, hijos míos. Os lo pide, hijos míos, vuestra Madre misericordiosa, pero vuestra Madre llena de dolor. No seáis ingratos.

     Todos, hijos míos, todos aquéllos que se refugien en mi Inmaculado Corazón y que comulguen todos los primeros sábados de mes, les prometo recibir su recompensa en el Cielo; pero, hijos míos, antes tenéis que arrimaros al sacramento de la Confesión. ¡Cuántos no lo habéis hecho! No pensáis en el gran peligro que está vuestra alma.

     Sí, hijos míos, me gustaría que se hiciese en este lugar una capilla en honor a mi nombre. No hacen caso, hijos míos; todo aquél que no escucha mis mensajes, será castigado, hijos míos. Tú, hija mía, sé humilde, haz más sacrificio y ofrécelo por los pobres pecadores.

     Besa el suelo, hija mía... Por las almas consagradas. ¡Cuántas almas consagradas están arrastrando a muchas almas al abismo, hija mía! Pedid por ellas, hijos míos, ¡las amo tanto, y qué mal me corresponden!

     Mira, hija mía, mira mi Corazón Inmaculado, mira como está transido de dolor por todos mis hijos, por todos sin distinción de raza. Quita cuatro espinas, hija mía. Con vuestras oraciones y vuestros sacrificios se han purificado cuatro. Quítalas sin miedo, hija mía... No tengas miedo, hija mía... No tengas miedo, hija mía, tienes que estar contenta, se han purificado cuatro por vuestras oraciones, hijos míos. ¡Me agradan tanto vuestras oraciones!

     Escribe otro nombre, hija mía, en el Libro de la Vida... Hay muchos nombres, hija mía, en el Libro de la Vida; estos nombres no se borrarán jamás.

     Ofrécete, hija mía, ofrécete como víctima en reparación de todos los pecados del mundo. Vale la pena sufrir, hija mía, para recibir una gran recompensa.

     Besa el Libro, hija mía... Nunca jamás, hija mía, se borrará este nombre.

     Ofrécete en reparación por las almas consagradas; ayúdame, hija mía, ayúdame a llevar la Cruz con mi Hijo.

     Besa los pies, hija mía...

     No vas a beber del cáliz del dolor; queda muy poco, hija mía. El cáliz de la misericordia de Dios ya está hasta los topes, hija mía, ya se está saliendo. El Padre, hija mía, va a mandar a sus ángeles para juzgar a toda la Humanidad, y a cada uno le dará según sus obras, hijos míos.

     Amad a vuestro prójimo, hijos míos; el que no ama al prójimo, no ama a mi Hijo.

     Y tú, hija mía, humíllate, déjate calumniar. Piensa en mi Hijo, hija mía, que estaba haciendo milagros y le llamaban endemoniado, y no creían en Él, hija mía; piensa que si no creían en mi Hijo, tú no eres más que Él, hija mía. También piensa que te ha escogido mi Hijo, no le has escogido tú a Él; por eso, hija mía, tienes que hacerte pequeña, muy pequeña, para subir alto, muy alto.

     Hijos míos, os bendigo, porque el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Bendecid, hijos míos, y alabad a vuestro Dios, sólo Él puede salvaros por intercesión de su Madre.

     Adiós.