MENSAJE DEL DÍA 11 DE JUNIO DE 1983
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hija mía... (Habla en idioma desconocido). Sí, hija mía, quiero que extendáis por todas las partes del mundo, hijos míos, la devoción a mi Inmaculado Corazón; todos aquéllos que extiendan la devoción a mi Inmaculado Corazón, prometo darles las gracias necesarias durante toda su vida y también preservarlos de las penas del Infierno, hijos míos. Extended la devoción a mi Inmaculado Corazón; mi Inmaculado Corazón reinará sobre toda la Humanidad. Sí, hijos míos, ¡me agrada tanto cómo rezáis mi plegaria favorita! Es el santo Rosario, hijos míos. A vosotros os cuesta mucho, pero a mí ¡me agrada tanto!
Sed humildes, hijos míos. También os pido: amad a vuestro prójimo. El que no ama al prójimo, no ama a mi Hijo.
Extended los mensajes por todo el mundo, hijos míos. Acercaos al sacramento de la Confesión, para luego recibir el Cuerpo Sacratísimo de mi Hijo, hijos míos. Os sigo repitiendo: ¡cuántos de los aquí presentes todavía no os habéis acercado a este sacramento!
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Este acto de humildad, hija mía, sirve en reparación de todos los pecadores del mundo, de todos aquéllos que se ríen de mis mensajes, hija mía. ¡Cuántos de los aquí presentes, en este momento, se están riendo, hija mía! ¡Pobres almas! El día que se presenten ante el Padre Celestial, ¡pobres almas, hija mía!; pide por ellos, hija mía, pide por todos aquéllos que no han rezado durante toda su vida. ¡Cuántas almas se condenan, hija mía, porque nadie reza una oración por ellos!
Mira, hija mía, mira otra vez cómo está mi Corazón; cómo sangra por todos mis hijos, por todos, sin distinción de razas, hija mía.
Quita dos espinas. Sólo se han purificado dos... No toques más, no están purificadas. Mira, hija mía, cómo está mi Corazón, transido de dolor por todos mis hijos.
Escribe otro nombre, hija mía, en el Libro de la Vida... Ya hay otro nombre más, hija mía, en el Libro de la Vida. Estos nombres no se borraran jamás.
Sí, hija mía, tienes que sufrir mucho; es preciso para la salvación de las almas. Por eso cojo, hija mía, a muchas almas como víctimas en reparación de todos los pecados del mundo.
Ten cuidado, hija mía, van a venir muchos profetas falsos. Ten cuidado, no mezcles nada de mis mensajes con esos profetas, hija mía.
Sí, hija mía, mientras haya almas para reparar los pecados de los demás, se irán salvando. ¡Pobres almas!
Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas, hija mía... Este acto de humildad, hija mía, por las almas consagradas, ¡las amo tanto, hija mía!, ¡pero cuántas almas consagradas no me corresponden, hija mía!
Seguid rezando el santo Rosario, hijos míos. El tiempo se aproxima y los hombres no dejan de ofender a Dios.
Pedid gracias a mi Inmaculado Corazón. Mi Inmaculado Corazón será el que triunfe sobre toda la Humanidad, hijos míos.
Yo os bendigo como el Padre os bendice en el nombre del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos, hijos míos; serán bendecidos. Os bendigo todos los objetos, hijos míos...
Adiós, hijos míos, adiós.