MENSAJE DEL DÍA 24 DE JUNIO DE 1983[1]
EN LA FINCA DE “SAN JOSÉ” EN NAVAZARZA (GALAPAGAR)
LA VIRGEN:
Hija mía, hijos míos, uníos en amor a todos; unidos podéis emprender una buena obra de misericordia y amor hacia vuestros semejantes. En un mensaje, hija mía, te dije que tenías que unirte a Teresa de Jesús; tienes que hacerlo. Hay que sembrar para recoger; podéis hacer obras de misericordia; todo el que siembra recoge; podéis hacer obras de amor y misericordia para con los pobres, y recibiréis vuestra recompensa en las moradas celestiales.
No os aferréis a las cosas de este mundo, que no sirven nada más que para condenaros.
La copa de la
misericordia de Dios se acaba; por eso os pido que ayudéis a salvar muchas
almas, por lo menos quiero que se salve la tercera parte de la Humanidad;
el mundo sigue en peligro. ¡Cuántas almas se están condenando porque no tienen a
nadie que les hable de Dios!
Fundad casas de amor y
misericordia para los pobres; hay muchos que necesitan que se les hable la
palabra de Dios.
Sí, mi Corazón sangra
de dolor por todos mis hijos; no quiero que se condenen, corre prisa para que
cojáis y salvéis almas.
Besa el suelo... Este
acto de humildad sirve para salvar almas.
¡Cuántos hay que no
hacen caso de los mensajes de su Madre! No saben que su Madre sólo quiere salvar
las pobres almas, ¡pobres almas!
Mira mi Corazón, está
transido de dolor por las almas consagradas. Te voy a dar una gran alegría: se
han purificado cinco... Seguid rezando el santo Rosario, haced
sacrificios, haced oración. Para purificar almas es preciso hacer oración y
sacrificios. No toques mi Corazón.
Besa los pies, hija
mía, en recompensa de tus sacrificios...
Hijos míos, ¡podéis
salvar a tantas almas! ¿De qué le vale al hombre tener todas las riquezas del
mundo, si pierde su alma? No os aferréis a las cosas terrenas. Repartid,
repartid vuestras riquezas, dad y recibiréis.
Fundad, y haced buenas
obras para el bien de las almas; también haced sacrificios y oración por los
pobres pecadores, porque recibiréis vuestra recompensa.
Os bendigo como el
Padre os bendice en el nombre del Hijo y con el Espíritu
Santo.
Sed humildes, amad a
vuestro prójimo; quien no ama al prójimo, no ama a mi
Hijo.
Adiós, hijos míos.
Adiós.
[1] No existe grabación en audio de este mensaje; fue transcrito a mano por Esperanza de la Hoz. Cf. o. c., nº 1, pp. 144-145.