MENSAJE DEL DÍA 1 DE OCTUBRE DE 1983, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hijos míos, hijos míos, no cerréis vuestros oídos; el fin de los tiempos se aproxima. El globo terrestre, hijos míos, está cambiando de estaciones, los astros perderán, hijos míos, perderán sus movimientos; la Luna dará una tenue luz roja. Hijos míos, cuando esto suceda estad preparados, porque está próximo el fin de los tiempos.

     Sí, hijos míos, recibid vuestra... (Habla en idioma desconocido). Comunícaselo, hija mía.

     Recibid las gracias, hijos míos, que mi Inmaculado Corazón derrama, porque se aproxima el fin de los tiempos.

     La Tierra, la Tierra dará malas cosechas, malos frutos, hijos míos. El agua y la luz darán al globo terrestre grandes convulsiones, hijos míos; será espantoso, será horrible, hijos míos; grandes ciudades serán derrumbadas.

     Hijos míos: enmendad vuestras vidas, no ofendáis más a Dios, que está muy ofendido. Pedid al Padre Eterno. Todo este movimiento, hija mía, está a punto de suceder.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Este acto de humildad, hija mía, sirve para la conversión de los pobres pecadores.

     Hijos míos, os doy avisos, no os riáis de mis avisos; el fin de los fines está próximo, hijos míos. Yo me manifiesto a las almas pequeñas e incultas, para confundir a los poderosos, hijos míos.

     Mira mi Corazón, hija mía, cómo sangra de dolor por todos mis hijos, por todos, sin distinción de razas... (Luz Amparo llora ante la visión del Corazón de la Virgen). No lo toques, hija mía, no están purificadas.

     ¡Cuántos se ríen de mis mensajes, hija mía!, ¡pobres almas! Vuelve a besar el suelo, hija mía. Humíllate... No te importe humillarte, hija mía; piensa que el que se humilla será muy alto ante los ojos de Dios; ¡pobres almas todas aquéllas que se ríen de mis mensajes!

     Y tú, hija mía, vas a recibir un pequeño mensaje... (Se comunica en idioma desconocido). Esto te lo pido, hija mía, te lo pido, que seas humilde, hija mía; sin humildad no se consigue el Cielo.

     Escribe un nombre en el Libro de la Vida, hija mía... Este nombre, hija mía, no se borrará jamás; está escrito en el Libro de la Vida.

     Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor, hija mía; se está acabando, se está acabando, y cuando el cáliz se acabe será espantoso, hija mía... Está muy amargo, hija mía, está muy amargo; esta amargura siente mi Corazón, diariamente, de ver que millares y millares de hijos se precipitan en el fondo del abismo.

     Estad alerta, hijos míos, que el enemigo está al acecho de las almas y los diez reyes del enemigo también están al acecho, hija mía; están repartidos entre los cuatro ángulos de la Tierra, para apoderarse del mayor número de almas.

     Sed humildes, hijos míos, sin humildad no se consigue el Cielo; amaos los unos a los otros, como mi Hijo os amó en la Tierra, hijos míos. Os he repetido muchas veces que no podéis amar a Dios si no amáis al prójimo, porque Dios está en el prójimo, hijos míos, y si no amáis a vuestro prójimo, que le estáis viendo todos los días, ¿cómo vais a amar a Dios, que no le veis, hijos míos?

     Haced apostolado por todas las partes del mundo, hijos míos; extended los mensajes, hijos míos. ¡Cuántos se ríen de mis mensajes! Llevadlos por todos los rincones de la Tierra.

     Levantad todos los objetos; todos los objetos serán bendecidos, hijos míos...

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos.