MENSAJE DEL DÍA 7 DE
ABRIL DE 1984, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE
EL ESCORIAL (MADRID)
LA
VIRGEN:
Hija mía, este aviso va
a ser corto, hija mía: pedid, hijos míos, por esta falsa paz que hay en el
mundo. Os pido, hijos míos, que pidáis por la perversidad de los hombres, para
que no ofendan más a Dios, porque está muy ofendido.
Su Divina Majestad, la
Divina Majestad del Padre va a mandar un castigo sobre toda la
Humanidad.
Hijos míos: todos
aquéllos que os llamáis hijos de Cristo y que cumplís con los mandamientos,
entraréis en el Reino de los Cielos; pero, ¿cuántos son ante los hombres unos
grandes santos, hijos míos, pero están ofendiendo al Padre
Eterno?
Mira, hija mía: te he
mostrado muchas veces cómo ponen el cuerpo de Cristo los pecados de los
hombres... (Luz Amparo aumenta sus sollozos, al ver cómo los ángeles muestran
el cuerpo de Cristo totalmente desfigurado por los pecados de la
Humanidad).
Con sacrificio, hijos
míos, y con oración se salvarán muchas almas, porque estamos al fin de los
fines, hijos míos.
Pedid, hijos míos, por
las almas consagradas; ¡las ama tanto mi Corazón!..., ¡y qué mal corresponden a
ese amor!...
Tú, hija mía, tienes
que ser humilde; ya sabes que mi Hijo te ha cogido víctima de
reparación.
Los hombres, hija mía,
son ingratos, no corresponden a las gracias que mi Corazón derrama
diariamente.
Voy a dar mi bendición
a todos los aquí presentes. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los
objetos, hijos míos; todos serán bendecidos... Estos objetos, hijos míos, sirven
para la conversión de los pobres pecadores.
Van a ser marcados
varios de los aquí presentes, hija mía. Varios, hija mía, de los aquí presentes
han sido marcados; pero tienen que corresponder a esa marca, hijos míos. Tenéis
que ser firmes en la fe, hijos míos, en la caridad, hijos míos, porque si no hay
caridad, no se puede amar al prójimo, hijos míos. Es la virtud..., la caridad y
la humildad, las virtudes más grandes para entrar en el Reino de los Cielos,
hijos míos. Pero siempre con la fe por delante.
Y tú, hija mía,
ofrécete como víctima por los pobres pecadores.
Adiós, hijos míos.
Adiós.