MENSAJE DEL DÍA 8 DE ABRIL DE 1984

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, voy a avisarte dónde va a ser el lugar para hacer la Capilla, hija mía... (Luz Amparo camina en éxtasis siguiendo las indicaciones de la santísima Virgen). Descálzate, hija mía. Desde este lugar a aquella parte del último árbol, hija mía, a lo ancho y a lo largo; a lo ancho, hija mía, hasta este lugar, hija mía... (Luz Amparo camina hasta ese árbol y continúa descalza entre el barro y las piedras).

     Ya lo he dicho todo, hijos míos. Medid, este lugar, hijos míos, a lo ancho y a lo largo. Vuelve, hija mía, al lugar donde te encontrabas... (Luz Amparo, en éxtasis, vuelve caminando al lugar inicial).

     Y ahora, hija mía, sólo te quería avisar cómo me gustaría que fuese mi Capilla, hija mía; que acudiesen a este lugar todos aquéllos que viniesen de cualquier parte del mundo y que pudiesen entrar en esa Capilla, hija mía. Medid donde os he indicado. No hay excusa, hija mía, porque ya te lo he dicho todo.

 

     LUZ AMPARO:

     (Entre lágrimas). No depende de mí, no, no depende... ¡Ay!...

 

     LA VIRGEN:

     Te he dicho que vayas a hablar con el Obispo, hija mía; hace mucho tiempo te lo he comunicado.

 

     LUZ AMPARO:

     (Sollozando). ¡Ay,... no puedo, y no puede ir allí!...

 

     LA VIRGEN:

     Vete, hija mía; es el momento. Y después ya te indicaré que vayas al Cardenal. La estatua, hija mía, que he pedido, hay que hacerla, pero primero hay que ir a hablar con el Obispo; por eso, hija mía, me manifiesto tan a menudo, porque quiero que se cumpla este mensaje.

 

     LUZ AMPARO:

     No puedo, ¡ay, no puedo, yo no puedo, ay...! (No se alcanzan a entender con claridad estas palabras por la fatiga y el llanto).

 

     LA VIRGEN:

     Ve donde sea, hija mía. Decídete; pero no dejes un minuto, hija mía. Vas a sufrir, te van a llamar loca.

 

     LUZ AMPARO:

     No, Tú no lo consientas; eso no.

 

     LA VIRGEN:

     Ya te he dicho, hija mía, que tu destino es ser víctima. Hija mía, obedece a mis mensajes; luego, hija mía, si no conceden lo que yo pido, no dependerá de ti, hija mía.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecadores, hija mía...

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos. Adiós.