MENSAJE DEL DÍA 14 DE ABRIL DE
1984
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
LA
VIRGEN:
Hija mía, estos días,
hija mía, tienen mucho valor el sacrificio y la oración.
Pensad en Cristo, hijos
míos: Cristo en la Cruz muriendo por toda la Humanidad. Que vuestra caridad,
hijos míos, salga de dentro de vuestro corazón, no de vuestros labios, hijos
míos. Podéis ayudar a Cristo a llevar la Cruz, hijos míos; la Cruz es para todo
aquél que la acepta con humildad, hijos míos.
Tú, hija mía, sé
humilde y ofrécete, como te he repetido, como víctima para la salvación de las
almas.
Besa el suelo, hija mía, en acto de penitencia...
Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de las almas. Por eso pido en estos días sacrificio, hijos míos; sacrificio acompañado de la oración.
Si en estos días, hijos míos, llega algún mendigo a vuestra puerta, recibidle con amor, hijos míos, que vuestra caridad salga del corazón; puede ser Cristo Jesús, como un mendigo, para probar vuestra caridad, hijos míos.
Mira, hija mía..., mira mi Corazón; hace mucho que no lo ves. Está cercado de espinas por todas las almas consagradas; por aquéllas que no cumplen. Quita una espina, hija mía, la que está en el centro de mi Corazón...; pero tira, ¡tira de la espina, hija mía! Mi Corazón está dolorido de que los hombres no dejan de ofender a Dios.
Vas a beber otras gotas del cáliz del dolor, hija mía; son unos días muy importantes para la Humanidad. Si hiciese sacrificio, si la Humanidad..., se salvarían muchas almas. Coge el cáliz, hija mía,... Está muy amargo, hija mía; así siente mi Corazón la amargura por los pecados de los hombres.
Te dije, hija mía, que el cáliz se estaba acabando. Pero mira, hija mía, ¡qué poco queda del cáliz!, y, cuando esto se acabe, hija mía, será horrible el Castigo que caerá sobre la Humanidad.
Por eso os pido, hijos míos: rezad el santo Rosario; me gustaría que se rezasen las tres partes, y ofrecerlo por la salvación de las almas.
El Infierno es terrible, hijos míos. Si algunos pensáis que no existe el Infierno, es mentira, hijos míos. Si alguno os ha dicho que Dios es misericordioso y no os castigará...; Dios es misericordia y amor, hijos míos, pero para todo aquél que pide perdón de sus culpas.
Por eso, hijos míos, sacrificio, hijos míos. Os lo pido con toda la fuerza de mi Corazón: ¡sacrificio! Ayudad a salvar a esas almas que no quieren recibir la gracia de mi Corazón.
Vuelve otra vez a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas, ¡las ama tanto mi Corazón!, ¡y qué mal corresponden a este amor!... Todo esto sirve, hija mía, para esas pobres almas. Pedid por ellas, hijos míos, son débiles, y el demonio, que es muy astuto, oscurece sus inteligencias; os lo he repetido, hijos míos: les muestra el camino de los placeres para apoderarse de sus almas.
Por eso, hijos míos, ¡podéis ayudar a tantas almas!; porque muchas almas se condenan porque nadie, ¡nadie!, se acuerda de rezar una oración por ellas.
Os sigo repitiendo que hagáis sacrificio y seáis humildes, hijos míos.
Os voy a dar mi
bendición... por medio del Hijo y con el Espíritu Santo. (Palabras
entrecortadas por la fatiga y casi ininteligibles).
Estos días, hijos míos, es una bendición especial.
Levantad todos los objetos; todos estos objetos son bendecidos...
Adiós, hijos míos. Adiós.