MENSAJE DEL DÍA 10 DE JUNIO DE 1984, DOMINGO DE
PENTECOSTÉS,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
LUZ
AMPARO:
¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué
luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay...! ¿Qué estáis viendo? ¡Ay, lo que estáis
viendo...!
LA
VIRGEN:
Hijos míos, os voy a
pedir humildad desde el principio, y voy a terminar pidiéndoos humildad. Todos
aquéllos que queráis estar los primeros, poneos siempre los últimos, hijos míos.
También quiero que imitéis a los niños; haceos niños, hijos míos, para que
podáis entrar en el Reino del Cielo. Pensad que los últimos serán los primeros.
Tú, hija mía, hazte pequeña, pequeña, para que luego seas grande, muy grande.
También te advertí, hija mía, que fueses prudente; piensa que hay lobos forrados con piel de oveja; y lo que es
verdad dirán que es mentira, y lo que es mentira dirán que es verdad...
Os pido, hijos míos,
que publiquéis el Evangelio por todas las partes del mundo, porque vosotros
también sois hijos de Dios. Y todos, todos tenéis una obligación de publicar el
Santo Evangelio.
También te digo, hija
mía: hijos míos, sed humildes, muy humildes, porque sin humildad no podéis
conseguir el Cielo.
Y tú, hija mía, sé muy
prudente, porque por una imprudencia se pueden destruir las cosas de Dios; pero
¡pobre de aquél que destruya mi Obra!
Y haceos niños, hijos
míos, porque, haciéndoos niños, conseguiréis llegar a la primera
morada.
Que la luz del Espíritu
Santo en estos momentos os ilumine a todos los aquí presentes... ¡Todos habéis
recibido la luz divina del Espíritu Santo, hijos míos!
Sed fuertes, y cuando
el enemigo intente destruir esta Obra, vosotros estad alerta, hijos míos, y
haced lo que os pido: seguid viniendo
a rezar el santo Rosario.
¡Pobres almas, hija mía! El enemigo les muestra
los placeres del mundo, los ha introducido en el mundo, para gozar de esos
placeres. Por eso, hijos míos, os pido
que pidáis por las almas consagradas. ¡Pobres almas! Mi Corazón se
destroza de dolor por ellas, y ¡qué mal corresponden muchas de ellas a este
amor! Todos sois responsables, hijos míos, pero las almas consagradas son más
responsables, porque están clamando al Cielo venganza, y la venganza será
terrible.
LUZ
AMPARO:
Yo te pido por ellas. Yo te pido por ellas... ¡Si
no lo creen; ellos son los primeros que no lo creen!, pero yo te pido que los
perdones.
LA
VIRGEN:
¡Ay de aquél que
destruya mi Obra! Digo en esto como dijo mi Hijo en otros momentos: “Todo aquél
que dé escándalo, y que dé lugar a escándalo delante de un niño, más le valiera
no haber nacido; que le cuelguen una piedra de molino y le arrojen al mar, y que
se lo coman los peces”.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, ay, ay...! Yo te
pido por todos; es que si los sellas a todos, se salvarán. Que quiero que algún
día digas que los vuelves a sellar, y que vengan todos, pero que no se
condenen.
LA
VIRGEN:
¡Cuántos gritarán, hija
mía, en un momento en el que no haya remedio, que la puerta estrecha esté
cerrada, porque les ha gustado irse por los caminos anchos de
placeres!
LUZ
AMPARO:
Pero Tú los perdonas,
porque yo, si quieres, hago lo que Tú quieras; pero para que los perdones. Y
todo esto que Tú dices que lo cumplan, que cojan y vayan por los pueblos
publicando el Evangelio. Pero es que las mujeres no pueden ir a publicar el
Evangelio, porque tienen que ser los curas.
LA
VIRGEN:
No, hija mía, todos
sois hijos de Dios, y todo el que es hijo de Dios, puede coger el Libro y
predicar el Evangelio por todas las partes del mundo y, cuando el Evangelio esté
extendido por todas esas partes que aún no conocen la palabra de Dios, entonces
será la tribulación, hija mía, y vendrá el gran Castigo.
LUZ
AMPARO:
Pero es que los que van
con esa Biblia por los pueblos, también ésos ¡cómo son! No son de tu
religión.
LA
VIRGEN:
Yo no os pido que
vayáis de dos en dos. Tened cuidado de esos que van de dos en dos y de puerta en
puerta; van publicando doctrinas falsas.
LUZ
AMPARO:
Pues, ¿de cuántos en
cuántos tenemos que ir?
LA
VIRGEN:
De grupo en grupo; da
lo mismo que sean cinco, que sean seis, pero ir de grupo en grupo, y no tengáis
miedo a publicar el Evangelio. Si os echan del pueblo, seguid adelante y no
volváis la vista atrás.
LUZ
AMPARO:
¡Qué bien!, o sea, ¿que
no les podemos decir a los que nos echen que se salven?
LA
VIRGEN:
Os sacudís el polvo,
hijos míos.
LUZ AMPARO:
¡Ay! Pues eso no se
puede hacer, hay que ayudarlos a todos.
LA
VIRGEN:
Pero si no quieren
escuchar la palabra de Dios... ¡Pobres almas, hija mía!
LUZ
AMPARO:
¡Ay! Haz algo, haz una cosa; yo tengo ganas
de que hagas una cosa grande; y para mí ¡es tan difícil esto!... Hazlo, para que
te vean.
LA
VIRGEN:
Te parece poco las
gracias que estoy derramando, hija mía. Mi Corazón Inmaculado está derramando
gracias por toda la Humanidad y para toda la Humanidad; pero la Humanidad está
vacía.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, que no está vacía,
que muchos te quieren, te quieren mucho! Lo que algunos son... —¡pobrecitos!—,
que no tienen quién les hable de Dios.
LA
VIRGEN:
No hay condena para los
ignorantes, hija mía, para ésos no hay condena, sino para los que conocen a
Cristo y lo niegan.
LUZ
AMPARO:
Bueno, pues,
perdónalos, y otra vez los vuelves a sellar, para darles esa
gracia.
LA
VIRGEN:
¡Cuántos, cuántos han
visto mi imagen en el Sol, hija mía!, y, sin embargo, achacan a un fenómeno que
no es, que no es nada natural, a un fenómeno natural. No es posible ver la
imagen de Cristo y la imagen de vuestra Madre grabada en el Sol, siendo un
fenómeno natural, porque es un fenómeno sobrenatural. Ya te he dicho que ni los
grandes científicos podrán descubrir los misterios del
Cielo.
LUZ
AMPARO:
Bueno, pues yo te pido
que los perdones; y yo hago lo que Tú quieras; pero perdónalos a todos, a los
sacerdotes también, porque, porque si no los hubieras hecho de carne..., pero
son de carne también. ¡Perdónalos! ¿Me prometes que los vas a
perdonar?
LA
VIRGEN:
Yo les doy la gracia,
hija mía, pero el Padre Eterno es el que perdona, porque es el que hará el
Juicio Final.
LUZ
AMPARO:
¡Ay!, pues se lo dices
al Padre Eterno, y el Padre Eterno es bueno, y los perdona a todos, en ese
momento, cuando llegue el Castigo, pues entonces, ellos, que reciban la luz para
pedir perdón.
(Luz Amparo cambia el
llanto en gozo ante la visión que se le presenta).
¡Ay, ay, qué bonito! ¡Ay, ése que
tiene ese libro! ¡Ay, ay, ay! ¡Ay!, ¿ése fue también mártir? ¡Ah...! Pues yo
quiero ser mártir, ¿eh? Para estar con él ahí a tu lado. Y ese libro que lleva,
¿qué es? ¿Los Evangelios de Cristo? ¡Ah!, yo quiero también publicar los
Evangelios, pero no sé, pero de palabra lo publicaré; ¡te lo prometo! Pero Tú
perdónalos a todos. ¡Ay!, ¿ése que fue quien le mató?, ¿y está ahí? Pero si está
muerto, ¿cómo está ahí? ¡Ay, está lleno de luz! ¿San Juan?, pero, ¿qué san Juan?
¡Ah...!, ¡ay! ¿También publicó el Evangelio? Pues entonces todos vamos a empezar
a publicarlo, para que nos veamos ahí con ése que está ahí a tu lado. ¡Ay...!
¡Déjame otro poquito, que ni estoy a tu lado ni estoy
abajo!
LA
VIRGEN:
La luz del Espíritu Santo, hijos míos, os
iluminará, para que publiquéis el Evangelio por todas las partes del mundo. Esta
luz divina viene de la energía divina de Dios.
LUZ
AMPARO:
¡Ay!, pues, ¡qué
energía más grande tiene! ¡Ay, qué luz, qué luz...! ¡Ay, qué luz...! Esa luz tan
grande, ¿de dónde viene? ¡Ay, la luz!
LA
VIRGEN:
La luz del Espíritu Santo. Todos, hijos míos,
habéis recibido la energía divina del Espíritu Santo. Corresponded a esta
maravilla, hijos míos.
LUZ
AMPARO:
Corresponderemos todos.
¡Te lo prometo yo por todos ellos!
LA
VIRGEN:
Besa el suelo, hija
mía, por las almas consagradas... Por las almas consagradas, hija mía, ¡las ama
tanto mi Corazón! ¡Pobres almas!, se dejan engañar por el enemigo, para
sellarlos y apoderarse de sus almas.
LUZ
AMPARO:
Pero, ¡no los selle,
que no los selle, no lo permitas Tú que los selle, que sé cuántos números son!
Con esos tres seis, que no. Que no los selle; ten misericordia de todos, Madre
mía. Te lo pido: dales, dales más tiempo; verás cómo son todos buenos, y si Tú
hicieras aquí una gran cosa, mejor sería. ¡Perdónalos!
LA
VIRGEN:
Todos los ojos no
pueden ver, hija mía; ya me verá todo aquél que se haga niño, para poder
alcanzar las moradas. Ya me verán resplandeciente en el
Cielo.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, qué bien!, pero es
que todos... No creas que es fácil salvarse, ¿eh?... ¿Otra vez quieres que bese
el suelo? Pues, venga, lo voy a besar. Ahora, ¿por quién lo
ofrecemos?
LA
VIRGEN:
Por todos los pecadores
del mundo, por todos, hija mía, sin distinción de razas... Por todos, hija mía, sin distinción de
raza; todos son mis hijos, y una buena madre quiere a todos sus hijos igual,
hija mía. Soy vuestra Madre —ya lo sabéis—, mi Hijo lo ha dicho, lo dejó dicho
en la Cruz.
LUZ
AMPARO:
¡Ay!, pero dilo de otra
forma. ¡Ay, yo lo digo también!
LA
VIRGEN:
Lo dejó dicho en la
Cruz, hijos míos: “Ahí os dejo a mi Madre por Madre vuestra, por Madre de toda
la Humanidad”.
LUZ
AMPARO:
¡Ay, bueno! Pero lo que
tengas que decir, dilo que yo lo pueda entender, y todos los que están aquí lo
puedan entender.
LA
VIRGEN:
Hay misterios que no se
pueden revelar a los humanos.
LUZ
AMPARO:
Pues entonces, a ver, a
mí tampoco me los digas porque yo no los quiero saber, porque luego, a ver cómo
los guardo yo.
LA
VIRGEN:
Mi Hijo te da una gran
capacidad para no revelar los misterios del Cielo.
LUZ
AMPARO:
Pues dímelo como
quieras... (Se escuchan unas palabras en
idioma desconocido, como si fuera la respuesta de la Virgen). ¡Ay! ¿Tan
poco? ¡Ay...! ¿Tan poco tiempo? Aunque yo quiero cuanto antes mejor, ¿sabes?
Pero ya no es por mí; y los que no estén en gracia, ¿qué? Yo te pido por todos
ellos, por todos; así que me lo tienes que conceder, porque yo no quiero que se
condenen tantas almas, porque si Dios es misericordioso, ¿por qué va a hacer
esto?
LA
VIRGEN:
El Castigo terreno lo
podéis evitar con la oración y con el sacrificio, pero el Castigo divino del
Cielo, nadie podrá evitarlo, hija mía, ni aun lo sabe el Hijo del Padre, que es
Jesucristo; sólo el Padre lo sabe, ni los ángeles del
Cielo.
LUZ
AMPARO:
Pues ¡vaya!, mira que
no decírselo a Jesús. ¡Ay!, si Él no va a decir nada...
LA
VIRGEN:
Está escrito: ni el
Hijo del Hombre sabrá el Castigo que vendrá sobre la Tierra. No será agua, hijos
míos, esta vez será fuego, y será producido por un astro, que se estrellará
sobre la Tierra.
LUZ
AMPARO:
Pero, ¿lo vamos a
sentir?
LA
VIRGEN:
Todos aquéllos que estén en gracia de Dios, no les
afectará absolutamente nada; se quedarán como en un éxtasis, hija mía. Procurad
estar a la derecha del Padre, para poder salvar vuestras
almas.
LUZ
AMPARO:
¡Oy!, pues ya
procuraremos estar a la derecha; ya se lo diré yo a todos. Pero es que no me van
a hacer caso.
Yo quiero..., ya no te
voy a pedir más, porque soy muy pesada, pero te voy a pedir que selles a muchos,
a muchos de los que no has sellado antes. ¡Ay!, pero los que están sellados no,
pero sella a los otros...
¡Ay! El Ángel va a
sellarlos...
¡Ay, qué alegría! ¡Ay,
a los que no estaban sellados los ha sellado! Tienen una protección; ¡ay, qué
alegría más grande...! ¡Ay, qué alegría! Ahora voy a besar yo el suelo, pero
para darte las gracias, y de alegría... ¡Ay, qué grande eres Madre mía! ¡Qué
grande eres!... ¡Y que los hombres no crean en Ti! ¡Ay, qué pena!, con lo guapa
que eres... ¡Ay, qué cosa más guapa! ¡Ay! ¿Me dejas que bese el pie? No me digas
que voy a ser otra vez pesada; me conformo con besar el primer dedo... ¡Ay,
gracias, gracias Madre mía! Te prometo ser mejor cada día, aunque también soy
mala, ¿eh? ¡Ay, qué soberbia soy! ¡Ay! ¡Ay!, ¿nos vas a
bendecir?
LA
VIRGEN:
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
Adiós, hijos míos.
¡Adiós!