MENSAJE DEL DÍA 15 DE AGOSTO DE 1984, LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Vengo a consolarte, hija mía. ¡Cuántas veces te he dicho que “nada te turbe” y que “nada te espante”, como decía esa gran santa, Teresa de Jesús... La tristeza te invade, hija mía. No vale la pena el sufrimiento en tu persona sin el sufrimiento para la salvación de las almas. Los humanos son crueles, hija mía; hasta tu propia sangre te desprecia... Así, como tú dices, hija mía, te están matando poco a poco; pero la gloria no se da poco a poco, se da... (palabra ininteligible), hija mía.

     Ahora, hija mía, consuelo... Vas a ver la Asunción, cómo me transportaron los ángeles al Cielo. No estaba mi cuerpo muerto, estaba dormido; me transportaron al Cielo después de estar en la Tierra. También sufrí mucho, hija mía.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay...! ¡Ay, rodeada de ángeles...! ¡Rodeada de ángeles! ¡Cómo te elevan...! ¡Ay, qué grande eres...! ¡Estás muerta! ¡Ay!

 

     LA VIRGEN:

     Mi cuerpo no estaba muerto, hija mía. Te he dicho que todo, todo mi cuerpo estaba adormecido. Los ángeles me transportaron de esta manera al Cielo. Y tú, hija mía, si con tu sufrimiento..., pero el sufrimiento que más duele es el de los seres queridos, hija mía. Ofrécete como víctima por Cristo Jesús, y con tu sufrimiento alcanzarás este Cielo, hija mía, y estarás rodeada de ángeles...

     Todo tu cuerpo se estremecerá, hija mía, cuando entres aquí.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ah, ah, ah! ¡Ayúdame, ayúdame, ayúdame! No puedo más. No puedo. Tú sabes que no puedo. ¡No puedo, Madre! Madre... contigo, yo quiero ir contigo. No quiero estar aquí. ¡Ven, mi corazón no puede más, no puedo ya más! Yo quiero que me llevéis ahí con vosotros. Si todavía me falta mucho... ¡Madre mía, yo no quiero que me falte mucho!

 

     LA VIRGEN:

     No te falta mucho, hija mía; estás casi pulida... (Lamentos de Luz Amparo).

     Besa el suelo, en acto de humildad, hija mía... ¿Ves cuán dichosa es la Gloria, hija mía?

 

     LUZ AMPARO:

     Yo quiero quedarme aquí. Yo no quiero irme de aquí, yo no quiero volver otra vez a lo mismo. Déjame un poquito, y te lo piensas, y si me puedo quedar... ¡Ay, Madre mía, si me tengo que enfrentar otra vez...! Yo no puedo. ¡Déjame aquí! Si aquí... ¿no se puede hacer ningún trabajo para salvar a las almas?

 

     LA VIRGEN:

     Aquí no hay trabajo, hija mía, aquí sólo se alaba a Dios.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, pues mejor todavía! No me mandes otra vez ahí abajo. Tú no sabes lo que es estar aquí abajo, ahí abajo. Sí... no, no lo sabes Tú... ¡Si me falta poco...!, pero ¿cuánto tiempo es ese poco? ¿Es mucho?

 

     LA VIRGEN:

     Te he dicho que poco, hija mía... (Nuevos lamentos y suspiros de Luz Amparo).

     Todavía te queda un poco que luchar con los humanos, hija mía. Aunque los humanos sean crueles, tú tienes que estar con ellos hasta que nuestros Corazones te abran la puerta para la morada que te corresponde, hija mía.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, que sea pronto...! ¡Ayyy...!

 

     LA VIRGEN:

     Vas a beber una sola gota del cáliz del dolor. Mira qué poco queda, hija mía; estoy avisando: cuando el cáliz se acabe, será terrible, hijos míos. Muchos no lo creéis, pero cuando llegue el momento, ¡pobres almas!... Cada gota que quede, hija mía, del fondo del cáliz está más amarga, porque el tiempo está más cerca, y el Castigo será terrible. Estad preparados; díselo a todos, hija mía, que preparen sus almas, para llegar a la vida eterna, hijos míos.

     Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas... Por las almas consagradas tienes que pedir mucho, hija mía, y hacer mucho sacrificio; están arrastrando muchas almas al abismo. ¡Pobres almas, el castigo que se les avecina!

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay!, es verdad; pues, perdónalos.

 

     LA VIRGEN:

     Vas a ver el Infierno de toda clase de almas; también hay almas consagradas...

     (Luz Amparo se lamenta con pena y dolor).

     Por los pecados de estas almas consagradas siguen todavía en otras almas consagradas; el pecado sigue, hija mía; pero mira, el castigo es terrible... (Luz Amparo gime al tener esta visión).

     Voy a bendecir todos los objetos, hijos míos. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos... Todos han sido bendecidos.

     Os doy mi santa bendición, hijos míos. Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos. ¡Adiós!