MENSAJE DEL DÍA 25 DE NOVIEMBRE DE
1984
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
LA VIRGEN:
Lo primero de todo,
hija mía, hay que reparar los pecados de los hombres. Besa el
suelo...
Hay que reparar y hacer
penitencia, hija mía, porque los hombres siguen cada día peor. Vuelve a besar el
suelo por las almas consagradas...
El mundo, hija mía,
está hundido. Los pecados y las impurezas de los hombres están clamando al Cielo
venganza, como los pecados de las almas consagradas. Sí, hija mía, hay que hacer
sacrificio y penitencia, para que los hombres cambien; por lo menos, quiero que
se salve la tercera parte de la Humanidad. No cambian, hija mía, y mi Corazón
está transido de dolor. ¡Cuánto las ama! ¡Cuánto a esas almas, hija mía! No amo
porque me correspondan; no, hija mía, porque no corresponden a mi
amor.
Por eso te digo que el mundo está cada vez peor.
Mi Corazón sufre, porque si te dijese, hija mía, cada día el número de almas que
se condenan, te horrorizarías. Por eso hay que hacer penitencia, penitencia para
reparar, hija mía.
¡Qué crueles son los
hombres!; no tienen compasión de mí, hija mía. Dicen que no sufro; mi Corazón
sufre, porque en este momento no estoy gloriosa, hija mía... Los hombres son
crueles a mi amor, hija mía. Vuelve a besar el suelo, hija
mía...
Piensa que el que se humilla será ensalzado; es
una humillación, hija mía, pero piensa que te he dicho que busques la
humillación. Piensa en el Reino de Cristo, hija mía. Este Reino es el más
grande.
Mira a tu Rey, hija
mía... Este Rey no falla, hija mía; todo el que se doble ante Él, recibirá la
recompensa, hija mía; humíllate, pero refúgiate en mi
Corazón.
EL SEÑOR:
Soy Rey de Cielo y
Tierra.
Los gobernantes, hija
mía, muchos de ellos, son demonios encarnados, que hablan de paz y están
fabricando armas mortíferas, hija mía, mortíferas para morir la Humanidad, para
destruir varias naciones. Hablan de paz, pero están haciendo la
guerra.
Varias naciones serán
destruidas; entre ellas, parte de Europa.
En las casas, hija mía,
no hablan nada más que de desunión a las familias, de desunión y de placeres,
hija mía; no hablan de Dios, de Dios Padre. El que no se acuerde de Dios Padre,
no entrará en el Reino del Cielo. Él es vuestro Creador, y será vuestro
Salvador.
Pedidle a Dios Padre, o
pedid a mi Madre, y mi Madre vendrá a mí, para que yo vaya al
Padre.
Hablad a las familias
de mi Nombre, hijos míos; no escondáis mi Nombre. Se está haciendo desaparecer
todo lo que es de Dios, hijos míos.
Grandes terremotos
azotarán a la Humanidad. Grandes castigos, hija mía, se irán viendo, y ¡ay, pobre de aquél
que no escuche mis palabras!
Sed víctimas, hijos
míos, que Adán fue la víctima penitente, y yo soy la Víctima inocente. Y la
Víctima inocente derramó su Sangre y dio la vida por todos vosotros. Era preciso
morir para resucitar.
Haceos pequeños, hijos
míos, muy pequeños, como uno de los niños.
Y tú, refúgiate en mi
Corazón... Mi Corazón te consolará, hija mía.
Y vosotros, hijos míos:
penitencia, penitencia para sembrar vuestro camino.
Y todos aquellos
curiosos: ¡fuera! ¡Fuera los curiosos!
Venid, hijos míos, a
escuchar la palabra de Dios, la palabra de vuestro Rey de Cielos y
Tierra.
Mi Corazón está triste
de ver que los hombres no cambian.
La ira de Dios Padre la
están sujetando los ángeles del Cielo. Grandes catástrofes, hijos míos, van a
caer sobre la Tierra. ¡Será espantoso! ¡Ay de los habitantes de la
Tierra!
Os pedimos oración que
salga de vuestro corazón, no de vuestros labios. ¡Cuántos estáis aquí presentes
y cuando decís: “Padre nuestro que estás en los cielos”, no sentís dentro de
vuestro corazón esas palabras, hijos míos! Que desde hoy salgan estas palabras
de lo más profundo de vuestro corazón.
No quiero fariseos,
quiero almas víctimas, pobres y sacrificadas.
Amaos los unos a los
otros, hijos míos. Que mi amor se derrame sobre vuestros
corazones.
Y tú, hija mía,
humíllate, sé humilde, busca la humillación, que las almas víctimas tienen que
ser humildes, hija mía.
Vuestro Rey, hijos
míos, vuestro Rey triunfará sobre toda la Humanidad. Este Corazón divino y
misericordioso será el que triunfe con el Corazón de mi Madre, hijos
míos.
Sed humildes, y que
vuestras oraciones salgan de lo más profundo de vuestros
corazones.
Y tú, hija mía: te quiero víctima, pero víctima de
verdad.
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos, hijos míos... Todos han sido bendecidos por
vuestro Rey, hijos míos. Esta bendición es una bendición
importante.
Guardad vuestros
objetos, hijos míos; os servirán cuando llegue el día de las tinieblas. Esos
tres días con esas tres noches estos objetos lucirán, hija mía, lucirán en
cualquier parte que estén.
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
LA VIRGEN:
Hijos míos, haced caso
de mi Hijo; os está dando avisos por medio del Padre para salvaros, hijos míos;
haced caso. Yo, como Madre de toda la Humanidad, quiero salvaros, hijos míos;
sed humildes, humildes y sacrificados, hijos míos. Y os voy a bendecir los
objetos...
También estas gracias,
como Madre de amor y misericordia, sirven, hija mía, sirven para toda la
Humanidad. No os desprendáis de este objeto, hijos míos; este objeto tiene
muchas gracias.
Y tú, hija mía, sé
humilde, muy humilde; busca la humillación y humíllate. Piensa en Cristo Jesús
como Rey y como mendigo, hija mía.
Amad a vuestros
enemigos, y amaos unos a otros.
Pensad, hijos míos, que
la muerte puede llegar como el ladrón, sin avisar. Estad preparados; estad
preparados, hijos míos, que mi Corazón sufre por todos mis hijos, ¡por todos sin
distinción de razas!
Vas a escribir tres
nombres en el Libro de la Vida, hija mía... Ya hay tres nombres más en el Libro
de la Vida, hija mía. ¿Ves cómo te recompenso? Tu sufrimiento no queda sin
recompensa. Piensa, hija mía, que mi Hijo no te va a dar más de lo que puedas.
Las víctimas, hija mía, tienen que sufrir, pero ya sabes que mi Hijo te ha dado
gancho para hablar de Dios; con ese gancho, hija mía, se pueden salvar muchas
almas.
Yo os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
Adiós, hijos míos.
¡Adiós!