MENSAJE DEL DÍA 6 DE SEPTIEMBRE DE 1986, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, gracias por acudir a mi cita, hija mía. Me gusta que acudas a este lugar. Mi Corazón sigue triste, hija mía, porque los hombres siguen obstinados en cerrar sus oídos a mis llamadas de oración y de sacrificio. No se dan cuenta, hija mía, que están viviendo los últimos tiempos y que viven una falsa paz, y dentro de poco se acabará esta falsa paz. Sigo dando avisos, hija mía, y sus corazones siguen endurecidos.

     Los gobernantes, hija mía, quitan todos los principios religiosos, para que dentro de los corazones se meta el vicio y el pecado. No hay lugar dentro de los corazones para mi amado Hijo Jesús, hijos míos. Los tenéis ocupados en el mundo, en los placeres, en el dinero. Sigo, sigo dando avisos como una madre que ama mucho a sus hijos, y los avisa del peligro que les acecha; pero ellos siguen cerrando sus oídos sin escuchar mis llamadas.

     Quiero, hija mía, que se haga una llamada de urgencia a aquellas almas que están escondidas en el olvido, en la oración, en el sacrificio, en el desprecio, en la castidad, en el olvido de ellos mismos... Ya va siendo hora, hijos míos, que salgáis de vuestros escondites para llevar la luz a la Tierra. Almas que viven la luz del Evangelio, quiero que salgáis porque sois los apóstoles de los últimos tiempos.

     Todo el que quiera seguir a Cristo, tiene que vivir el Evangelio. Pero, ¡cuidado, hijos míos, mucho cuidado! Hay millares y millares de profetas falsos que se llaman apóstoles de los últimos tiempos, y viven en la abundancia, en el placer. Muchos de ellos están acudiendo a este lugar y arrastran grandes masas de almas; y estas pobres almas se dejan arrastrar por el orgullo y la soberbia. Hijos míos, os sigo avisando: no abráis vuestros oídos a todos esos profetas falsos, porque todos están sellados con el número del enemigo y quieren arrastraros a vosotros para caer en sus redes. Abrid vuestros oídos a mi llamada, hijos míos. La penitencia y la oración y el sacrificio os hará humildes y veréis la luz, hijos míos.

     No os dejéis engañar, porque es el tiempo del precursor del Anticristo, que se reúne con grandes ejércitos de ángeles del mal y está sellando frentes y manos para el día final, que está no muy lejano. Harán la guerra, hijos míos, pero ¡mucho cuidado!, estáis viviendo el fin de los tiempos, y Satán está suelto haciendo su guerra.

     Almas imitadoras de Jesucristo, vuestra oración, vuestro dolor, vuestro sacrificio y vuestras lágrimas llegan al Cielo, hijos míos, y ayudarán a todas estas almas que, por ignorancia, se dejan arrastrar.

     Hijos míos, pido más oración y más sacrificio... (Habla en idioma extraño). Mira si está próximo, hija mía. Muchas almas, cuando llegue este momento, gritarán a la muerte, y dentro de sus entrañas recibirán... (Idioma extraño). Y cuando griten a la muerte, la muerte no les querrá oír. Dios está muy enfadado con el ser humano. El ser humano... (De nuevo, palabras en idioma extraño).

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay! Perdónalos, perdónalos, ¡ay!, dales más tiempo, ¡ay!, dales más tiempo.

 

     LA VIRGEN:

     La cólera de Dios está próxima, hija mía. El hombre no respeta la vida humana. Ni aun la propia naturaleza del planeta es respetada. Sólo la idea del hombre es destruir, hija mía.

     Parte del mundo quedará como en un desierto; hasta las fieras, cuando llegue este momento, saldrán de sus guaridas y darán terribles aullidos. Sólo una parte de la naturaleza no será tocada, porque Dios no permitirá que ni los árboles ni las plantas de ese lugar sean arrasados. Pero las demás partes del mundo quedarán desiertas por grandes catástrofes; grandes terremotos, hija mía, engullirán todo lo que los hombres han hecho, porque la perversidad de los hombres sigue en sus corazones y no escuchan la llamada de Dios, hijos míos.

     Os pido, a aquéllos que todavía estáis a tiempo, sacrificio, hijos míos, sacrificio y oración. No dejéis de rezar el santo Rosario todos los días. El santo Rosario es un arma muy potente para salvar a la Humanidad, hijos míos. No os abandonéis en los sacramentos. Haced visitas al Santísimo; mi Hijo está triste y solo.

     Cuando llegue el momento terrible, los malvados entrarán en los hogares y matarán a todos los seres inocentes. Será terrible, hija mía. Haz sacrificio y penitencia y ama mucho a nuestros Corazones, hija mía.

     Besa el suelo por los pobres pecadores, hija mía...

     Y os repito: cuidado con los profetas falsos; acuden a este lugar para destruir a las almas. Yo sigo derramando gracias sobre este lugar. Todo el que venga aquí recibirá gracias especiales; y muchos, hija mía, sigo repitiendo, serán marcados con una cruz en la frente, que será la protección de Satán. Hay un precursor del Anticristo que acude a este lugar para arrastrar a las almas. Muchas de ellas han sido selladas en la mano izquierda y en sus frentes con el número 666. Sabréis distinguir esta marca porque se verá en las frentes.

     No os abandonéis, hijos míos, ni os dejéis arrastrar. Imitad a los verdaderos apóstoles y predicad el Evangelio.

     Tú, hija mía, conocerás las marcas; pero, ¡cuidado!... (Idioma desconocido).

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay!... ¡Ay, ya lo siento! ¡Ah, ese rechazo, sí!

 

     LA VIRGEN:

     Te haré sentir dentro de tu alma ese rechazo hacia esa marca. Ayuda a los pobres pecadores y diles que mi Corazón Inmaculado los espera para refugiarlos en él. Que en el corazón de una madre caben todos sus hijos. Que mi Corazón es tan grande, que cabe el mundo entero dentro de él. Que vuelvan al buen camino, que su Madre los espera, y que este Corazón será el que triunfe sobre toda la Humanidad.

     Pedid mucho por mi amado hijo, el Vicario de Cristo. Es muy perseguido, hija mía, por aquellos corazones endurecidos y perversos que no quieren llevar la doctrina de Cristo, como está escrita, sino quitar y poner a su gusto lo que ellos quieren. Por eso es perseguido, hija mía, porque nuestro Corazón le ama con todo... (Idioma extraño).

       Amadlo mucho, hijos míos, y seguid su doctrina. Estad en constante unión con él.

     Sacrificio pido, penitencia, hijos míos.

       Acudid a este lugar, que recibiréis muchas gracias, hijos míos.

     Y tú, hija mía, sé muy humilde, muy humilde. Sin humildad no se consigue el Cielo.

     Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos... Y te repito, hija mía: esta bendición sirve en todos los momentos; como te dijo el ángel: para nosotros el pasado y el futuro no existe, existe el presente.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos. ¡Adiós!