MENSAJE DEL DÍA 4 DE ABRIL DE 1987, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, hoy mi mensaje va a ser muy corto, hija mía. Mira quién viene conmigo: son siete ángeles que combatirán contra los siete pecados capitales del mundo; los siete pecados capitales del mundo, hija mía, que están destruyendo a las almas. Reina en el mundo la soberbia, hija mía, la avaricia, la lujuria, la ira, la envidia, la pereza... (Habla en idioma extraño).

     Mira cómo combatirán estos siete ángeles contra estos siete demonios. Hoy derramarán gracias especiales con todas las almas que acudan a este lugar; serán muy protegidas contra estos siete vicios.

     Mi Hijo me ha dado poder, hija mía, para sacar a las almas de las tinieblas y llevarlas a la luz. Mi Hijo canaliza todas las gracias a mi Corazón, para yo derramarlas sobre todos los hombres, hija mía, en estos tiempos.

     Yo soy el canal para ir a Jesús. Venid a mí todos; dejad los pecados, hijos míos.

     Mira cómo está el mundo con los siete pecados capitales, hija mía. Muchos, hijos míos, pecáis en estos siete vicios, pero os olvidáis de las virtudes que combaten a estos siete vicios. Mira cómo pecan, hija mía, cómo los pecados capitales están reinando en las almas.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, ay! ¡Manda gracias sobre ellos! ¡Huy, huy, huy!... ¡Ay, cómo está el mundo! ¡Ay, ay, ay, cuántos demonios se ocupan de esto! ¡Huy, huy, huy, cómo!... ¡Ay!... ¡No les hagáis caso! ¡Ay, que están todos ahí, muchos, muchos!... ¡Ay, cómo las arrastran! ¡Ay, ay, ay! ¡Ay, cuántos hay! ¡Ay! ¿No se puede hacer nada contra todo eso? ¡Ay!

 

     La Virgen:

     Sí, hija mía, se puede orar, amar y reparar. Estas tres cosas.

 

     LUZ Amparo:

     ¡Ay!, para sacarlos a todos de ese lugar. ¡Ay!

 

     La Virgen:

     Por eso me ha puesto mi Hijo como último recurso, para la salvación de las almas, hija mía. Mi Hijo está agotando todos los medios para salvarlas.

     Mira estas otras, cómo se dedican a adulterar la Biblia, la Palabra divina de Dios. Quitan y ponen lo que les agrada y van de puerta en puerta confundiendo a las almas. No os dejéis arrastrar por ellos, hijos míos. El que no honra a Cristo...

 

     LUZ Amparo:

     ¡Huy, huy, lo que hacen! ¡Ay!, pero es otra nueva...

 

     La Virgen:

     La hacen a su gusto y a su medida. Sí, ponen muchas palabras del Evangelio, pero las quitan, y ellos a su modo las ponen para atraer a las almas. Estos demonios, mira cómo se apoderan de ellos, para destruir la Palabra de Dios; para destruir a María, que por María vino la salvación al mundo, y con María, en la segunda venida, vendrá también la salvación.

Sí, hijos míos, por María vino la Redención y por María vendrá la salvación. El Salvador nació de esa Virgen Pura e Inmaculada y los hombres blasfeman contra Ella, quitando ese don que Dios le dio de ser Pura e Inmaculada. El que no ama a María no ama a Jesús.

 

     LUZ Amparo:

     Yo te amo mucho, Madre mía, aunque no soy digna y tengo muchos defectos. Yo pienso muchas veces, como tengo tantos defectos, si Jesús se retirará de mí. ¡Ay, muchas veces lo pienso!

 

     La Virgen:

     No, hija mía, ya te lo he dicho muchas veces, que tus defectos no serán causa de que Jesús se retire de ti; procura corregírtelos. Pero Jesús ama a las almas, aun con defectos, hijos míos. Lo que quiere de ellos es su limpieza de corazón, porque ya lo dice: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Sed mansos y humildes de corazón.

 

     LUZ Amparo:

     ¡Ay, qué grandeza tienen esos ángeles! ¡Huy, tienen también poder! ¡Ay, Madre mía! ¡Huy, pero cuántos demonios hay también!, ¿no? ¡Hay muchos, muchos, muchos ahí!... Hay miles y miles, ¡cómo van de allí para acá! ¡Huy qué malos son! ¡Huy!, ¿por qué no desaparecen todos ellos? ¡Ay, qué grandeza la de aquí, y qué basura la de allí! ¡Ay, Madre mía!, no nos abandones a ninguno; derrama muchas gracias sobre todos ellos. ¡Ay!

 

     La Virgen:

     Hija mía, quiero que sean agradecidos y den testimonio de tantas, tantas gracias como reciben. Prometí derramar muchas gracias sobre este lugar; las estoy derramando, pero las almas se quedan mudas y sordas. Dad testimonio, hijos míos, vuestra Madre os lo pide. Y no os preocupéis tanto del cuerpo; es más importante el alma. Acercaos al sacramento de la Penitencia, al sacramento de la Eucaristía, porque todo el que come el Cuerpo de Cristo y bebe su Sangre no morirá, porque tendrá vida eterna.

¿Cambias? Cambiad, para que recibáis todo esto.

 

     luz Amparo:

     ¡Ay, qué grandezas Madre mía, pero si sois tan grande! ¡Ay!, ¿qué queréis que haga yo, para poder reparar, Madre mía? ¡Ay, yo quiero hacer lo que sea! Lo que me digáis Vos, Madre mía. ¡Ay, Señora mía, qué guapa sois! ¡Ay, qué hermosa eres, Madre! ¡Ay, quiérelos a todos mucho!, porque todos los que vienen a este lugar, todos hacen un sacrificio para venir; derrama gracias sobre ellos, Madre mía, que ellos te aman mucho también. ¡Ay!

 

     La Virgen:

     Sí, hija mía, muchos acuden a este lugar sin fe, pero sus corazones se derriten por el amor que mando sobre ellos. Soy Madre y amo a todos mis hijos, ¡a todos, hija mía!; te repito que no distingo razas, porque los amo a todos con todo mi Corazón...

     Y vosotros, hijos míos, aprended bien el Evangelio y gritad por todos los rincones del mundo que Cristo va a venir y hará un juicio pequeño a todas las naciones de la Tierra. Que cambien sus vidas, que el tiempo se aproxima. Amaos mucho unos a otros, hijos míos, porque mi Corazón os ama a todos, y todos los que trabajéis por la gloria de mi Dios, seréis bien pagados, hijos míos, en la Tierra y en el Cielo. Pero, ¡ay de aquéllos que desprecian mis palabras, y aquéllos... (Habla en un idioma extraño), porque no quieren arrepentirse! Porque mi Corazón derrama gracias sobre todos, y aquéllos que más necesitan más gracias derramo sobre sus corazones. Pero se hacen sordos y mudos, hija mía.

     Ve de rodillas y ofrécelo por la salvación de las almas. Besa el suelo, hija mía, por la conversión de los pecadores. Todo sacrificio quedará recompensado, hija mía...

     (Luz Amparo empieza a caminar de rodillas por la pradera; lo hace con las manos juntas sobre el pecho y el rosario entre ellas. Cae al suelo y queda postrada e inerte durante unos segundos, durante los cuales —según explicación suya posterior— ve al Señor con la Cruz a cuestas, y ella se la pide con el deseo de descargarle de ese peso.

     Lentamente se va incorporando y, levantando la mano derecha, hace ademán de sujetar la Cruz; se aprecia cómo la pesada carga la vence hacia el lado derecho y, trabajosamente, avanza de nuevo de rodillas, percibiéndose un sonido como de un madero arrastrado sobre piedras. Cae de bruces sobre la nieve varias veces, levantándose por sí sola cada vez que cae. Sigue su recorrido fatigosamente y sin dejar de repetir: “En reparación por los pecadores”, con una capacidad de sufrimiento que supera la resistencia humana. Regresa así al punto de partida, donde, dirigiéndose al Señor, le entrega la Cruz y le repite entrecortadamente: “Cógela, cógela”. En ese momento, Luz Amparo, al sentirse descargada del peso de la Cruz, cae de nuevo sobre la nieve, de bruces. El viento y la nieve la azotan. Pasados unos segundos, vuelve a incorporarse lentamente hasta quedar de rodillas).

 

     LUZ Amparo:

     ¡Ay, ay, Madre mía! ¡Ay, Madre mía![1]

     ¿Qué más quieres? ¿Qué más quieres...?

     ¡Ya no puedo más! Mira a ver qué quieres que haga... ¡Ay! ¡Ay!..., que rezo por los pecadores..., por los pecadores, por los pecadores... Lo ofrezco, Señor. ¡Madre mía, ayúdame!, porque estoy casi muerta... ¡Ay, Madre mía, qué grandeza la Tuya! ¡Ay, si yo lo que quiero es irme ya contigo! ¡Ay, ay, ay, ay, otra vez a beber el cáliz, ¿también?..., y a besar otra vez el suelo! ¡Bueno!, pues lo beso, ¡venga!... Y me das el cáliz también, ¿o no? Si quieres bebo también. ¡Bueno, venga!, dame que beba también... ¡Ay..., ay..., ay, ya te ayudo a Ti también a sufrir por los pecadores, Madre mía! Pero si esto tiene mucho valor. Pero, ¿y si no tiene valor, Madre mía? ¿Qué vamos a hacer más? ¡Ay, Madre, yo te amo mucho! Si yo sé que el cuerpo no sirve para nada, pero... hay veces que no puedo más, como no me des Tú fortaleza... A tu Hijo, que me dé mucha fortaleza para poder soportarlo.

     ¡Ay! ¡Ay! ¿Vas a mandar una bendición muy especial para todos? Pobrecitos, todos te quieren mucho, todos los que vienen aquí. ¡Ay!, y Madre mía, el otro día, que me decías que a ese lugar que no acudiesen, o los de aquí... ¿Cuál lugar era? ¡Ah, ah!, eran bendecidos todos los de este lugar, y que no acudiesen a ese otro lugar, pero..., ¿por qué? ¡Ah, ah! Acláralo Tú, Madre mía. ¡Ah!, ¿a aquel lugar que dijeron que un mensaje no lo habíamos dado? ¡Ay!, a ese lugar. ¡Ay, es Talavera! ¡Ah! Ahí están jugando con tu nombre. ¡Madre mía, perdónalos! ¡Ay! Perdónalos y dales gracias también. ¡Ay!

 

     La Virgen:

     Están jugando con mi nombre, hija mía. ¡Cuántos falsos profetas!, y las almas, ¡cómo se dejan arrastrar por ellos, hija mía! Hay muchos falsos profetas. Es el tiempo de confundir a la gente, hija mía. No hagas caso a ninguno de ellos, si yo no te lo ordeno.

 

     LUZ Amparo:

     ¡Ay, Madre mía! Pero, ¿todos ésos también? Y esa mujer también, ¿verdad? ¡Ay, Madre mía!, yo no voy a decir nada a nadie, pero ya sé todos los que son. ¡Madre mía, gracias! Gracias. Y quiero que me des mucha humildad, porque, a veces, soy también soberbia, ¿sabes? ¡Ay!, pero yo quiero amaros mucho, amar a la Iglesia, amar al Papa y a los sacerdotes. Enséñame cómo los tengo que amar, porque yo quiero amarlos con todo mi corazón. Y a todos los hombres también, ¡a todos! Haré sacrificio por ellos, pero ayúdame, Madre mía, porque estoy como un guiñapo a veces, ¿eh? Pero no me importa, Madre; ¡ay, no me importa dejar esto! ¿Vas a tardar mucho en subirme? ¡Ay!, porque no estoy en ningún sitio. Ahora, ni aquí ni allí, ni arriba. Pues, ¿cómo puede ser esto, Madre mía? En este momento tampoco estoy abajo y tampoco estoy arriba. ¡Ay!, pero bueno, Tú eres la que lo tienes que hacer todo, con tu Hijo, Madre mía.

     Manda una bendición para todos los que sufren, pobrecitos. ¡Ay, me da tanta pena de ellos! ¡Ay! Y bendice los objetos, Madre mía.

 

     La Virgen:

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos...

     Todos han sido bendecidos, con una bendición especial para enfermos de alma y cuerpo.

 

     LUZ Amparo:

     ¡Ay, qué grande eres! ¡Ah!

 

     La Virgen:

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos. ¡Adiós!



[1] La frase en cursiva no se ha podido comprobar en la grabación disponible, debido a un corte en la misma. Ha sido tomada del mensaje que, en su momento, fue trascrito.