MENSAJE DEL DÍA 6 DE AGOSTO DE 1988, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Vas a empezar, hija mía, besando el suelo, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo...

     Hoy, hija mía, este mensaje va a ir más dirigido a los conductores de mis Leyes, aquellos maestros que no entran en el Cielo ni quieren que los demás entren, hija mía. Aquéllos que han escandalizado tantos y tantos corazones, y ellos no dan fruto y no quieren que las almas den frutos por ellos. Ni quieren que trabajen por la salvación de las almas; ni ellos trabajan ni dejan trabajar, hijos míos.

     Muchos corazones os han admirado, doctores de la Ley, pero habéis escandalizado a muchos corazones. Os admiraban como verdaderos imitadores de Cristo, y verdaderos portadores del Evangelio, pero habéis cambiado, hijos míos, vuestra vida por comodidad, por dinero, por honores y habéis introducido a muchas almas en el abismo; y no dejáis, hijos míos, a mis portavoces que hablen de mi mensaje. Os reís de ellos, los difamáis, los calumniáis, y sabéis, hijos míos, que la mayoría de estas manifestaciones son provocadas por vosotros, por vuestra falta de amor a la Iglesia, por vuestra falta de respeto al Vicario, por vuestra falta de entrega, hijos míos. Pero vuestra soberbia os deja ciegos, y no os deja ver la situación del mundo, hijos míos.

     Mira, hija mía, voy a enseñarte cuatro cálices, dos divinos y dos infernales. Los divinos están rebosando de justicia y de misericordia, y los infernales: verás el Dragón, desde su guarida, cómo derrama la iniquidad que estos cálices contienen. Mira dónde está el Dragón escondido, hija mía, y explica...

 

     LUZ AMPARO:

     Veo un animal grande, muy grande, con unas pezuñas como del cocodrilo, unos ojos como de serpiente, ¡oy!..., una cabeza aplastada larga, muy larga, con dientes de cocodrilo, ¡ay!...; con las pezuñas ha cogido uno de los cálices y lo está derramando sobre toda la Humanidad: es odio, envidia, lujuria, ¡ay!... Con esa cabeza de serpiente tan larga, la mueve a un lado y a otro y coge al vuelo a las almas, y las introduce dentro... ¡Ay, qué tripa tiene!..., ¡ay!, con esa gran boca; ¡ay, cómo las coge!..., ¡ay..., qué movimientos más rápidos! Ha derramado ya el cáliz entero, y las almas caen selladas por el 666 en sus frentes; miles y miles de almas se han introducido dentro de su estómago, ¡ay!... ¡Ay!, al otro lado veo a María con Jesús, cada uno con un cáliz, rebosa su misericordia y su amor, ¡ay!; pero ahí también está el Ángel de la justicia muy severo, también caen almas a esta parte, porque donde cae lo que hay dentro de ese cáliz... ¡Ay..., cuántas almas hay selladas!, ¡ay, Dios mío!, ¡ay, la Virgen tiene un Corazón que atrae a las almas!, ¡cuántas van!, ¡ay, Madre mía, no dejes a ese Dragón infernal que coja más! ¡Ay!, ahí está el bien y el mal..., ¡ay..., cuánto mal!...

 

     LA VIRGEN:

     Es necesario, hija mía, que vuelvas a besar el suelo, en reparación de tantos pecados como se cometen en la Humanidad...

     Van a ser selladas las frentes que quedan en este lugar que sellar...

     Hijos míos, el hijo de la iniquidad quiere aprovecharse de la mayor parte de la Humanidad. Sed fieles al Evangelio, hijos míos, sed imitadores de Cristo.

     Y vosotros, maestros de las Leyes, salíos del mundo y sed esos Cristos docentes; predicad el Evangelio tal como está escrito, hijos míos. Retiraos de las comodidades, de los placeres, de los honores, y entregaos al sacrificio, a la penitencia y a la oración. Sólo desde la oración y desde el sacrificio podréis salvar vuestras almas, hijos míos. Amaos unos a otros como Cristo os enseñó a amaros.

     Y vosotros, guías del pueblo: no os interpongáis en el camino de mis portavoces, y dejad que hagan lo que vosotros no hacéis.

     Cristo coge a las almas miserables, pobres e incultas, porque sabe que de su naturaleza humana puede sacar grandes virtudes para comunicárselas a los hombres.

     Sí, hija mía, mi Hijo te ha escogido como miseria humana, pero tú te has dejado en sus manos, te has dejado labrar, hija mía, y has conseguido la virtud de la humildad, de la obediencia, que es lo más importante, hija mía. Piensa, hija mía, que mi Hijo te escogió víctima de reparación, y te repito tantas veces: tu misión es sufrir, hija mía; ayuda a nuestros Corazones a salvar a la Humanidad corrompida por el pecado de la carne, de tantos y tantos vicios. Los hombres están materializados en el dinero, en la carne, y olvidan las leyes de Dios, hijos míos.

     No alberguéis odio en vuestro corazón, amaos, practicad ese mandamiento primero que Cristo os enseñó: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.

     Todas las frentes que acudan a este lugar, serán selladas con un fuerte sello, para que el enemigo, desde su guarida, no pueda atacarlos.

     Mi Hijo manda sus portavoces para enseñar a los hombres a amar a la Iglesia, a amar al Vicario; vosotros, guías del pueblo y conductores de Cristo, amad a vuestro Vicario, amad a la Iglesia. No seáis soberbios, hijos míos, ¿quién sois vosotros para decir a quién tengo que manifestarme? Amad mi Corazón y veréis con claridad, hijos míos. Habéis olvidado que María es la Madre de Dios, y no es ninguna herejía decir que es Madre de la divinidad de Jesús, y que Dios me otorgó todos los dones y me dio gracias para derramarlas en este final de los tiempos, hijos míos. Convertíos, hijos míos, arrepentíos; orad, orad, para no caer en tentación.

     No os riáis de mis mensajes, hijos míos. Según tratéis a mis portavoces, seréis tratados. Humillaos y reconoced vuestra soberbia. Todo lo tengo dicho, hijos míos, pero no dejaré de manifestarme en este lugar hasta que consiga lo que he pedido, hija mía, aunque los hombres se hagan los sordos. Vuestra Madre Dolorosa se manifestará en este lugar a los hombres.

     Tú, hija mía, sé humilde y abandónate en las manos de mi Hijo. Tendrás pruebas muy duras, hija mía, pero nadie podrá matar tu alma, aunque los hombres intenten matar tu cuerpo. Humildad te pido, hija mía.

     Hoy hay una bendición muy especial para todos los que acudan a este lugar y todas las frentes, no importa edades, ni colores, ni altos, ni bajos, ni ricos, ni pobres; todos serán sellados con este sello especial, hijos míos.

     Seguid acudiendo a este lugar; os dije un día que por vosotros saldrá esta Obra adelante; no me defraudéis, hijos míos. Refugiaos en mi Inmaculado Corazón, porque mi Inmaculado Corazón triunfará sobre toda la Humanidad.

     Los hombres están ciegos, y no ven la situación del mundo y, repito, el mundo está enfermo, con una enfermedad mortal que sólo por Cristo y María podrá salvarse.

     Amad a la Iglesia, hijos míos, frecuentad los sacramentos, amad al Vicario de Cristo, rezad todos los días el santo Rosario. El Rosario, hija mía, es un rezo exquisito, litúrgico. Amad a vuestra Madre, hijos míos, y amaos unos a otros.

     Yo me manifiesto en muchos lugares, para recoger el rebaño que está disperso por todos los rincones de la Tierra, y muchas almas, hija mía, han caído en mi rebaño; aunque estoy triste por los que se dejan sellar por el enemigo, mi Corazón tiene mucha alegría porque se salvan muchas almas, y muchos han sido sellados con la señal de los escogidos.

     No os dejéis, hijos míos, arrastrar por esos profetas falsos que confunden la doctrina y buscan los honores terrenos. Aquí, a este lugar, están acudiendo muchos profetas falsos, hijos míos. Orad, para que sepáis distinguir dónde está la verdad.

     Y vosotros, guías del pueblo, que os estáis tragando... el mosquito y estáis dejando el camello; está escrito: vigilad, que por los frutos los conoceréis, y aquéllos que no están conmigo van en contra mía. No difaméis, no faltéis a la caridad a mis portavoces, hijos míos, y no os riáis de aquellos maestros, que aunque pocos, todavía quedan, que llevan el Evangelio tal como es, con esa esencia de la vida y la muerte de Cristo. No os riáis, porque ¡ay de vosotros cuando os presentéis ante Cristo! Allí será el rechinar de dientes y allí serán los llantos, y no habrá compasión para vosotros. Yo os amo a todos, hijos míos; todavía estáis a tiempo: convertíos y arrepentíos, venid a María, que María es el camino recto y seguro para ir a Jesús. Dios Padre me ha puesto como camino de salvación, como puerta del Cielo, para que todos entréis por mí para ir a Jesús.

     Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los enfermos...

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     La paz os dejo, hijos míos.

     ¡Adiós!...