MENSAJE DEL DÍA 7 DE
ABRIL DE 1990, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE
EL ESCORIAL (MADRID)
EL
SEÑOR:
Hija mía, yo, como Hijo
del Dios vivo, ordeno a todos mis ángeles que sellen todas las frentes de mis
hijos. Por eso, hija mía, es la insistencia tan grande de que acudan a este
lugar. Todas las frentes serán selladas y esta señal que el rey de la mentira,
de la envidia, de la lujuria y de la perversidad, perseguirá; pero no podrá con
esta señal, hija mía, porque las puertas del Infierno no prevalecerán
abiertas.
Pero todos los
habitantes de la Tierra, hija mía, que no quieran reconocer a Dios como Creador,
tendrán que apurar las heces del cáliz de la cólera de Dios, producto de todos
sus pecados y de tantas y tantas ofensas como han hecho
sufrir a nuestros Corazones.
Cuando los hombres me
reconozcan el poder que tengo, aplicaré mi justicia. Quiero que se reconozca a
mi Madre como Madre de la naturaleza divina, no como los hombres la reconocen:
sólo como Madre de la naturaleza humana.
LA
VIRGEN:
Aquí estoy, hija mía,
como Madre de la Iglesia.
Amad a la Iglesia,
hijos míos; cuanto más améis a la Iglesia más amaréis a Cristo. Cristo dio su
vida por la Iglesia y para la Iglesia. La santidad de la Iglesia viene de la
santidad de Cristo, hijos míos. La Iglesia es rica porque en ella hay canales de
gracias para la salvación de los hombres; la Iglesia es rica, hijos míos, porque
en ella está el Manjar exquisito de vida eterna.
¡Ay, pastores que os
retiráis de la Iglesia y hacéis sufrir nuestros Corazones! Tened conciencia,
hijos míos, de lo que hacéis; que mi Hijo os dio poder para hacer y deshacer,
pero con justicia y con santo temor de Dios, no a vuestro antojo y a vuestro
capricho. ¡Ay, hijos míos, qué cuentas tan estrechas tenéis que dar a Dios! ¿No
os da pena, hijos míos, del Corazón de todo un Dios entristecido? Vuestros
corazones de bronce, hijos míos, hacen sufrir a nuestros Corazones. Volved a
vuestro ministerio, hijos míos, que todo el Corazón de un Dios sale todos los
días a vuestro encuentro, para que os humilléis e inclinéis vuestra rodilla ante
su Divina Majestad. ¡Ay, guías del pueblo! ¿No os da pena de tantos malos
ejemplos como estáis dando a la Humanidad? Mi Corazón os ama, hijos míos, por
eso os aviso, porque vuestro pecado es terrible; al Cielo está clamando
venganza, hijos míos. Sed buenos pastores de almas y dedicaos a vuestro
ministerio y dejad las cosas del mundo. Satanás quiere aprovecharse de vuestras
almas, y nuestros Corazones sufren, hijos míos. El pueblo necesita de vosotros,
hijos míos, necesita de que prediquéis el Evangelio tal como está escrito, hijos
míos. Enseñad a los hombres a amarse para que se acaben las violencias y las
guerras. Enseñadles a orar, hijos míos. ¡Ay, hijos pródigos!, volved a la casa
paterna del Padre, que os revestirá con una nueva vestidura de
gracias.
Acudid a este lugar,
hijos míos, que seréis protegidos del 666. Los tiempos son graves, muy graves,
hijos míos; el enemigo, el rey del Infierno, está haciendo estragos en la
Tierra. ¿No os dais cuenta, hijos míos, de la perversidad que hay en el mundo?
¡Despertad, que estáis aletargados, hijos míos! Sólo el rey de la mentira y de
la destrucción puede aletargar vuestras almas para que os quedéis sordos y mudos
a la gracia.
Mira, hija mía, qué
ejército de ángeles está dedicado a sellar frentes. Por eso mi insistencia
y mi llamada urgente, hija mía, es para salvar a la
Humanidad.
Todos seréis sellados,
hijos míos, para que seáis protegidos contra el enemigo. Miles y miles de
ángeles están sellando frentes.
¿Ves como vale la pena
el dolor y el sufrimiento, hija mía? Tienes recompensa a tu dolor. Tú, hija mía,
sé humilde, muy humilde, para que el enemigo no pueda hacer estragos en las
almas.
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el
mundo...
Levantad vuestro
corazón, hijos míos, estad alerta; orad y arrepentíos de vuestros pecados, hijos
míos...
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos, hijos míos, con bendiciones especiales para
proteger vuestras almas... Todos han sido bendecidos.
Rezad el santo Rosario
todos los días para que vuestra Madre, hijos míos, os proteja de Satanás. Yo
seré la que pisaré su cabeza; pero ahora es su tiempo, es el reinado del
enemigo; por eso tiene miles y miles de ángeles de la tiniebla haciendo estragos
en la Humanidad, dividiendo los pueblos y entibiando los corazones; porque
cuando llega la tibieza al corazón ya el hombre le da igual todo, se queda sordo
a todas las gracias. ¡Despertad, hijos míos, despertad, almas consagradas, guías
del pueblo de Dios, no endurezcáis vuestro corazón a Dios; y volved al Evangelio
y predicadlo tal como está escrito! Sed buenos imitadores de Cristo: renunciad a
las cosas del mundo, vivid en pobreza, humildad, castidad y obediencia, hijos
míos. Yo estaré con vosotros, no os dejéis engañar por
Satanás.
Adiós, hijos
míos.
La paz os
dejo.