MENSAJE DEL DÍA 7 DE
JULIO DE 1990, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE
EL ESCORIAL (MADRID)
LA
VIRGEN:
Orad, hijos míos; si no
oráis perderéis la mirada de Dios, hijos míos; no estaréis en comunicación con
Él. Contempladle, hijos míos, y adoradle. Yo desde muy niña estuve en constante
contemplación con el Padre y en constante oración; estuve unida a su
Palabra.
Por eso, hijos míos, la
Palabra se encarnó dentro de mí; la Palabra que un día tenía que ser explicada a
los hombres. Yo tuve el don, hijos míos, de muchas gracias; el privilegio de
ninguna criatura lo tuve yo. Todas estas gracias me vinieron por medio de mi
Hijo, el Verbo encarnado en mis entrañas. Por el “sí”
que di al Padre, hijos
míos, me concedió todos estos privilegios. Y no sólo me concedió ser Madre del
Verbo encarnado, que también me concedió ser Madre de la Iglesia; y los hombres
quieren apartarme de ella. Hijos míos, ¿cómo queréis apartar a vuestra Madre de
vosotros, si os tiene que enseñar el camino de salvación? Sin Ella, hijos míos,
estáis huérfanos.
Orad, hijos míos, y no
os apartéis de la oración. Alabad a Dios y haced sacrificios en desagravios a su
Divina Majestad. No seáis cobardes, hijos míos, y dad testimonio de la verdad.
Vuestros corazones están tibios, hijos míos, y los vicios los veis virtudes y
las virtudes vicios. Os quedáis en tinieblas al no tener fe, hijos míos, y os
guiáis por vosotros mismos. Dejaos guiar por vuestra Madre, que Ella os enseñará
a amar a la Iglesia, hijos míos.
¡Ay, guías del Pueblo,
explicad a los hombres el Evangelio tal como es! Si no, hijos míos, cuando os
presentéis ante el Padre, ¡qué tristeza sentirá mi Corazón cuando os diga: “Id,
malditos de mi Padre, al fuego eterno”!
Mira, hija mía, este
guía divino, va a guiarte al Maestro universo.
EL
SEÑOR:
Mira, hija mía, aquí
está mi Trono. Oyes mi voz y no me ves, pero existo. Yo soy el que soy. Déjate
guiar por el Monitor de misterio, hija mía. Todo el que se deje guiar por el
Monitor de misterio será protegido y será salvo.
Hija mía, el que me ve
a mí ve al Padre. Somos como la lluvia que empapa los campos con buenos fines y
desembocamos en grandes cascadas donde todas las criaturas se abastecen de este
Maestro universo. Vas a ser conducida ante las puertas de la Divina Sabiduría.
Mira, hija mía, aquí están las puertas de la Divina Sabiduría. Aquí están las
Tres Divinas Personas; sólo Ellas conocen los caminos de los grandes paraísos.
Todo aquél que se deje guiar por el Monitor de misterio, llegará a tener esta
sabiduría y entendimiento.
Todo el que cumpla las
leyes divinas llegará a este lugar; todos sois llamados para ello, hijos míos.
Todo el que se deje por este Monitor de misterio navegará a grandes universos
sin fin, hasta encontrar el centro más importante del Universo, donde está la
chispa de la divinidad.
Los hombres no
entenderán, hija mía, estas palabras.
Pero sí que os digo,
hijos míos, que todos los que seáis capaces de aceptar con buena voluntad el
Evangelio y mis palabras, seréis conducidos por estos lugares. Mira, hija mía,
la Isla eterna; de aquí salen ríos frondosos. Este es el cimiento de la
Creación; si no existiese este cimiento nada existiría, hija mía. Esta es la
Isla eterna, la Isla del Amor, la Isla que no tiene
tiempo.
Vale la pena renunciar
a tantas y tantas cosas de la Tierra para alcanzar esta belleza, hija
mía.
Los hombres se matan
unos a otros por envidias, por las riquezas y los placeres, y no llegan a gozar
de esta eternidad, hija mía. Todo el que llegue aquí, a este Maestro universo, a
la Isla del Amor, vivirá eternamente gozando, hija mía.
Por eso os pido oración
y sacrificios. Los hombres se han olvidado de Dios y del mandamiento principal
del amor.
Y muchos de vosotros,
hijos míos, de los que acudís a este lugar, y habéis recibido gracias y las
negáis ante los hombres y os avergonzáis de dar testimonio de ellas, mi Padre os
negará ante los ángeles.
LA
VIRGEN:
Rezad el Rosario todos
los días, hijos míos; todo el que rece el santo Rosario estará en mi rebaño y
será protegido con mi manto y asistido en la hora de la
muerte.
Amaos unos a otros y
renunciad a vosotros mismos, hijos míos.
EL
SEÑOR:
Y tú, hija mía, ocúpate
de amarme con todo tu corazón y con todas tus fuerzas. Lo demás déjalo en mis
manos, hija mía.
Yo soy el que todo lo
puede; yo te dije que pondría personas en tu camino para levantar mi Obra; así
está siendo, hija mía.
Que nada te angustie y
que nada te entristezca.
LA
VIRGEN:
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el
mundo.
Los pecados de los
hombres, hija mía, afligen mucho mi Corazón y el Corazón de
Cristo.
Sed mansos y humildes
de corazón y no arméis discordias unos contra otros.
Levantad todos los
objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con gracias especiales para el
cuerpo y el alma...
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
Adiós, hijos míos.