MENSAJE DEL DÍA 4 DE
AGOSTO DE 1990, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE
EL ESCORIAL (MADRID)
LA
VIRGEN:
Lo primero, hija mía,
besa el suelo en reparación de tantas y tantas ofensas como se cometen en la
Humanidad...
Y ahora, hija mía, vas
a beber unas gotas del cáliz del dolor para fortalecer tu
espíritu...
Mi Corazón está
entristecido, hija mía, porque los hombres convierten este lugar en lugar de
recreo y acuden a él muchos profetas falsos. Hija mía, ¡qué tristeza siente mi
Corazón cuando los hombres juegan con las cosas
sagradas! ¡Cuántos ignorantes siguen a todos estos profetas falsos! ¿Sabéis lo
que buscan, hija mía? Protagonizar y confundir a las
almas.
Yo me manifesté en este
lugar y cogí a un instrumento para comunicar al mundo el mensaje universal.
¿Cómo jugáis, hijos míos, con cosas tan sagradas? Apartaos de todos esos
profetas falsos, hijos míos, que no buscan nada más que ser admirados. ¡Qué
ignorantes!, ¿no sabéis discernir la doctrina de Cristo y la falsedad de los
hombres?
Vuelve a besar el
suelo, hija mía, por tantas y tantas irreverencias que cometen en este lugar y
tantas ofensas como hacen a mi Inmaculado Corazón.
Vigilad este lugar,
hijos míos; sólo pensad que mis plantas virginales se han posado en él. Estad
alerta, hijos míos, con esos falsos profetas. Los hay por millares, hijos míos.
Cada grupo se busca su profeta.
Mira, hija mía, lo que
sufre mi Corazón por todas estas almas. Cada vez que vienen y cometen todas esas
falsedades, clavan profundas espinas en mi Corazón, hija mía. Mira cómo está
rodeado de espinas. Pide por todos ellos, hija mía, y por todos aquéllos que los
rodean, para que sepan discernir la luz de la
tiniebla.
Ahora vas a ver, hija
mía... Mira, otra vez, el Maestro universo. Mira y explica, hija
mía.
LUZ AMPARO:
Veo una rueda blanca
grande, muy grande, llena de gloria, y dentro de la rueda hay cien mil billones
de universos.
LA VIRGEN:
En este universo, hija
mía, del norte paraíso, está la Escuela de Dios. Ahí hay siete espíritus, hija
mía. Esos siete espíritus enseñan a los hombres los atributos..., todos los
atributos que tiene Dios. Él ha creado toda la Creación; Él ha creado al hombre,
le ha dado vida y le ha dado también para que transmita vida. Él vigila todos
los mundos.
Mira ese espíritu y
escúchale, hija mía.
ESPÍRITU:
Criatura humana, que
existes, del globo terrestre; mira: aquí está el que todo lo puede, el que todo
lo hizo, el que da la luz, el que os cubre por la noche, el que vigila hasta los
más recónditos de vuestros pensamientos, el que sabe hasta el último cabello de
vuestra cabeza, el que dirige todos los sistemas planetarios, el que llama a
cada estrella por su nombre, el que manda en todos los ejércitos de ángeles, el
que vigila las criaturas. Él es Espíritu, Él es Energía divina que abastece el
Cielo y la Tierra... (Pausa con admiraciones de Luz
Amparo).
LA VIRGEN:
Ni una briza (1) de hierba, hijos míos, crece sin su voluntad. Él
ha hecho el tiempo y la eternidad... (Pausa con admiraciones). Dejaos,
hijos míos, guiar por el ministerio... Este misterio sólo lo entiende el Monitor
divino; dejaos guiar por él, para que él os lleve al Padre, hijos
míos.
Toda la creación está
bien hecha, hijos míos; nada se rebeló contra Él; Él es la Deidad, Él es el que
reina, Él es el que dirige. Y todo se dejó dirigir por Él menos el corazón
endurecido y empedernido del hombre, que se rebeló contra Él y se sigue
rebelando para hacer su voluntad, no la de Dios. Ningún hijo de Dios fue creado
para dudar de Él; todos fueron creados para participar de su Gloria. Pero
vosotros, criaturas terrestres, ¿qué hacéis con las leyes y la doctrina? Cada
uno aplicáis la doctrina según vuestros gustos. Dejaos conducir a la Escuela de
Dios y aprenderéis todos los atributos que Dios tiene sobre la Tierra. Estáis
ciegos como los topos, hijos míos, que les gusta vivir en sus oscuras galerías
sin buscar otros mundos; no seáis topos, hijos míos, despertad a la luz y dejaos
conducir a la Escuela divina del Padre.
Mira, hija mía, los
hombres creen que viven en paz; viven en una falsa paz: piden con los labios la
paz y con el corazón la guerra.
Cumplid, hijos míos,
vuestras obligaciones como buenos cristianos y veréis a Aquél que ha hecho la
luz y la materia. Pero no perdáis todos estos mundos por disfrutar de la
materia, hijos míos. Vivid del espíritu y elevad vuestros corazones al Padre.
Estos tiempos, hijos míos, sólo son de amor y de paz. El hombre tiene que orar
sin cesar para conseguir el amor y la paz.
Aquí hay paz, hija mía;
pero la Tierra se ha convertido, como te he dicho otras veces, en escenario de
crímenes, y la Tierra está enrojecida de sangre por el
pecado.
Orad sin cesar; estos
tiempos son graves. Amad a la Iglesia, hijas mías, con todo vuestro corazón y
aprended la doctrina para explicársela a los hombres. Que vuestro corazón sólo
pertenezca a un dueño, no lo entreguéis a dos, hijas mías, porque si estáis
ocupadas con uno, olvidáis al otro. Mi Corazón ha derramado gracias sobre
vosotras, sed fieles a todas estas gracias, hijas mías.
Sed como la sal de la
tierra; que mi Hijo fije su morada en vosotros. A veces, hijos míos, mi Hijo no
tiene dónde fijar su morada, porque dentro de los corazones no hay nada más que
materia. Humillaos, sed humildes, hijos míos, sólo el que se humilla será
ensalzado.
Y vosotros, almas
consagradas, quiero que os preocupéis menos del mundo y más de vuestro Dios.
Estáis materializadas, hijas mías, y donde no se rechaza la materia, no puede
elevarse el espíritu. Aquéllas que quedáis todavía, que decís amáis a Cristo y
dentro de vuestro corazón están las cosas del mundo, pensáis en el mañana, no
cumplís el Evangelio, hijas mías. Dejad que Dios sea el que vele por vosotros.
Ocupaos de orar, de hacer sacrificio y de amaros unas a otras, que en la mayoría
de mis conventos no hay nada más que discordia. Almas consagradas, ¡amad a mi
Hijo, que mi Hijo os ama con todo su Corazón; no le abandonéis, hijas
mías!
Y vosotras que
particularmente os habéis entregado al Señor, dadle gloria, hijas mías, con
vuestros actos y vuestras plegarias.
Amaos los unos a los
otros, ése es el mandamiento más importante que Dios ha instituido a los
hombres. Pero los hombres han olvidado ese mandamiento y pierden el tiempo
odiándose a muerte y almacenando riquezas. ¿Para qué queréis las riquezas, hijos
míos, si no sabéis si las vais a poder aprovechar, hijos míos? Desprendeos de
las cosas terrestres y tened vuestro pensamiento puesto en el Cielo. Cambiad
vuestras vidas, hijos míos.
Yo derramaré muchas
gracias sobre todos los que acudan a este lugar y muchos serán curados de cuerpo
y otros de alma; pero todo el que pise este lugar recibirá gracias
especiales.
Y tú, hija mía,
comunica a los hombres la clase de profetas que hay falsos. Comunica lo que yo
te digo, hija mía.
¡Cómo aceptáis —qué
ignorantes— todos aquéllos que venís con vuestros profetas particulares,
aceptáis para cada uno un mensaje, hijos míos! No os envanezcáis; Dios manda un
mensaje universal para la Humanidad. Cumplid con este mensaje; ¿no veis que el
demonio os arrastra para sacaros de donde recibís gracias, hijos míos? Despertad
y sabed distinguir la verdad de la mentira.
Tú, hija mía, sé
humilde y levanta tu corazón a Dios, tu Creador, Él te dará fuerzas, hija mía,
para seguir luchando.
Vuelve a besar el suelo
por tantos y tantos pecados como se cometen y tantos y tantos ultrajes como
hacen a la Divina Majestad de Dios.
Hija mía, tu misión es
sufrir en la Tierra; pero vale la pena el sufrimiento, hija mía, para recibir la
recompensa.
LUZ AMPARO:
¡Ay, Madre mía, a veces
no puedo más! ¡A veces me fallan las fuerzas!
LA VIRGEN:
Piensa, hija mía, que
tu misión es la de víctima inmolada por los hombres; ¡no te importe la calumnia!
A mi Hijo le calumniaron, hija mía. ¡No te importe la ofensa! A mi Hijo le
ofendieron y los hombres le siguen ofendiendo. Eleva más tu espíritu, verás cómo
no te importa nada, hija mía. Nosotros fortaleceremos tu espíritu. Tú, ámanos
con todo tu corazón y deja lo demás, hija mía. Tú sigue con tu Obra, que es mi
Obra y la Obra de mi Hijo. Dedícate a los demás, hija mía, que nosotros nos
dedicaremos en ti. ¿No te dije, hija mía, que iría poniendo personas en tu
camino que fuesen ayudando esta Obra? Y así es, hija mía, como tu Madre te ha
prometido: yo iré poniendo en tu camino almas que saquen adelante tu Obra, hija
mía. ¿No ves toda una juventud que ha dejado todo para entregarse a esta Obra
tuya y mía? Si Dios es el Creador, hija mía, el que todo lo puede, no dudes ni
un momento de que no sólo esta Obra, sino todas tus obras saldrán adelante, hija
mía.
LUZ AMPARO:
¡Gracias, Señor y Madre
mía!
Te doy gracias y
perdonad mis dudas. A veces..., a veces dudo también si todo saldrá adelante,
¡perdóname, Madre mía y Dios mío! Yo quiero hacer vuestra voluntad y no la mía.
A veces soy soberbia y no confío en vosotros. A veces me preocupa la Obra; pero
tú sabes, Madre mía, que no me preocupo por mí, sino me preocupo por todos
ellos.
LA VIRGEN:
Tú haz de monitor en la
Tierra, hija mía, y deja lo demás en las manos de Cristo.
LUZ AMPARO:
¡Gracias, Madre mía!
¡Gracias!
LA VIRGEN:
Seguid acudiendo a este
lugar, hijos míos, a rezar el santo Rosario. El santo Rosario es un arma potente
contra los pecados de los hombres y para la paz del mundo, hijos míos. Acercaos
a los sacramentos y, sobre todo, limpiad antes vuestras almas. Yo estaré entre
vosotros acompañándoos a rezar el santo Rosario. Algunos, hijos míos, sentiréis
mi presencia.
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales, hijos míos. Y una
bendición especial para todos vosotros, para que seáis fuertes en el espíritu y
os olvidéis de las cosas del mundo.
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
Adiós, hijos
míos.
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(1) “Briza”: con este nombre se denomina, en
la lengua castellana, un género de plantas de tallo poco
elevado.