MENSAJE DEL DÍA 1 DE SEPTIEMBRE DE 1990, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, hoy vengo como la Madre del Amor. El amor es hermoso. Así vengo vestida y vengo a enseñar a los hombres la falta de amor que hay en la Tierra. ¡Un solo acto de amor, hija mía, puede salvar a tantas almas!... El amor es importante. Entre la Humanidad no existe el amor; existe la venganza, el odio, la destrucción, hija mía. Son los hombres los que atraen la tiniebla y las guerras con su falta de amor. Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas como se cometen en el mundo... ¿Sabes por qué, hija mía, los hombres no aman ni dejan amar? Porque son como Caín, que, ni amaba, ni dejaba que su hermano amase, hija mía. Hay “caínes” en la Tierra, hija mía, aunque también hay “abeles”. El que ama a los hombres, hija mía, no rechaza la cruz, la acepta con alegría; pero, ¡ay de aquellos hombres que pisotean la cruz y, en cuanto mi Hijo los prueba, la rechazan y la tiran, hija mía!

     No quiero enseñarte el número tan reducido que hay de almas que aceptan la cruz, porque tu corazón se partiría de dolor, hija mía. ¡Son tan poquitos!... Y yo, Madre del Amor, quiero enseñar a los hombres que por la cruz se consigue el amor. ¿Cuántas veces te voy a enseñar, hija mía, que el amor y el dolor están unidos? Así es como tienes que enseñar a los hombres que, para aprender a amar, tienen que aprender a sufrir. Mira, hija mía, aquel ángel tan bello, aquél que Dios puso toda su confianza en él... Por la envidia, por la soberbia, se rebeló contra Él; y él el... —¡Ah...! (Asombro de Luz Amparo)—... él, mira: arrastró millares y millares de ángeles.

     Y mira, observa... (pausa y asombro de Luz Amparo), ahí se encuentra para toda la eternidad. Mira y observa y escucha, hija mía. Vas a ver los hijos de la iniquidad. Mira por el ojo del tiempo y explica lo que ves, hija mía.

 

LUZ AMPARO:

     Veo un ojo redondo, grande, muy grande, y, dentro de ese ojo, veo una multitud de gente. ¡Ay, ah!... Ansiosos gritan de poder, de venganza y de sangre, su envidia, su codicia y su falta de amor. Veo los mares embravecidos, veo ríos de “brava”. ¡Ay!, ¿de “grava”?, de..., de fuego... candente(1). Veo fuertes huracanes y, en medio del centro del ojo, veo la muerte. ¡Ay! Todas esas frentes están selladas con el 666 y la marca del Dragón de las siete cabezas; es el nombre de “Hatejel”(2)... De ahí viene la muerte; de ahí viene la tiniebla... ¡Ay!, del centro del ojo... ¡Ay! Está Satanás y grita a todos los hombres que Dios no existe, que Dios es mentira, que los hombres engañan a los hombres, que él es el único dios verdadero, que le sigan; y multitud y multitud de hombres le siguen... ¡Ay, ay, ay..., ay!... ¡Tiene una gran belleza —¡ay!—... para engañarlos y conquistarlos! ¡Se parece a Jesús!...

 

     LA VIRGEN:

     Pero, ¡cuidado, hijos míos! Cristo vendrá en la Cruz; no vendrá en el esplendor del mundo, de la avaricia, de la lujuria, de la tristeza, del crimen, de la sangre... No os dejéis arrastrar por el enemigo, hijos míos. Pero mira esta otra parte, hija mía. Explica lo que ves.

 

     LUZ AMPARO:

     Veo un ojo cuadrado (3) y en el centro de ese ojo —¡ay!—... hay un hombre grande, grande, con cabellos blancos. Hay un trono y en ese trono hay cuatro espíritus.

 

LA VIRGEN:

     Son los cuatro espíritus de la potestad de Dios. Pero mira, aquí hay una multitud grande con su frente sellada con la cruz. Y esos cuatro espíritus cantan: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo, lleno está el Cielo y la Tierra de tu gloria”. Y todos los que hay en este lugar se arrodillan, inclinan sus cabezas, y hay paz y hay alegría. El Sol calienta, la lluvia hace florecer los campos y hace crecer las cosechas. Las estrellas todas están en orden. Hay paz, amor; hay riachuelos de gracias.

 

LUZ AMPARO:

     Hay perlas preciosas, hay jaspe... ¡Ay!

 

LA VIRGEN:

     Todos éstos han llegado aquí, hija mía, perseguidos por la justicia, hambrientos, sedientos; han pasado dolor, frío, sed, hambre; han sido despreciados, calumniados. Todos éstos han llegado a este lugar, a la herencia del Padre. ¡Vale la pena dejarlo todo, hijos míos, para conseguir esta grandeza!

 

LUZ AMPARO:

     Esos espíritus tienen seis alas: dos cubren sus ojos, dos cubren sus brazos y dos cubren sus pies. Inclinan sus cabezas ante el Todopoderoso y cantan himnos de alabanza y de gloria. ¡Ay! Todos están cantando. ¡Ay!

 

LA VIRGEN:

     ¡Qué diferencia, hija mía, la luz de la tiniebla! Dios es el que hizo la luz, y en el centro del Universo se encuentra la Energía divina, la que da luz a los hombres. ¡No os dejéis arrastrar por la tiniebla, hijos míos, y entended bien el Evangelio! Dios es Luz, es el Principio y el Fin, es eterno, no se muda. Y sobre este universo hay millones y millones de universos que no están habitados todavía, hija mía, porque los hombres rechazan la cruz y buscan el gozo. Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de las ofensas que se cometen a nuestros Corazones.

     Pide mucho por las almas, hija mía. Sacrifícate y haz penitencia por ellas. Tu corazón se entristece, hija mía, y se llena de dolor. No te angustie la calumnia, la persecución. Hija mía, sigue adelante; y humildad te pido. Con humildad se consigue el Cielo.

    

LUZ AMPARO:

     Se cierra el ojo y las alas de los espíritus se abren. ¡Ay,... resplandor en el centro! ¡Ay, ay, ay! Es como el Sol. ¡Ay!

 

LA VIRGEN:

     Pide, hija mía, para que los hombres se amen como hermanos y se ayuden unos a otros...

     Levantad todos los objetos, hijos míos; todos van a ser bendecidos con bendiciones especiales para tocar los corazones y los hombres aprendan a amarse unos a otros.

     La situación del mundo es la falta de amor sincero y puro, hija mía. Hoy, en los amores de los hombres, existe el egoísmo, la materia... Renunciad, hijos míos, a vosotros mismos, a vuestros gustos y a vuestras cosas.

     Todos han sido bendecidos, todos estos objetos, hija mía.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

 

 

 

 

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(1) Luz Amparo, ante la visión que se le muestra, no acierta a utilizar la palabra exacta; por eso dice “brava” y “grava” por “lava”, que parece la apropiada en el contexto.

(2) Palabra desconocida. Se ha trascrito según la fonética.

(3) Confunde la figura geométrica. Al explicar después esta visión, Luz Amparo dibujó un triángulo.