MENSAJE DEL DÍA 6 DE ABRIL DE 1991, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, ¡qué tristeza siente mi Corazón al ver que las criaturas rechazan mi nombre! Deseo ser honrada e invocada con el nombre que me corresponde de Madre de Dios. Los hombres se empeñan en dejarme como Madre del hombre, y mi Hijo quiere que invoquen mi nombre como Madre de Dios.

     Invocad a menudo mi nombre, hijos míos, que Satanás está juntando una gran batalla y aboliendo las leyes santas. A la juventud la tiende una trampa mortal, que pica como el pez en el anzuelo y muere mortalmente. Por eso pido, hijos míos, que invoquéis mi nombre, porque al invocar mi nombre Satanás y sus secuaces pierden toda la fuerza satánica. Mi Hijo me ha nombrado embajadora y me ha dado potestad para aplastar la cabeza del enemigo destructor. Por eso soy odiada, hija mía; por eso los hombres me arrinconan, porque mi Hijo quiere que mi Corazón triunfe. La mayoría de aquéllos que se llaman discípulos de Cristo, no siguen al Maestro; el discípulo siempre tiene que ir detrás del maestro, y los hombres quieren estar por encima del Maestro y confunden las leyes y las doctrinas, y diciendo que el Infierno no existe, e incluso mis almas consagradas. ¡Ay, almas consagradas!, no queráis vosotros renovar el Evangelio a vuestro capricho y a vuestro gusto. ¡Ay de aquéllos que confunden la doctrina y quitan a mi Hijo la autoridad de su palabra!, serán los primeros en participar en el fuego eterno, porque mi Hijo les dirá como a Satanás y sus secuaces: “¡Id, malditos, al fuego eterno, que está preparado para todos aquéllos que no aceptan la doctrina ni la palabra de Dios!”. Vuestro orgullo y vuestra soberbia os hace, como a Satanás, ser más que Dios; y más que Dios, hijos míos, no puede elevarse nadie.

     Por eso os pido, hijos míos, que os reunáis de todas las partes del mundo y que invoquéis mi nombre, y todos unidos en el mismo espíritu del Evangelio y con espíritu de pobreza, de humildad, de obediencia a la santa Madre Iglesia, os llamaréis discípulos de Cristo. Pero ¡ay de aquellos apóstoles de nombre y de palabra, pero sin obra! A mi Hijo le gusta, hijos míos, la palabra con la obra, no la palabra sin obra. Por eso mi Hijo me ha otorgado ser Madre de todas las gracias y también me ha dado la llave del Cielo, para que los hombres entren por mi Corazón Inmaculado a su Divino Corazón. Para ser apóstol de Cristo hay que renunciar a sí mismo y a todas las cosas del mundo y seguir a Cristo; pero ¡de qué forma queréis llamaros apóstoles, hijos míos, si ni renunciáis a vosotros mismos ni a vuestras cosas, hijos míos! No mováis tanto los labios y no recreéis tanto vuestros oídos en alabanzas y glorias mundanas, y practicad la obra.

     Hoy os prometo, hijos míos, que todas las frentes serán selladas y muchos de los que no creéis sentiréis esa gran señal de vuestra frente y creeréis, hijos míos.

     Quiero formar un gran grupo, hijos míos, con espíritu de sacrificio, de renuncia, de oración y de penitencia; pero si no renunciáis al mundo y a vosotros mismos, ¿cómo podéis seguir a Cristo, hijos míos?

     Invocad mi nombre, que cada vez que se invoca mi nombre, el Infierno se estremece y se queda sin poder ni fuerzas para tentar a los seres humanos. Por eso soy tan rechazada. Durante todo el día, hijos míos, invocad a María, a la Madre de Dios. Ella os protegerá del Maligno. Muchas almas son arrastradas por su debilidad, pero arrastran con el cuerpo, pero no pueden con su alma, porque por eso mi Hijo me nombró, al pie de la Cruz, Madre de la Humanidad. Una madre está pendiente de sus hijos. El cuerpo no sirve para nada. Satanás arrastrará el cuerpo, pero el alma será protegida por la Madre de Dios y Madre vuestra. Porque mi Hijo no se entristece por aquéllos que no le conocen o su debilidad los arrastra; mi Hijo se entristece por aquéllos que le conocen y su fortaleza les arrastra al pecado y al fondo del abismo, porque rechazan su Nombre. ¡Ay, sabios y poderosos!, ¿de qué os sirve vuestra sabiduría si la habéis empleado en dejaros arrastrar por el enemigo? En los conventos se ha perdido la fe, en la mayoría de ellos, y no acatan el Evangelio tal como Cristo lo enseña, y cada uno cumple las reglas como le apetece, sin hacer caso a su Fundador. ¡Almas rebeldes y desobedientes, la puerta será estrecha para entrar por ella!, pero aunque fuese ancha, vuestra soberbia impediría entrar. Sed humildes, hijas mías, y cumplid con las reglas que instituyeron los grandes santos; sólo por ese camino os podréis salvar, hijos míos. Os introducís en el mundo, y el demonio, hijos míos, os tiende la trampa mortal de sus goces y os aparta de la Cruz de Cristo; la Cruz, que es redención. Practicad el mandamiento del amor y amaos como Cristo os enseña.

     Hoy, hijos míos, estarán los ángeles sellando vuestras frentes para protegeros del enemigo destructor.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos.

     Humildad os pido, para que pueda protegeros bajo mi manto.