MENSAJE DEL DÍA 2 DE NOVIEMBRE DE 1991, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Mira, hija mía, mi Corazón Inmaculado sigue viniendo con el manto de misericordia y de amor.

     Hoy hago una nueva llamada a aquellos pastores infieles, a aquéllos que se han retirado de su ministerio, porque no cumplen con el Evangelio. ¿De qué les sirve a los hombres estar en primeros puestos, hija mía, si luego no son fieles al camino que han escogido?

     Venid, hijos míos, venid a mi Inmaculado Corazón, yo os protegeré y llenaré vuestro corazón de gracias, para que podáis ejercer el ministerio de pastores con la gracia del Espíritu Santo. Sed fieles, hijos míos, al camino que habéis emprendido; venid a mí, que yo os llevaré a Jesús. Todos aquellos pastores, hijos míos, que habéis conservado vuestra inteligencia y vuestra sabiduría, proteged el rebaño de Cristo.

 

     EL SEÑOR:

     Protegedlo, hijos míos, de tantos lobos como les acechan y multiplicad mi rebaño; traedlos a mis manos, para que yo los pueda poner a mi derecha y revestirlos con una vestidura de luz como la mía y transportarlos a la Tierra que tengo preparada, donde habrá frondosos jardines y riachuelos de miel y leche.

     Mira, hija mía, la Tierra Prometida, ¡qué belleza!; estos manantiales divinos son la felicidad de las almas, hija mía.

     Por eso pido a mis pastores fieles a mi Evangelio que protejan mi rebaño, para que pueda participar de estos pastos exquisitos.

     Mira, hija mía, aquí hay leche y miel, aquí hay frutos frondosos, aquí está la belleza del Paraíso para todos aquéllos que quieran venir a mí.

     Todos los que estéis agobiados y cargados, venid a mí, hijos míos, que yo os descargaré de vuestra aflicción y de vuestras penas, hijos míos.

 

     LA VIRGEN:

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de las ofensas que los hombres cometen en el mundo...

     Aquí este alimento será eterno. Y todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales para su salvación. Mis palabras se acaban, hija mía, porque lo he dicho todo. Sólo falta que los hombres cambien, hija mía.

     Venid, que os esperamos, hijos míos, y seguiré multiplicando las gracias en este lugar para todo el que acuda a él, hija mía.

     Levántate, hija mía. Mira la belleza del Paraíso; haz una reverencia ante el Cordero, hija mía... Hinca tu rodilla...

     Hoy habrá una bendición muy especial para todos aquéllos que vengáis a este lugar, para poder participar de este Paraíso, hija mía.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con una bendición especial para protegeros del mal que hay en la Tierra, hijos míos... Todos han sido bendecidos con esta bendición especial.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.