MENSAJE DEL DÍA 7 DE DICIEMBRE DE 1991, PRIMER
SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
LA
VIRGEN:
Ya estamos aquí, hija
mía; nuestros Corazones vienen llenos de amor y de misericordia. Yo os conduzco
a mi Hijo; como Madre de todos los pecadores me preocupo por todos, hija
mía.
EL
SEÑOR:
Yo soy el Hijo de Dios
vivo. Yo, como un gigante, di un salto del Cielo a la Tierra; dejé mi Patria y
vine a sufrir a la Tierra, para que el hombre dejase de ser siervo y para
llamarle amigo. Yo dejé que mi costado fuese abierto y en él se abriese un canal
donde los hombres bebiesen y se saciasen de él. Mi Corazón, hija mía..., mira
qué Corazón tan inflamado de amor por los hombres; es un volcán de fuego lo que
hay dentro de mi Corazón para abrasar todos los corazones de todos los pecadores
del mundo. Venid a mí todos los que estáis cargados, que yo os descargaré, hijos
míos. Por el Bautismo, hijos míos, mira cómo es destruido el pecado, por ese
sacramento del Bautismo. Por el Bautismo morís, hijos míos, en Cristo, al
pecado; y las obras del cuerpo son destruidas, y dejáis atrás ese hombre viejo y
os convertís en cristos; por el Bautismo morís al pecado y morís al mundo, hijos
míos. Y vosotros cada día queréis vivir más en el mundo y en las cosas del
mundo. Por eso ya no es destruido vuestro cuerpo, que con el Bautismo fue
destruido, sino que destruís vuestra alma. ¡Qué pena de Humanidad!, ha perdido
la noción del pecado y no ven pecado donde hay pecado, hija mía, y la virtud la
ven pecado.
Cuidad, hijos míos,
vuestra alma, no os dejéis engañar por la astucia de Satanás. ¡Ay, juventud,
cómo os dejáis arrastrar por las pasiones, por la soberbia! Venid a mi Corazón,
que mi Corazón os llenará de aquello que os falta, hijos míos, y, teniendo la
gracia, vuestro corazón estará lleno y no necesitaréis placeres mundanos. Mi
Corazón os ama, hijos míos, por eso os ha ido trayendo uno a uno para retiraros
de las asechanzas de Satanás; y vuestros corazones siguen, hijos míos, dejándose
arrastrar por la astucia del enemigo. ¡Ay, jóvenes, qué pena siente mi Corazón
por vosotros, hijos míos!
LA
VIRGEN:
Mira, hija mía, cómo
los introduce Satanás en el mundo para luego introducirlos... Uno a uno los va
introduciendo. ¡Con qué astucia, hija mía, reinan los siete pecados capitales en
el mundo! ¡Cómo endurece los corazones de los hombres! Ni la gracia, hija mía,
ni el dolor de Cristo, ni mi Corazón atravesado compadece a los hombres.
Dicen los hombres que no existe el Infierno, hija mía... ¡Eternamente! Ya los ha
introducido, ya echa la llave en su mansión, y no saldrán jamás de la mansión y
de las garras de Satán, hija mía. Por eso es el tiempo de la misericordia; por
eso digo que mis palabras se están acortando, pero mi Corazón está lleno de amor
para todo el que quiera venir a él; derramaré gracias especiales para su
salvación.
EL
SEÑOR:
Cumplid los
mandamientos, hijos míos. Es la hora del primer mandamiento: “Amarás a Dios con
todo tu corazón, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo”, hijo mío;
cumpliendo ese primero no faltarás contra los otros.
Y todos aquéllos que
trabajáis, hijos míos, en mi Obra, beberéis del canal de mi costado y seréis
protegidos. Pero practicar el mandamiento del amor, hijos
míos.
Mira, hija mía, qué
diferencia de la astucia de Satanás a la misericordia de un Dios. Todo es gozo,
todo es alegría, todo es belleza, todo amor, hija mía.
No os dejéis arrastrar,
hijos míos; Satanás quiere vuestra alma. Acudid a este lugar, que en este lugar
no faltarán jamás las gracias. Ya os he dicho toda la palabra, hijos míos, ahora
cumplid con mi obra, que es amar a vuestros semejantes. No todo el que diga:
“¡Señor, Señor!”, entrará en el Reino de los Cielos, sino aquéllos que cumplan
con mi palabra: “Tuve hambre y me disteis de comer; sed y me disteis de beber;
desnudo y me vestisteis; en la cárcel y me visitasteis; enfermo y estuvisteis
conmigo”. Eso es, hijos míos, la obra de amor y misericordia. ¡La obra! No os
quedéis en la palabra, extended vuestra mano al desvalido, dad consuelo a aquél
que lo necesita. No sólo moviendo los labios los hombres se van a salvar. ¡Qué
engañados están los hombres, hija mía!, sólo cogen del Evangelio aquello que les
conviene; aquéllos que verdaderamente dicen amar a Dios, sin preocuparse del
prójimo, cuando lleguen aquí, hija mía, ¡a la mansión eterna!, les diré: “No os
conozco, hijos míos; habéis movido los labios, pero vuestro
corazón...”.
LA
VIRGEN:
Y ¡ay, también, de
aquellas madres que introducen a sus hijos en el camino de la felicidad y del
placer, dándoles gustos y caprichos y, luego, cuando los han introducido en la
muerte echan lágrimas de plañideras baratas! ¡Ay de aquellas madres que conducen
a sus hijos a la perdición por los caprichos y los gustos! Enseñadles a amar a
Dios y a seguir el camino, hijas mías. En el Evangelio está dicho, hijas mías:
Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. No os vayáis a la muerte, acercaos a
la vida. La vida sólo está en el Verbo, que se hizo hombre para estar entre los
hombres y enseñarles el Camino y la Verdad.
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el
mundo...
Y refugiaos en nuestros
Corazones. Nosotros seremos vuestros guías; pero dejaos guiar, hijos míos, con
humildad.
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para vuestra
salvación... Todos han sido bendecidos con bendiciones
especiales.
La paz sea con
vosotros, hijos míos.