MENSAJE DEL DÍA 4 DE JULIO DE 1992, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hijos míos, hoy vengo con mi manto de amor, mi manto de misericordia, para enseñaros a refugiar a todos los necesitados dentro de vuestros corazones. Mira, hija mía, cómo están dentro de él protegidos...

     Os quiero enseñar el amor, ese mandamiento tan importante en estos tiempos tan graves.

 

     EL SEÑOR:

     Hijos míos, os tengo a todos en mis manos para que estéis seguros, y os tengo atados con la cadena del amor, para que no podáis separaros de mí, hijos míos; por eso pido que rompáis con todos los obstáculos que hay en la Tierra, que os desprendáis de la materia, para que podáis estar junto a mí, hijos míos. Perfeccionad vuestras vidas para vuestro provecho, hijos míos. Os pido que seáis fieles testigos del Evangelio, para vuestra salvación, hijos míos. No os pido nada para mí; yo no necesito nada del hombre, lo tengo todo por mí mismo y me valgo por mí mismo; pero amo tanto al hombre, porque lo hice a imagen y semejanza de Dios, y quiero que el hombre ame con esa semejanza.

     Amaos los unos a los otros, hijos míos, como yo os he amado. Haced buenas obras, hijos míos, para que podáis ir a la Región de los vivos. Todos aquéllos que os dediquéis a consolar a los afligidos, a dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, a todos, hijos míos, aquéllos os sacaré de esta Tierra estéril y seca y os conduciré a la Nueva Tierra donde seréis regados con fuentes vivas y os conservaréis lozanos y frescos, hijos míos. Por eso os pido, hijos míos, que sigáis el Evangelio, para que podáis ir a la Nueva Tierra, a donde mana leche y miel, donde está la hermosura y la belleza. Pero si no practicáis el mandamiento del amor, hijos míos, en estos tiempos tan graves, no podré conduciros a la Tierra Prometida.

     Y tú, hija mía, instrumento cogido por mis manos, sigue adelante con mi Obra, que nada ni nadie te angustie, pues yo pondré ángeles en la Tierra, hija mía, para que traigan alimento a tus necesitados. Yo iré tocando los corazones, uno por uno, hija mía, pero que nada ni nadie te angustie. Sé fiel instrumento a mi Obra, hija mía. Quiero que se multiplique como las estrellas que hay en el cielo. También hay ángeles buenos en la Tierra, que yo los conduciré para que crezca mi Obra, hija mía. Tocaré a sus corazones como sediento, como hambriento, como desnudo, como enfermo, y los ablandaré para curar mis heridas como bálsamo suave, hija mía, porque todos aquéllos que hagan una pequeña obra con alguno de estos hijos de la Tierra, lo harán por mí. Por eso os pido, hijos míos: amaos los unos a los otros y practicad el mandamiento del amor. Si me amáis, hijos míos, ¿cómo yo voy a olvidar vuestra Obra y mía?

     Pero sólo se consigue llegar aquí desprendidos de la materia, hijos míos, y la mayor parte de los seres humanos, su corazón lo tienen apegado al mundo y a las cosas del mundo. Amaos, hijos míos; ése es el mandamiento más importante: el mandamiento del amor. Amad a Dios vuestro Creador y al prójimo como a vosotros mismos, hijos míos.

     Sé firme y fuerte, hija mía, hay muchas almas necesitadas y sólo con fortaleza y con amor se puede llegar a ellas, hija mía. Preocúpate por mis cosas, que yo me ocuparé de las tuyas, hija mía.

 

     LA VIRGEN:

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para las almas de los moribundos, hijos míos... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de las almas.

     Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     La paz os dejo, hijos míos.