MENSAJE DEL DÍA 6 DE MARZO DE 1993, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Velad, hijos míos, por este lugar.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de las ofensas hechas al Inmaculado Corazón de María...

     Aquí estoy como Madre de amor y misericordia, como Madre de todos los pecadores. Velad, hijos míos, por este lugar; que los hombres ingratos quieren hacer desaparecer mi nombre de él.

     ¡Cuántas veces te dije, hija mía, que donde no está María no está Jesús!; son dos corazones en uno. Si dentro de mis entrañas vino la Luz al mundo, ¿cómo los hombres quieren hacer desaparecer a la Madre de Dios, que trajo la Luz al mundo para el bien de la Humanidad?

     Los hombres quieren destruir todas las cosas creadas por Dios, hija mía. Dios dio al hombre una inteligencia para que comprendiera los misterios de la naturaleza; dejó grandes tesoros para cuando un día necesitase el hombre de esos tesoros, de esas grandes riquezas, las aprovechara para el bien de toda la Humanidad; pero el hombre ha hecho mal uso de esas riquezas. Dios dejó al hombre la Tierra en sus manos para que siguiera su obra creadora; pero el hombre no coopera con Dios, hija mía, quiere hacer desaparecer toda la belleza de la Creación. ¿Qué es de los campos, hija mía, qué es de la imagen del campesino?; el hombre quiere hacer desaparecer esa imagen noble del campesino. Dios quiere que el hombre cultive la tierra y la surque con sus manos, que ponga la mano en el arado y la labre para sacar fruto para todos sus hermanos; y los hombres, cada día, buscan las ciudades y abandonan los campos donde el hombre se comunica más con Dios. La imagen del campesino, hija mía: se levanta de madrugada y su corazón lo eleva hacia el Creador; curtida su piel y encalladas sus manos, Dios bendice ese trabajo tan hermoso de la Creación; pero el hombre está intentando hacer desaparecer toda esa belleza creada por Dios. ¿Hasta dónde vais a llegar, creaturas? Sembrad los campos, sembrad cosechas, hijos míos, que yo bendeciré vuestras cosechas y sus frutos serán en abundancia.

     Vosotros, vivid en comunidades y sembrad la tierra, y no busquéis ciudades, donde dañan el alma por los pecados del cuerpo. El hombre quiere liberarse de los principios de sus antepasados y se introducen en el veneno de las ciudades, donde van dañando sus cuerpos y sus almas. ¡Ay, criaturas del Señor, qué ciegos estáis, hijos míos! Trabajad todos juntos, que trabajando todos juntos os reconoceréis como hermanos. Si trabajáis juntos, hijos míos, vuestros corazones estarán unidos y todos participaréis de la misma fe, de la misma esperanza, de la misma caridad, del mismo dolor y sufrimiento y de las mismas alegrías. ¡Qué grandezas tienen los hombres que pueden compartir todas estas cosas, hijos míos! ¿No os dais cuenta que quiero que todo mi rebaño esté unido y no se vaya por prados desconocidos? Quiero que todos pasten en mi mismo prado y coman de este mismo alimento. No comáis alimentos venenosos, hijos míos, que antes o después son mortíferos. Estad juntos, como hermanos, y defended la Iglesia y a los componentes de ella, hijos míos.

     Los tiempos van a ser graves para mi Iglesia, porque los hombres quieren hacer desaparecer todos los principios religiosos. Pero, hombres de poca fe, ciegos, topos, ¿cómo podéis vivir sin Dios?

     Orad mucho, hijos míos, y reuniros todos y hablad de Dios como buenos cristianos. ¡No permitáis que desaparezca el nombre de María de este lugar! Luchad, hijos míos, y orad y sacrificaos.

     Todos los que acudan a este lugar recibirán gracias muy especiales de cuerpo y alma.

     Orad, orad para no caer en tentación, hijos míos.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de los ultrajes al Corazón Divino de Jesús y al Corazón Inmaculado de María...

     Orad unos por otros, hijos míos, y vivid el Evangelio tal como está escrito, no viváis según vuestros gustos, sino según el espíritu de Dios, hijos míos.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.