MENSAJE DEL DÍA 6 DE NOVIEMBRE DE 1993, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE
EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hija mía, sé que sufres, hija mía, pero no quiero que nada te turbe. Piensa, hija mía, que tu vida en la Tierra no es fácil. Desde niña, hija mía, fuiste escogida para sufrir, para padecer. Tu felicidad en la Tierra, hija mía, no puedes alcanzarla, pero yo te recompensaré por todo este sufrimiento. Sé que también sufres por esas almas obstinadas en hacer desaparecer mi nombre de este lugar; sé que también las amas.
LUZ AMPARO:
Te pido, Madre mía, por Lucas. No es malo, Madre mía, concédele la gracia de que te conozca.
LA VIRGEN:
Yo no digo que es malo, hija mía, pero los malditos ideales son los que lo revolucionan y, por los hombres que buscan las guerras y las discordias, se rebelan contra Dios, como si Dios fuese el culpable de los males que hay en el mundo. Son los hombres, hija mía, que en esa libertad que tienen la convierten en libertinaje destructor. Sé que tu corazón sufre por todos ellos; pero piensa, hija mía, que has sido creada para sufrir. Desde muy pequeñita no sentiste el calor del hogar, ni la alegría ni los besos de una madre; pero yo no te abandoné en ningún momento, hija mía. Yo soy Madre de los que sufren.
LUZ AMPARO:
Te pido por todos ellos, ¡conviértelos, Madre mía!
LA VIRGEN:
Hija mía, si los hombres están en tinieblas, no quieren la luz. La sociedad camina hacia la ruina y los hombres siguen ciegos; no piensan que sin Dios no pueden gobernar. La juventud busca una vida fácil y cómoda; se refugian en las drogas, en el alcohol, en los placeres del mundo, y el enemigo los tiende esa trampa mortal de la que no pueden salir porque no tienen fe, hija mía, y no mueven sus labios para pedir ayuda; se dejan hundir en el pecado.
Venid a mí, hijos míos, todos los que estáis necesitados, que mi Corazón está lleno de ternura, y os protegeré bajo mi manto y os daré mi amor y mis gracias serán derramadas sobre vuestros hogares.
¡Ay, pobres almas, no quieren salir, hija mía, de donde están metidos! El demonio los ciega y se ven felices sin Dios.
Yo quiero fijar mi morada en este lugar; este pueblo me necesita, pues son muy pobres, porque tienen pan, hija mía, pero no tienen a Dios, y el que no tiene a Dios, aunque tenga pan, es pobre de espíritu. Yo derramo gracias sobre todos los hombres, pero muchos las desprecian, aun de los mismos que dicen llamarse hijos de Dios. Yo quiero corazones fuertes, no quiero corazones que se tambaleen.
Tenéis que ser fuertes, no permitáis que hagan desaparecer mi nombre de este lugar; Dios lo ha escogido para mí. Este lugar me gusta, hija mía, porque yo sé que me necesitan.
EL SEÑOR:
¡Acudid a este lugar, hijos míos, acudid y no tengáis miedo! Yo soy el principio y el fin de todas las cosas. Estoy por encima de las creaturas y su mandato será temporal, pero mi reinado es eterno. Amaos unos a otros, hijos míos; ahí se notará que sois hijos de la verdad. Yo soy la Verdad, el Camino y la Vida; el que está conmigo tendrá vida eterna. No os desmoronéis por la calumnia y la difamación, hijos míos, seguid adelante. No hay nada oculto, repito; las puertas están abiertas para todo el que quiera ver la verdad.
Seguid amando a los necesitados y no os preocupen las calumnias ni las difamaciones. Yo he prometido que todo el que acuda a este lugar recibirá gracias especiales.
Hija mía, me pediste por el chico del accidente: se ha salvado, su alma está en el Cielo, le recogí yo con mis propias manos y lo llevé a beber de un licor más delicioso y más dulce que el que estaba bebiendo; le llevé a la Tierra que mana leche y miel; a la Tierra de los prometidos.
Muchas almas no me conocen por ignorancia, hija mía, a ésos no les puedo tomar en cuenta, pero sí a aquéllos que me conocen y me desprecian y reniegan de mi Nombre.
Rezad con mucha devoción el santo Rosario, hijos míos, que yo lo escucharé como si salieran de los propios labios de mi santísima Madre, y recibiréis gracias en abundancia, y vuestras frentes quedarán selladas, para que no os dejéis engañar por palabras mentirosas y engañosas.
Yo os quiero fuertes, hijos míos, y dejo mi Obra en vuestras manos; y los hijos de Dios no se rinden, con justicia y con verdad.
Todos los que acudís a este lugar no seáis flacos, sed fuertes, porque, si vuestros corazones se tambalean, es porque vuestra fe es floja; si sois valientes y firmes, vuestra fe es firme también. Sois hijos de la luz, y los hijos de la luz pueden más que los hijos de las tinieblas, porque la luz resplandece y la tiniebla se oculta, hija mía. Amaos unos a otros; éste es el mandamiento principal de la Ley de Dios, y acudid todos juntos a orar. Orad, hijos míos, y no esté vuestro espíritu flaco. Los que están conmigo no están contra mí, y si yo estoy con vosotros, ¿a quién podéis temer, hijos míos? ¡Cuántos primeros serán últimos y últimos serán primeros! Y os repito que quiero fijar mi morada en este lugar; sed fuertes, pues en este lugar se ha manifestado mi Madre, y donde está la Madre está el Hijo.
Seguid luchando, hijos míos, con oración y sacrificios; el enemigo se vence ante la oración y ante el sacrificio; puede trabajar en la oscuridad, pero al final resplandecerá la luz a los hijos de la verdad.
LA VIRGEN:
Besa el suelo, hija mía, por tantos y tantos agravios que cometen contra nuestros Corazones...
Dije, hija mía, que consolaras mi Corazón; mira cómo lo tengo de dolor. Por eso quiero que participes conmigo, hija mía. Mi Corazón está rodeado de espinas por la ingratitud de los hombres, hija mía. Yo los amo a todos, pero me desprecian y me odian, hija mía. No puedes tocar ninguna espina, están muy profundas, hija mía.
Con vuestro dolor podéis consolar mi Corazón; participáis conmigo para la salvación de las almas, hijos míos. El dolor es redención y yo soy redentora con Cristo, porque fui Corredentora con Él en toda la Pasión y amargura de mi Hijo.
Hija mía, encontrarás dificultades por todos los sitios, pero yo fortaleceré tu espíritu. Los hijos de la verdad están en la paz, los hijos de la mentira están en la guerra; hablan mucho de paz y hacen la guerra constantemente.
¿No veis, hijos míos, hacia dónde camina la sociedad? Camina a pasos agigantados hacia la destrucción; porque el mundo está corrupto por la maldad que hay entre los hombres.
¿Cómo podéis culpar a Dios de vuestros males?; si sois vosotros, hijos míos, la sociedad, los que no queréis mirar hacia Dios, vuestro Creador.
Yo tengo los brazos abiertos para todos los que vengan a mí perdonarlos y hacer que busquen la paz con oraciones y sacrificios, hijos míos. Orad, orad para que vuestras almas estén en comunicación con Dios.
Quiero una vida mejor para vosotros. Yo quiero que todos los hombres se amen como hermanos, que no se odien ni se desprecien.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la conversión de los pobres pecadores... Todos han sido bendecidos con bendiciones especiales.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.