MENSAJE DEL DÍA 4 DE MARZO DE 1995, PRIMER SÁBADO
DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
LA
VIRGEN:
Hijos míos, mi Corazón
está triste, os sigo repitiendo, porque la situación del mundo es grave, muy
grave. El hombre no llega a comprender la gravedad de la situación, hijos míos.
La misericordia de todo un Dios está dispuesto a derramarla sobre la Humanidad;
pero la Humanidad se hace la sorda, y no escucha mis palabras. Sólo el mundo se
puede arreglar porque Dios-Amor derrame su amor sobre los
hombres.
¡Ay, insensatos!, pero
¿hasta cuándo, hijos míos, os tienen que estar avisando?
EL
SEÑOR:
Sí, hijos míos, si los
hombres no cambian y rechazan mi misericordia, aplicaré mi justicia. Si mi Madre
hubiera dejado un solo instante de interceder por todos vosotros, por toda la
Humanidad, la Humanidad estaría ya reducida a cenizas. Podéis dar gracias a mi
Madre, hijos míos, a sus plegarias y a sus lágrimas; esas lágrimas de dolor, que
salen de lo más profundo de su Corazón, enternecen mi
Corazón.
Si los hombres
cambiasen y los cristianos fuesen buenos cristianos, y los buenos más buenos y
los malos menos malos, el mundo se arreglaría; pero falta oración, penitencia y
sacrificio. Los hombres viven en tinieblas, en las comodidades, en la
materia.
También, si los
pastores —muchos de ellos—, los pastores de la Iglesia, no estuviesen tan
relajados y se diesen cuenta la importancia de su ministerio y la misión que
tienen tan importante, que Dios ha puesto esa belleza de la Iglesia en sus manos
y las almas para salvarlas. Pero hay una relajación en la mayoría de los
conventos, en la mayoría de los sacerdotes. Y lo que más duele al Corazón de
todo un Dios es la tibieza de sus almas consagradas. Tienen que hacerse
“cristos” para realizar el misterio tan importante que hay en la Santa Misa; no
se dan cuenta su misión. El sacerdote tiene que ir a por las almas y
conquistarlas para Dios y ocuparse de la Iglesia. ¡Mal aman a la Iglesia y mal
me aman a mí muchos de ellos!
Almas escogidas,
cambiad vuestras vidas; la oración la habéis abandonado, el sacrificio y la
penitencia; por eso estáis tibios, hijos míos. La misión más importante que
tenéis en la Tierra es la de pastores de almas, y muchos de vosotros es lo que
menos os ocupáis, hijos míos.
Rezad mucho por los
sacerdotes, por las almas consagradas, hijos míos; que amen nuestros Corazones y
prediquen el Evangelio a las almas y las conquisten para el rebaño de
Cristo.
LA
VIRGEN:
Orad, hijos míos, haced
penitencia y oración. No lo toméis a broma, hijos míos, que el mundo está en
esta situación por falta de oración y de penitencia.
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como cometen mis almas
escogidas...
Acudid a este lugar,
hijos míos y no rechacéis las gracias. Yo derramaré muchas gracias sobre todos
vosotros. Acudid a este lugar; este lugar está bendecido y hoy pongo mis plantas
sobre él.
Hijos míos, cuánto me
agradan vuestras plegarias y vuestros cánticos, ¡cuánto alegráis mi Corazón! ¡Me
agrada tanto cuando vuestras plegarias salen de lo más profundo de vuestro
corazón! Consoláis mi Corazón afligido con vuestros cantares, hijos míos.
¡Gracias, hijos míos! Seguid acudiendo a este lugar, que seréis bendecidos y
derramaré gracias sobre vosotros. No os dejéis conducir por profetas falsos, y
vais de aquí para allá. El mundo está invadido de profetas falsos, hijos míos.
Yo doy un mensaje universal al mundo; que el mundo no se haga el
sordo.
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los
moribundos...
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.