MENSAJE DEL DÍA 6 DE MAYO DE 1995, PRIMER SÁBADO
DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
EL
SEÑOR:
Hijos míos, venid a mí
que yo os abriré mi costado y beberéis de él. Venid y me conoceréis, hijos míos.
Yo os embriagaré con el fuego de mi amor, abrasaré vuestros corazones. Yo, que
derramé mi Sangre para redimir a la Humanidad a cambio de desprecios y de
desamor, hijos míos. Yo amo a los hombres de buena voluntad. Venid, que yo
derramaré gracias sobre vosotros. Yo bajé a la Tierra, para que vosotros, hijos
míos, pudieseis alcanzar el Cielo. Yo pasé hambre, para dejaros alimento hasta
el fin de vuestras vidas. Pasé sed, para dejaros fuentes de agua viva, para que
os saciaseis en ellas, hijos míos. Yo pasé por la muerte, para que vosotros
pasaseis por la Gloria. ¿Os parece poco amor, hijos míos, que todo un Dios esté
pendiente de sus criaturas? Y ¡qué poco caso hacen, hija mía, a mis
palabras!
Quiero oraciones con
obras, no oraciones sin obras, hijos míos. La oración sin obra es pobre. También
quiero recuperar a todos esos hijos perdidos; yo les llamo, hijos míos, les abro
mi Corazón, les doy mis gracias, y me rechazan. ¿Hasta cuándo quieren las
criaturas que el Creador se humille y se haga gusano por ellas, hijos
míos?
Venid a mí, hijos míos,
todos los que estáis agobiados y cansados, que yo os
fortaleceré.
Hija mía, los hombres
han olvidado la penitencia, la oración y el sacrificio, y el mundo va cada día
peor. Amenaza un gran castigo sobre el mundo, al que yo no voy a retirar, hijos
míos. Si los hombres con sus oraciones, sus sacrificios y penitencias lo
paran...; pero si no, hijos míos, yo no vuelvo a
sostenerlo.
¡Cuántas gracias estoy
derramando sobre las almas, y cómo las almas se dejan arrastrar por este mundo
corruptor! ¡Los deja tibios y ciegos, hija mía, y en esa ceguedad sólo hacen la
voluntad que ellos quieren, no la voluntad de Dios, hijos míos! Os he dicho
muchas veces que yo amo a los hombres, pero ellos ni ante el espectáculo de mi
Cruz, ni ante mi muerte se arrepienten; y rechazan las
gracias.
Penitencia, penitencia
pido, sacrificio y oración. No os dejéis arrastrar por el deslumbramiento del
mundo, hijos míos; es la hora del reinado de Satanás y quiere destruir a las
almas. Sed fuertes, hijos míos, acercaos a la Penitencia, a la Eucaristía, amad
a la Iglesia; en ella encontraréis las fuentes que necesitáis para fortalecer
vuestra alma. Yo no sólo alimento vuestra alma, sino os doy el pan de cada día,
hijos míos.
LA
VIRGEN:
Sí, hija mía, hoy vengo
con mi manto de oro, por las oraciones, hija mía, que salen de lo más profundo
de los corazones y por las obras que los seres humanos realizan para la gloria
de Dios. Aquí estoy como la Madre de Dios, como la Puerta del Cielo, Refugio de
los pecadores y Consoladora de los afligidos. Así me llaman los hombres y así es
vuestra Madre: Pura e Inmaculada. Yo velo por vosotros, hijos míos, porque mi
Hijo al pie de la Cruz me lo dejó dicho. “He ahí a tu Madre”, le dice al hombre;
y a mí, hijos míos, me dice: “He ahí a tu hijo”. Soy Madre de todos los hombres
y Corredentora con Cristo. Él quiso que participase en la Maternidad divina y lo
amamantase a mis pechos. Y Él quiso que estuviese al pie de la Cruz como
Corredentora del género humano. Por eso Dios deja el mundo en mis manos, porque
es la hora de Satanás, y Satanás me desprecia y me odia, pero yo apretaré su
cabeza y no permitiré que arrastre a las almas.
Sed humildes, hijos
míos, y amaos unos a otros como Cristo os amó.
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo... Sí,
hija mía, mi Corazón Inmaculado es ultrajado y mi Hijo quiere que sea
venerado.
LUZ
AMPARO:
Madre mía, ¿qué hago
yo, si no tengo fuerzas, si no puedo más? Madre mía, ayúdame, ayúdame, Madre
mía. No quiero que mi tiempo sea aquí muy largo.
LA
VIRGEN:
Hija mía, tu tiempo no
será muy largo en la Tierra. Te prometo que no tardaré mucho en llevarte, hija
mía, pero todavía tienes una misión en ella. Sabes que tu misión es sufrir, hija
mía, y desde que naciste te escogí para ello.
LUZ
AMPARO:
¡No tengo fuerzas!
Madre mía, ayúdame y dame fuerzas para todo lo que me das.
LA
VIRGEN:
Tú sé obediente, hija
mía, como lo has sido hasta ahora, y sé humilde. Refúgiate en nuestros
Corazones. Ámanos mucho, hija mía, que nuestros Corazones te aman. Tú eres el
instrumento para extender al mundo el mensaje.
Levantad todos los
objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con bendiciones
especiales...
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.