MENSAJE DEL DÍA 1 DE JULIO DE 1995, PRIMER SÁBADO
DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
EL
SEÑOR:
Hija mía, aquí está tu
Jesús clavado en una cruz; mira a mi Madre al pie de ella. ¿Sabes quién me causó
este dolor y el dolor del Corazón de mi Madre?: los pecados de la Humanidad, los
pecados de los hombres. Tu Jesús desnudado, en la Cruz, azotado, sediento,
hambriento de almas. Y las almas, hija mía, ni viéndome sediento, ni hambriento,
ni despreciado, ni ensangrentado, renuevan su vida, hija mía. Muchas palabras,
muchas promesas, hija mía, muchos propósitos. Ignorad vuestras palabras, si no
van unidas al arrepentimiento y a las obras. Muchos prometen, hija mía, y muchos
mueven los labios, pero es una mentira. Yo quiero, hija mía, que cumplan la ley
de mi Evangelio; por eso les busco, porque son obra de mi
creación.
¡Qué ingratos son los
hombres, hija mía! Yo les he dado todo y ellos ¡qué poco dan! Piensa en mi
dolor, hija mía. Yo aquí purgando los pecados que no había cometido. ¡Qué
tristeza siente mi Corazón, hija mía! También quiero que tú participes de esa
tristeza, hija mía. Yo fui inocente y te lo he dicho muchas veces: que pagué por
los culpables. Los hombres dicen amar a Dios y ¡qué poco consuelo recibo de
ellos, hija mía!
El mundo está en un
caos muy grave: las familias, destruidas, hija mía; las parejas que quieren
contraer matrimonio no quieren mi sacramento, lo rechazan; las parejas que
quieren ir al matrimonio pierden todo su candor, pierden toda su pureza y yo los
unjo de mi gracia y ellos rechazan esa gracia, hija mía. El mundo está
corrompido por el pecado.
¡Ay, juventud, cuánto
hacéis sufrir a nuestros Corazones, hijos míos!
¿Y los pastores de mi
Iglesia?... ¡Pobre Iglesia! La Iglesia es flagelada por la mayoría de los
sacerdotes; se han descarriado, hija mía, y viven en un rebaño sin pastor. Yo
hago un llamamiento a todos los sacerdotes para que vuelvan a su ministerio y
cumplan la misión de pastores del rebaño; ellos, que son pastores del rebaño de
Cristo, se desvían y cada uno va contagiando al otro. La Iglesia está flagelada,
hija mía, está pasando por Getsemaní, está en el Gólgota, hija mía; por eso hago
esta llamada a los ministros de la Iglesia; que vengan y se refugien bajo el
manto de mi Inmaculada Madre. Hijos míos, vosotros os habéis desposado con la
Iglesia y ¡qué mal correspondéis a vuestro ministerio! Abandonad el mundo y
pedid al Espíritu Santo luz, y Él acrisolará vuestras almas y las dejará puras,
obedientes, pobres, humildes y sacrificadas. Sois desleales a la Iglesia, hijos
míos.
LA
VIRGEN:
Y yo, como Madre
Dolorosa, sufro esta pasión incruenta que está pasando la Iglesia. La Iglesia
tiene una herida muy profunda de sus almas, de esas almas preferidas por Dios,
de esas almas que tanto ama Dios: sus
sacerdotes. Hijos míos, ¡cómo os dejáis arrastrar por la astucia de Satanás y
herir tan gravemente a la Iglesia, a vuestra esposa!; no olvidéis que estáis
desposados con ella. No seáis desleales, hijos míos, y venid aquí, a vuestra
Iglesia, y todos juntos oraremos por la infidelidad de los sacerdotes, de las
almas consagradas, de todos los fieles, hijos míos.
Los conventos están
bloqueados, muchos de ellos, por el hielo; no hay calor en ellos ni unidad.
Pedid, hijos míos, para que mis sacerdotes queridos por mi Inmaculado Corazón
sean fieles a lo que se comprometieron. Olvidaos del mundo y dedicaos a la
Iglesia. Hay mucha mies y pocos operarios para trabajar en ella. Venid todos,
hijos míos, y consagraos a mi Inmaculado Corazón y pasad conmigo los dolores y
las angustias que está pasando la Iglesia de Cristo. No seáis desobedientes a
vuestro Pastor, al representante de mi Hijo en la Tierra; obedecedle, hijos
míos, que le hacéis sufrir mucho, y obedeced a vuestros superiores. Hijos míos,
¿cómo os dejáis arrastrar por Satanás, que ni os deja orar ni obrar? Sed muy
humildes, vuestra misión es la de pastores de almas. Tenéis grandes rebaños para
trabajar. Muchos os habéis dedicado a los trabajos del mundo y os habéis
olvidado para lo que habéis sido llamados: para la dedicación de las almas,
hijos míos.
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen por mis almas
escogidas... Y tú, hija mía, repara con nosotros los pecados de toda la
Humanidad. La mayor parte de la Humanidad está sin Dios, hija mía, y Satanás se
apodera de sus almas.
Orad mucho y haced
penitencia.
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para la salvación de
las almas...
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.