MENSAJE DEL DÍA 2 DE DICIEMBRE DE 1995, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hijos míos, aquí estoy otra vez avisando a los hombres del gran peligro que hay en la Humanidad. Mira, hija mía, si hay corrupción en el mundo, cómo van en triunfo los siete pecados capitales. Mira cómo los hombres, hija mía, adoran... Mira cómo están hundidos en el pecado...
LUZ AMPARO:
¡Qué horror...! ¡Ay, Dios mío!
LA VIRGEN:
¡Qué ofendido está mi Corazón, hija mía! Mi Corazón está lleno de espinas por la ingratitud de los pecadores...
LUZ AMPARO:
¿No podría sacar ninguna espina?
LA VIRGEN:
No, hija mía, están muy profundas, porque el hombre hoy al pecado no le da importancia, hija mía, y cada día nuestros Corazones están más afligidos. Pide mucho, hija mía, para que todos estos pecadores que clavan las espinas en nuestro Corazón, cambien sus vidas y se arrepientan, hija mía. Sólo puedes sacar una... Mira, qué agujero más profundo has dejado en mi Corazón... Hija mía, sigue pidiendo por ellos, hija mía. Por eso sigo dando avisos a los hombres; sus pecados han atravesado, hija mía... Mira, la bóveda del cielo está atravesada por el pecado. Y por eso sigo dando avisos, para que los hombres cambien y no se dejen arrastrar por las mentiras de Satanás, hija mía. Satanás está reinando en el mundo; por eso van los siete pecados capitales en triunfo, porque los hombres se dejan arrastrar por la astucia del enemigo.
EL SEÑOR:
Yo fundé la Iglesia, hijos míos, y la fundé para que dijesen la verdad que hay en ella; por eso pido que el Evangelio lo prediquen como está escrito. Acercaos a la Iglesia, hijos míos. En la Iglesia está vuestra salvación, ahí hay fuentes de...
LUZ AMPARO:
¡Huy..., cuántas fuentes de gracias salen del Corazón del Señor! ¡Ay, y todas caen sobre los hombres!
EL SEÑOR:
Yo la fundé para que los hombres se reunieran en ella y bebieran de esas fuentes, y encontraran el amor, la paz y la verdad. Algunos pastores predican lo contrario de la verdad, predican un Evangelio descabezado; pero, hijos míos, ¿hasta cuándo tengo que estar dando avisos a aquellos pastores que no viven el Evangelio? Hijos míos, cambiad vuestras vidas y no arrastréis a las almas al camino de la perdición; decid la verdad de la Iglesia, hijos míos. La Iglesia fue fundada por Cristo para que los hombres hablen de Cristo; hablad de mi Pasión, de mi muerte, hablad que, siendo el Hijo de Dios, me anonadé y bajé a la Tierra para salvar a los hombres. Por eso vengo a recordaros que el Evangelio no lo explicáis, muchos de vosotros, tal como es.
Dedicaos a las almas, hijos míos, que las almas necesitan que se les hable de las verdades que hay en la Iglesia, para que acudan a esas fuentes y sacien su sed en ellas. Pero, hijos míos, ¡si no predicáis la penitencia, la oración y el sacrificio! El sacramento de la Penitencia es muy importante, hijos míos, para vuestra salvación.
¡Ay, aquellos pastores que confundís a las almas, aquellos pastores que os rebeláis contra la verdad, que no sois imitadores de Cristo y que no obedecéis al representante de Cristo! ¡Ay de vosotros, hijos míos! ¿Y quién sois vosotros para decir a quién tiene un Dios que manifestarse? Me manifiesto a los humildes para confundir a los soberbios y a los poderosos; y no entráis en el Cielo, muchos de vosotros, ni dejáis entrar a las almas. ¡Ay, hijos míos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!; volved al Evangelio, hijos míos, tan amados del Corazón de Cristo y tan poco correspondido mi Corazón a ese amor. Vivid, hijos míos, en caridad, en amor, en pobreza, y no confundáis a los hombres las verdades que hay en el Evangelio.
¡Ay, hijos míos, que os quedáis en lo humano y olvidáis lo divino! Yo fundé la Iglesia para alcanzar el Cielo, no para vivir la Gloria en la Tierra. Todo el que camine por el camino de la verdad irá a la Ciudad Futura. No os quedéis, hijos míos, en esta ciudad hecha por los hombres, porque lo que los hombres han hecho será destruido por el dedo de Dios. Por eso os digo, hijos míos, fabricad con vuestras obras y con vuestro ejemplo la Ciudad Eterna.
Y vosotros, los que sois perseguidos, bienaventurados seáis, porque sois perseguidos a causa de mi Nombre, hijos míos. No os angustie, hija mía, ni la calumnia ni la persecución; ésa es la señal del cristiano. Y sed siervos trabajadores, siervos fuertes, no seáis siervos perezosos y siervos inútiles, para no oír un día la palabra de “no me has servido, hijo mío, siervo inútil; vete al fuego eterno”. No os separéis de la vid, hijos míos, que el que se separa de la vid se seca; y la Iglesia es la vid y vosotros sois los sarmientos, y el sarmiento tiene que estar unido a la cepa para alimentarse de la vid. No quiero sarmientos secos, quiero sarmientos que den fruto y que, cuando lleguen a la Ciudad Eterna, puedan encontrar su casa construida.
Hija mía, no quiero que nada te angustie y nada te entristezca; te dije que pondría personas en tu camino para esta Obra, para que las obras de amor y misericordia crezcan como yo he pedido, y yo mandaré para que esta Obra crezca como las estrellas. Pero, hija mía, no te angustie nada. Que conozcan el árbol por el fruto que dé. Ya sabes, hija mía, que el árbol malo no puede dar buen fruto, te lo he dicho muchas veces; sino el árbol bueno es el que da buen fruto. Pues es lo que pido, hija mía.
LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Es tan triste estar aquí, Señor! ¡Ay!... ¿Hasta cuándo, Señor?, ¿hasta cuándo...?
EL SEÑOR:
Te dije, hija mía, que no fueses soberbia y que, cuando yo quiera, hija mía, entonces llegarás a este lugar a gozar eternamente; pero la felicidad no está en la Tierra, hija mía, para ti; no ha estado nunca desde que naciste, pero sabes que fuiste protegida desde muy niña, hija mía; pero aquí felicidad, como tú pides, en la Tierra y felicidad en el Cielo no puede haber. Tú dijiste que sí cuando te cogí por instrumento, hija mía, y ya sabes que los instrumentos son perseguidos, calumniados y tienen que sufrir para la conversión de los pecadores. En ese “sí”, hija mía, te lo he dicho muchas veces, que puse un cheque en blanco; y en ese “sí” está todo el sufrimiento y, a veces, la agonía.
Que los hombres piensen en mi agonía, en mi pasión y en mi muerte. Vine a salvarlos, vine a darles vida y ellos me dieron muerte. Por eso te digo, hija mía, que la ingratitud de los hombres, cada vez, aumenta más; y es porque Satanás está reinando en la Tierra.
LUZ AMPARO:
¡Oy! ¡Ay, Dios mío...!
LA VIRGEN:
Se dejan arrastrar, hija mía. Es su hora; por eso quiero sellar a los hombres, para que no se dejen arrastrar. Todo el que acuda a este lugar será sellado con un sello en la frente. Mira qué sello, hija mía; una protección para que no se dejen arrastrar por Satanás. Orad mucho, hijos míos, y haced penitencia y oración; extended vuestra mano al desvalido; orad, orad. En el mundo está en el fin de los tiempos. ¡Sacrificio y penitencia pido, hijos míos!
LUZ AMPARO:
¡Ay, Dios mío, ay!
EL SEÑOR:
Si los hombres no oran y vuelven su mirada a Dios, la Tierra quedará como un desierto; por eso os pido, hijos míos, aquellos sacerdotes queridos de mi Corazón, aquéllos que lleváis el Evangelio tal como está escrito, os pido, hijos míos: orad mucho y predicad el Evangelio, porque hay mucha mies y pocos segadores. No os avergoncéis los que seguís la doctrina, hijos míos, que luego os abrirán la puerta del Cielo. Todos los bienaventurados saldrán a vuestro encuentro. Mira, hija mía, es estrecha la puerta para los que no quieren aceptar las leyes del Evangelio; pero mira también esta otra puerta cómo es ancha, y por aquí entran los que cumplen mis leyes.
LUZ AMPARO:
Hay doce puertas de oro... —¡ay!— custodiándolas los ángeles. ¡Huy..., ay! En medio está el Señor. ¡Ay...!, con un libro muy grande. ¡Ay!
EL SEÑOR:
El Libro de la Vida.
LUZ AMPARO:
¡Ay, todos los que están apuntados ahí en él! ¡Ay!...
EL SEÑOR:
Hoy, hija mía, voy a darte un gozo también; vas a escribir en el Libro de la Vida siete nombres... Estos nombres no se borrarán jamás, hija mía. ¿Ves cómo también recompenso tu dolor y tu angustia? Sé muy humilde, hija mía.
Humildad pido, oración y penitencia, para la salvación de los pobres pecadores.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas ofensas hechas a mi Divino Corazón...
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los moribundos, hija mía...
Entregaos a esta Obra, hijos míos, y ayudadla a que crezca. Mira cuántas almas hay en el Cielo gracias a las gracias que han recibido en este lugar. ¿Cómo los hombres pueden ser tan ingratos?...
LUZ AMPARO:
¡Ay, ay..., ay, cuántas! ¡Ay, cuántas, Dios mío! ¡Dios mío! ¡Ay, ay, cuántas! ¡Ay, ay, gracias, Dios mío, gracias por haber salvado a tantas y tantas almas!
EL SEÑOR:
Y sigue pidiendo, hija mía, por todos aquéllos que te calumnian y te difaman; ellos son los que siembran el camino de la salvación.
LA VIRGEN:
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.