MENSAJE DEL DÍA 3 DE AGOSTO DE 1996, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, yo soy el que sufre. Yo soy el Omnipotente. Yo soy el dador, el que da la vida. Yo soy el Verbo Divino, al cual mi Padre me dio “atríbutos”(1), atributos para enseñar a los hombres la palabra. Yo me arropé con el ropaje de los hombres para hacerme amigo de ellos, para ser amigo de los hombres, consolador de los afligidos, dador de vida. Yo soy la Luz, el que sufre, pero no se va porque sufre; siempre estoy presente, hija mía. Aquí me quedé hasta el fin de los siglos, para comunicar a los hombres que soy el centro de su vida, que soy la Luz que los alumbra; pero ellos se empeñan en buscar la tiniebla, hijos míos.
Así, hija mía, dejé el Cielo para darles todo y cómo me desprecian. El hombre se ha olvidado de mí, ha perdido la razón, y al perder la razón, hija mía, se ha metido en la tiniebla, donde no ve la luz y está a oscuras, hija mía. Yo vine a poner manantiales divinos y cristalinos para limpiar su alma, y ellos beben en charcos contaminados de la tierra. Yo vine, y me hice pastor para recoger mi grey, para reunir mi rebaño, y mandé a mis pastores para que se ocupasen de él. Yo les dejé que me condujesen en sus manos, en el sacramento de la Eucaristía, para alimentar a los hombres y fortalecerlos; pero el hombre ¿qué ha hecho de todo esto, hija mía?; no busca nada más que espectáculo, placer, vanidad.
El hombre se ha quedado sin gracia, y, al quedarse sin gracia, hija mía, no encuentra a Dios; por eso Dios no reina en las familias, en los conventos, en las naciones; porque el hombre no piensa nada más que en el hombre. El hombre piensa en sí mismo, en sus negocios. El hombre hoy no es un cristiano, es un asalariado. El hombre no tiene paz, porque no busca a Dios; busca negociar, busca montar empresas. Mira, hija mía, cómo van de acá para allá, han perdido la razón; por eso, al perder la razón, el hombre no busca a Dios, se busca a sí mismo. ¡Ay, hombres de poca fe, ¿cómo podéis pensar que el Creador, que está por encima de todas las creaturas, os está vigilando y con los brazos extendidos os llama(2), hijos míos?! Pero vosotros habéis hecho, de la misericordia de Dios, pecado; porque, hijos míos, mi misericordia la empleé para vosotros. ¿Cómo, hijos míos, no tenéis compasión de mi pobre Corazón, que abandonó su patria para juntarse a la vuestra y para vivir con vosotros, para que un día todos estuvieseis junto a mí? Yo soy la Palabra hecha carne y me quedé para enseñaros, y habéis olvidado, hijos míos, que bajé a la Tierra y os dejé un Evangelio escrito para vuestra santificación; y no bajé a gozar, hijos míos; bajé a sufrir al hacerme hombre...
LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, Dios mío!
EL SEÑOR:
...en las entrañas de una Virgen. No tuve ningún colegio, ni ningún maestro, hijos míos, pues yo era el Maestro de todos los hombres y así os demostré, dejándoos escrito unas leyes para que caminaseis por caminos rectos y seguros. Y os digo y os dije: “Venid a mí todos los que estáis cargados y agobiados, que yo os aliviaré”; pero ni mi misericordia, hijos míos, queréis aceptarla. ¿Cómo queréis deformar la misericordia de Dios, hijos míos? Con vuestra incredulidad, con vuestra falta de fe, ¿hasta dónde vais a llegar?
¡Ay, criaturas corruptas, que no queréis lavar vuestros pecados en la fuente de la Vida! ¡Ay de vosotros, que andáis sucios y queréis hacer ver en el exterior que estáis sin mancha y limpios! ¿No sabéis que a los hombres los engañáis, pero que a Dios no lo podéis engañar, hijos míos? Lavaos y dejad los charcos cenagosos y lavaos en las fuentes divinas, que yo dejé para todos vosotros. El hombre ha perdido la fe y, sin fe, se ha quedado ciego.
¡Ay, pastores de mi Iglesia, trabajad, que tenéis muchos rebaños que reunir! Y no perdáis el tiempo en cosas vanas, hijos míos, y no estéis tan materializados. Vivid para los pobres y con los pobres, y reunid a todos los pecadores, hijos míos, y ocupaos de sus almas. No perdáis el tiempo en acumular para vosotros, porque cada uno trabaja para sí mismo sin acordarse de los que sufren y de los que padecen. ¡Ay de vosotros, hijos míos, que habéis torcido el camino, ¿hasta cuándo pensáis que se os va a estar dando avisos?! Mi copa está llena, hijos míos, y estoy sosteniendo que oigáis el trueno.
Acercaos a los sacramentos, pero con propósito de enmienda, hijos míos. Haced penitencia, haced oración, hijos míos. Acudid a este lugar, que vuestras frentes quedarán selladas y vuestra debilidad quedará fortalecida. Pero no habrá más excusas, hijos míos; porque más palabras, más consejos y más repetición de que viváis el Evangelio, de que los sacerdotes se dediquen a sus ministerios y se retiren del mundo, donde son contagiados de impurezas... ¡Ay, pastores de mi Iglesia, cuánto bien podríais hacer a las almas, si todos juntos os dedicaseis a toda esa grey que hay por ahí perdida!
LA VIRGEN:
¡Qué tristeza sienten nuestros Corazones, porque el mundo camina cada día mas hacia la corrupción, hacia el desastre! El hombre camina sin Dios, y, sin Dios, no andará por el camino derecho. Orad y acercaos a los sacramentos, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores...
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.