MENSAJE DEL DÍA 1 DE FEBRERO DE 1997, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, el mundo está corrompido hasta sus cimientos, y los hombres, hija mía, no hacen caso a mis llamadas; no quieren tener conciencia de la corrupción que hay en el mundo, y qué pocos quieren aliviar mi Corazón.
Sí, hija mía, muchos seglares, religiosos, sacerdotes, falla la oración en ellos y hay un relajamiento en sus almas que les hace no cumplir con su ministerio y sus obligaciones. ¿No os da pena, os repito, que todo un Dios esté avisando constantemente a sus creaturas? Y sus creaturas se hacen los sordos. ¿Hasta cuándo, hijos míos, la Divina Majestad de Dios tiene que sostener su brazo para no castigar a la Humanidad? Muchos de vosotros, hijos míos, no queréis reconocer, os repito, mis mensajes, ni mis llamadas; pero sí que cogéis los frutos que salen sin querer reconocer el árbol de donde vienen. Vuestra soberbia, hijos míos, os deja ciegos. ¡Ay, Iglesia mía, cuánto te amo, pero qué poco te aman muchos de los ministros!
Sí, hija mía, piensa que tu camino no es fácil, que tu camino es lleno de espinas y de dolor; pero yo te prometo, como Hijo de Dios vivo, que ayudaré a esta Obra en sus necesidades, y me valdré de las creaturas para esos fines. ¡Ay, hijos míos, qué ingratos sois, con ese corazón de bronce, y tantas gracias como habéis recibido en este lugar!
Hija mía, todas esas lenguas difamadoras, calumniadoras, son lenguas infernales que, ¡cuántas veces te he dicho, hija mía, que tenías que arrancar la cizaña y retirarla del trigo, y tu corazón, una y otra y otra vez te ha traicionado! Te digo, hija mía, que las perlas no se pueden dar de comer a los puercos. Y esas almas que han formado parte de la Comunidad y Grupo, que se han salido, tenías que haber retirado antes la cizaña, porque no son dignos de recibir gracias.
¡Ay, lenguas malvadas, yo me encargaré de juzgaros por vuestro comportamiento! ¿Cómo vais metiendo cizaña de un lugar a otro, sin reconocer que el demonio os está dirigiendo, hijos míos? No entraréis en el Reino del Cielo por difamadores y calumniadores.
Hija mía, son mentes perturbadas que el demonio les muestra la mentira, para destruir mi Obra; pero tú no tengas miedo a nada, sé valiente; no hay nada que ocultar en esta Obra, hija mía, todo es limpio y cristalino. Y el que quiera hacer lo mismo que se niegue a sí mismo, que deje sus cosas y me siga; pero sois como los paganos: ni vais a entrar en el Cielo, ni dejáis que entren los demás. ¡Pobres almas, si pensarais el lugar que os espera! ¿Cómo sois tan crueles, hijos míos, y tenéis el corazón tan endurecido?
Orad mucho, hijos míos; donde hay oración, no entra Satanás. Donde hay comodidad, placer, gustos... hay relajamiento y hay tibieza, y Satanás conduce a esas almas de acá para allá.
Amaos los unos a los otros, éste es el mandamiento, que está unido al primer mandamiento de la Ley de Dios: amarás a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con tus cinco sentidos, y al prójimo como a ti mismo. ¡Ay de quien no cumpla con este mandamiento!
Hijos míos, seguid pidiendo y orando para que los pobres pecadores se conviertan y para que pueda triunfar el Corazón Inmaculado de María y mi Divino Corazón. Y ¡ay de aquéllos que escuchan o dicen doctrinas falsas! Retiraos de aquellas almas que quieren ir en contra de la fe católica, apostólica, de la Iglesia de Cristo, ¿cómo creéis en algo que la Iglesia no manda creer? Aquí llega uno por uno para purificarse, no para nombrarse ni santos, ni apóstoles, ni reyes; eso es falso, esa doctrina. Enmendad vuestras vidas, hijos míos, si no, no podréis ver la mirada de vuestros seres queridos. No habléis lo contrario de lo que la Iglesia dice. Si la Iglesia dice que no existe la reencarnación, ¿cómo vosotros os reencarnáis en el nombre que un péndulo o un adivino brujo os diga? Hijos míos, retiraos de esa doctrina. Todos los que acudís a este lugar no tengáis el Nombre de Dios en vano. Dios es vuestro Creador y Él es el que nombra, el día del Juicio, quién es santo, y en cada lugar que le corresponde estar.
Pero, hijos míos, si me amáis, consolad mi Corazón y no digáis palabras que pueden herirlo. Amad al Vicario de Cristo, amad a la Iglesia. Yo dije: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. ¿Por qué buscáis, como los ángeles caídos, descubrir más misterios e indagar donde no podéis llegar? ¡Pobres almas, me da tanta pena que pierdan el tiempo! Su soberbia no les deja reconocer que Dios es el que pone las leyes, y el Evangelio ahí quedó escrito.
LA VIRGEN:
Acudid a este lugar, que todos seréis bendecidos con bendiciones muy especiales, hijos míos. Educad a vuestros hijos en su religión y amad a vuestros enemigos, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas... Todos los objetos han sido bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas.
Yo os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.