MENSAJE DEL DÍA 6 DE DICIEMBRE DE 1997, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR:
Hija mía, te dije que mis palabras iban a ir acortándose, porque todo lo tenía dicho. Sólo pido que aprovechen los frutos de este lugar, que haya pastores donde las almas puedan acercarse al tribunal de la Penitencia; que no desaprovechéis los frutos, hijos míos. Las almas llegan sedientas y hay que darles de beber de la gracia de la Penitencia y de la Eucaristía. Enséñales a amar a la Iglesia, hija mía. Muchos vienen enfermos de cuerpo, pero más vienen enfermos de alma. Quiero médicos de alma más que de cuerpo. Aprovechad los frutos, hijos míos.
Hijos míos, os dije que seréis perseguidos y así es. Hay un sembrador de cizaña que va de boca en boca sembrando la cizaña, la calumnia y la mentira. Yo, el Hijo de Dios vivo, me veré obligado a aplicar mi justicia implacable sobre la injusticia, sobre el odio y la mentira. Tú pide por esas almas, hija mía, especialmente por ésta que te voy a enseñar; te la enseño para que pidas por él. Es el que siembra cizaña, discordia y mentira, pero ¡amo tanto su alma, porque también derramé mi Sangre por ella! Haz sacrificio y penitencia, para que vea la luz, hija mía. Está obsesionado en la tiniebla y no quiere ver la luz; es obsesión la que tiene, hijos míos, y nada será bueno de lo que hagáis.
LUZ AMPARO:
Yo te pido, Señor, que descargues tu justicia sobre mí, y no sobre él; es un alma a imagen y semejanza tuya. Yo repararé sus pecados, sus incomprensiones y su falta de caridad y amor. Ya sé quién es.
EL SEÑOR:
Te la he enseñado para que pidas por ella, hija mía. Ora y haz sacrificios, para que vea la verdad.
LUZ AMPARO:
Carga sobre mi tu justicia, Señor, que yo la acepto; para eso me escogiste.
EL SEÑOR:
Y otras almas que las gracias las rechazan, hija mía...
LUZ AMPARO:
¿Quiénes son todas ésas que hay en esa parte, Señor?
EL SEÑOR:
Son matrimonios, hija mía, que no han cumplido con sus deberes; han sido malos cristianos.
LUZ AMPARO:
¿Y son castigados tan fuertemente?
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, son castigados porque no tienen dolor de contrición, porque ellos no le dan importancia al pecado del matrimonio, y en el matrimonio, la mayoría de ellos, viven de la concupiscencia de la carne, cometen aberraciones, hija mía. Ya te lo he dicho muchas veces, pero ahí, hija mía, el demonio no toca ese tema, y por ahí no se dan cuenta que, si el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, los actos tienen que ser morales, limpios; no vivir bajo esa concupiscencia que les trastorna los sentidos. En la pareja, hija mía, tiene que existir la unidad, el diálogo, el amor. Ya te lo he dicho muchas veces; por eso, sin darse cuenta, mira cuántos hay en ese lugar; el demonio los tapa bajo la apariencia de que el uno es del otro, pero no para respetarse y amarse, sino para cometer barbaridades, hija mía. Pide mucho por ellos, porque la mayoría de los matrimonios no se dan cuenta de estos pecados feos e impuros.
Acudid a este lugar, hijos míos, que os bendeciré cada vez que llegue a presentarme ante vosotros. Mi bendición seguirá, hijos míos, aunque mis palabras se acaben.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores...
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.