MENSAJE DEL DÍA 4 DE ABRIL DE 1998, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     EL SEÑOR:

     Hija mía, lo primero vas a beber unas gotas del cáliz del dolor. Quiero fortalecer tu espíritu, débil por el sufrimiento y el dolor... Estas gotas, hija mía, son amargas, pero fortalecerán tu espíritu.

 

     LA VIRGEN:

     Orad, hijos míos. Si vuestra oración es buena, oiré vuestros gritos y vuestros lamentos, y os llevaré un día al Reino de los Cielos, pero todos aquéllos que tienen falta de oración, de sacrificio, no habrá Reino para ellos. Alimentad vuestro espíritu, hijos míos.

     La oración es el alimento del alma. Como el trabajo edifica al hombre y lo ejercita físicamente, la oración ejercita el espíritu. No puede haber una cosa sin otra, hijos míos. ¿Cuántas veces te he dicho, hija mía, que la oración lleva al hombre a la acción?

     En este lugar he derramado muchas gracias, es mi lugar preferido, es mi jardín. Aquí estaré siempre con vosotros. Aquí he consolado a muchos tristes. Aquí se han convertido muchos pecadores. Aquí muchos atribulados han sentido la paz.

 

     EL SEÑOR:

     Hijos míos, la paz, la unidad entre los hombres es lo más importante. Tú, hija mía, sigue repitiendo a los hombres que a Dios no le agrada la discordia, ni la desunión. Tu misión es unir. Unidad, amor... es lo que enseño a los hombres. Los hombres que se dedican a discordar y a desunir no viven el Evangelio. Me gusta mucho que los hombres sean pacíficos. Sigue uniendo, aunque te encuentres en el camino desprecios, calumnias... Tu misión es unir y, donde haya guerra, intenta llevar paz, hija mía.

 

     LA VIRGEN:

     Quiero que se excave al lado del manantial y que las aguas vuelvan a su cauce; así lo pido, como sigo pidiendo una capilla de oración. Oración y exposición del Cuerpo de Cristo.

     Acudid a este lugar. Este lugar es sagrado, pues ha sido bendecido muchas veces por la Divina Majestad de Dios y he plantado mis plantas en él.

     Orad, hijos míos, orad y amaos unos a otros. La caridad no debe de faltar entre los hombres.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores...

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.