MENSAJE DEL DÍA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1998, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Aquí estoy otra vez, avisando a los hombres, aunque los hombres se hacen los sordos a mis llamadas; pero una madre insiste constantemente, para bien de sus hijos. Los hombres sólo quieren libertad, hija mía, y en esa libertad pisotean las virtudes teologales, las leyes de Dios; no quieren que nadie los gobierne y no quieren tener conciencia de Dios; sólo piensan, hija mía, en el mundo, en lo doméstico, en la sangre. Los padres no educan a los hijos en el santo temor de Dios y ¡cuántos participan con ellos en las ofensas y en los pecados que hacen contra la Divina Majestad de Dios! El rey de la mentira siembra cizaña y discordia en el mundo y se está haciendo el dueño de los corazones, porque el hombre sin Dios no puede vivir, hija mía, es como una planta que no tiene luz ni agua, acaba muriéndose; así está el hombre sin Dios. ¡Qué pena, se hacen los sordos a mis llamadas! Están materializados en el mundo y tienen unos apegos carnales y materiales; por eso yo he querido formar una Obra y desprenderlos de todos esos apegos mundanos, carnales y materiales. Por eso quiero que huyan de la sangre y de la carne, porque muchos mueren en una trampa mortal por el apego de la sangre y de la carne. ¡Hay tan pocos, hijos míos, que estén desprendidos de las cosas del mundo y de lo doméstico!

 

     EL SEÑOR:

     ¿¡Hasta cuándo tiene la Divina Majestad de Dios que estar avisando a las criaturas!?... Porque quiero hacer un gran rebaño, donde pueda yo refugiarme y consolarme, pero es tan difícil poder consolarme en sus corazones, porque sus corazones están ocupados en la materia. ¡Ay, qué pocos hay que amen el espíritu, o que se amen por el espíritu, de alma a alma, que se transmitan el amor, no de carne a carne ni de sangre a sangre!; esos amores son deformados, interesados; no lo consigo, hijos míos.

     Mi Corazón goza con los retoños, los retoños que yo he traído a la luz. Y los hombres se amargan, están amargados, porque no han sido fieles un día a su palabra. ¡Ay, cómo veis la paja en el ojo ajeno, hijos míos, teniendo una viga tan grande en el vuestro! No podéis ver esa pajita, hijos míos, porque tenéis una gran viga en vuestros ojos. Amad a los niños. Mi consuelo ha sido los niños. Dejad que los niños se acerquen a mí; son querubines con los querubines, que adornan una corona de gloria y dan un gozo a nuestros Corazones; sed amables y cariñosos con ellos.

     Y tú, hija mía, repara las infidelidades de los hombres. Los hombres, la infidelidad, no le dan importancia, no cumplen las promesas ni los votos que hacen, hija mía. ¡Cuán dolido está mi Corazón por esas almas que falsean sus promesas!

 

     LA VIRGEN:

     Haced penitencia, hijos míos, haced oración. Amaos unos a otros. Sed buenos cristianos. Es lo que viene a avisaros vuestra Madre celestial, pero los hombres están sordos y ciegos, y quieren hacer una doctrina a su antojo. ¡Cuán pocos serán los que entren por la puerta estrecha, y muchos llegarán a la puerta ancha!

     Acudid a este lugar, que seréis bendecidos y derramaré muchas gracias sobre vosotros, hijos míos.

     Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para el día de las tinieblas...

     Os bendigo, hijos míos, con una bendición especial para todos vosotros.