MENSAJE DEL DÍA 7 DE NOVIEMBRE DE 1998, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     EL SEÑOR:

     Aquí estamos, hija mía, otra vez más, avisando a los hombres. Los hombres siguen obstinados en no obedecer a Dios. La ingratitud de los hombres aflige mucho nuestros Corazones. Te pido, hija mía: no te aflijas, ten seguridad en mi amor. Yo, ya sabes que te voy poniendo almas para realizar mi Obra. Sé que las flaquezas humanas te angustian y te afligen, y que tus fuerzas se agotan, hija mía, pero acércate a la savia de mi Corazón, que yo te fortaleceré. No es el discípulo más que el Maestro. A mí me perseguían, me calumniaban, me maldecían e incluso decían que estaba endemoniado, porque decía la verdad. A los hombres no les gusta que se les diga las verdades, hija mía, ni que se les reprenda. Tú sé humilde y piensa que te escogí víctima, y prefiero tu sufrimiento al oro y la plata, hija mía.

     Los hombres, a veces, son ingratos, y quieren escudriñar y sacar de donde no hay; pero sé valiente y ten fortaleza. Si Dios está contigo, a nadie puedes tener miedo, hija mía. Por eso te pido humildad, y a los hombres les pido buena voluntad, sobre todo aquéllos que os llamáis míos. Escoged los frutos y reconoced el árbol. Y el que está conmigo no puede ir contra mí. No persigáis tanto. Si yo estoy con ellos, ¿qué podéis hacer contra ellos?

     ¡Cuántas gracias se han derramado en este lugar, hija mía! ¡Cuántas almas se han convertido, cuántos pecadores han cambiado sus vidas, y los hombres se hacen los sordos, sin querer coger los frutos!; por eso está triste mi Corazón.

     Acudid a este lugar, hijos míos, que recibiréis gracias muy especiales. Amad mucho a la Iglesia, amad al Santo Padre. Orad, hijos míos, orad mucho, para que los pastores vean la luz. Y tú, hija mía, que nada te angustie, y no desfallezcas. Nada hay que ocultar. Te he dicho que todo es transparente como el cristal.

     Haced apostolado, hijos míos. Amaos unos a otros y sed muy humildes.

 

     LA VIRGEN:

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los pobres pecadores...

     Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.