MENSAJE DEL DÍA 6 DE NOVIEMBRE DE 1999, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR:
Siéntate, hija mía; que no te sirva de humillación. Soy yo el que quiero y el que te escojo para sufrir, hija mía. Tu cuerpo está enfermo. Tu espíritu está sano y fuerte. Nada tienes que temer, nada te preocupe, hija mía. Es la señal clara de los hijos de Dios: la persecución, la calumnia, la difamación; por los mismos defensores de la fe. Sí, hija mía, muchos guías de los pueblos son los que se dedican a perseguiros.
¡Ay, guías de los pueblos, sois defensores de la fe y perseguís a los que la tienen! Tenéis obligación de coger lo bueno, protegerlo y defenderlo; pero, en vez de protegerlo y defenderlo, os juntáis para clavar el aguijón.
Sí, hija mía, la historia se repite, hija mía; si se lo hicieron a Jesús, ¿cómo no van a seguir haciéndolo a la criatura?
Guías orgullosos, que muchos de vosotros estáis llenos de soberbia y no comprendéis ni queréis entender que Dios se manifiesta a los humildes, para confundiros y para enseñaros; pero vosotros no lo aceptáis, hijos míos. ¿No veis que están conmigo? ¿Por qué vais en contra de ellos?
Sí, hija mía, la persecución y la calumnia duele más de los propios que están dentro que de los de fuera. Pero no tengas duda de que eres hija fiel de Iglesia, hija mía. Ocúpate de traer almas y de contentar nuestros Corazones, hija mía.
¡Ay, muchos de vosotros!, ¿por qué no miráis para abajo y veis el mal que tenéis dentro, los odios —el que os odia a vosotros me odia a mí—, y sacáis todo lo que tenéis dentro, hijos míos? Entonces podréis levantar la cabeza para que se os vea el rostro, porque vuestro corazón, en muchos de ellos, está lleno de desamor a Dios, de mundo y de apegos del mundo. Quitad la viga para ver la paja, hijos míos, y venid a mí, que mi Corazón os espera. Dad un giro a vuestra vida y cambiad, hijos míos. Dad buen ejemplo e imitar a Jesús.
Orad, hijos míos, orad mucho por ellos y seguid con la Obra, hijos míos; que muchos de vosotros todavía no os habéis entregado bien a ella. Extended la mano al necesitado, al desvalido y al pobre, hija mía. Esto os llevará a conseguir la eternidad. Entregaos en cuerpo y alma, que yo prometo a todo el que trabaje y ayude para esta Obra, para los pobres y los necesitados, estar en este lugar para toda la eternidad. No perdáis la eternidad, hijos míos, porque estáis apegados al tiempo, y el tiempo se acaba, y la eternidad no se acaba nunca, hijos míos.
Orad por el mundo, hijos míos. Orad por las pasiones de los hombres, para que los hombres amen a Dios. Los hombres han dejado de amar a Dios, y por eso la Naturaleza se está rebelando con los hombres, contra los hombres, hija mía. Porque el hombre sin Dios está muerto; por eso pido a todos los que vienen a este lugar: convertíos, hijos míos, acercaos al sacramento de la Confesión, al sacramento de la Eucaristía, y confesad vuestras culpas y poneos a bien con Dios. Dios mendiga el amor de los hombres.
Criaturas todas del Señor, amad al Señor. ¿No veis el mundo que está en manos de Satanás? Los hombres han dejado de amar a Dios. Los conventos, la mayoría, están vacíos. Muchos de mis pastores no son pastores de mi rebaño, son funcionarios y abandonan el rebaño. El mundo se arreglaría, hija mía, si los pastores se ocuparan del rebaño y en los conventos no salieran; porque las vocaciones han fallado desde que los conventos se han abierto a esa libertad, que luego la han convertido en libertinaje.
Las pocas almas consagradas que quedáis, hijos míos, en los conventos con la reglas antiguas, no las modernicéis, hijos míos. Seguid y orad por los pecadores, que el mundo necesita oración y sacrificio, y los hombres se han olvidado de la oración y del sacrificio.
Orad, para no caer en tentaciones. Amaos unos a otros. El hombre está sin corazón. El hombre se ha olvidado de amar, sólo piensa en gozar. No se aman los hombres, unos a otros.
Hija mía, qué tristeza siente mi Corazón cuando veo que los hombres, cada día, se olvidan más de nosotros. Ámanos mucho, hija mía. Ámanos y sigue trayendo almas; que nuestro Corazón tiene sed de almas.
Y vosotros, guías de los pueblos, he dicho que tenéis obligación a preocuparos de las almas y de lo bueno, y defenderlo y protegerlo. No de poner trabas y obstáculos en sus caminos. Muchos de vosotros no aceptáis la “manifestación”, porque no estáis limpios por dentro y no sois humildes. Dejad a Dios, que Él haga a su antojo lo que quiera, y caminad por el camino de la verdad y sed pastores de almas. Mi Corazón os ama, hijos míos, y ¡qué habéis hecho de ese amor! Vivís en el mundo y para el mundo, no para Dios. Y a aquéllos que quieren vivir el Evangelio y caminar por el camino de la verdad, entorpecéis el camino.
Venid a mí, hijos míos, que por muy graves que sean vuestras culpas, yo las limpiaré y nos daremos un abrazo de amigos.
LA VIRGEN:
Acudid a este lugar, hijos míos; todo el que acuda a este lugar será bendecido y marcados con una cruz en la frente, de protección, hijos míos. Amaos unos a otros. El mundo está necesitado de amor, un amor sin egoísmos, un amor sincero y limpio.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores...
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.