MENSAJE DEL DÍA 1 DE ABRIL DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, estoy aquí, como siempre, como Madre de pecadores, como Madre de los afligidos. Todo el que acuda a mí, yo intercederé ante mi Hijo para que perdone sus culpas, y consolaré sus penas y sus tristezas. ¡Cuánta alegría sienten nuestros Corazones viendo que miles y miles de almas acuden a este lugar, y siempre, hija mía, muchas de ellas se van convertidas!

 

     EL SEÑOR:

     Repito: ¿cómo los pastores de mi Iglesia no ven el fruto que sale de este lugar? Examinad el árbol, veréis cómo el árbol es bueno y sale buen fruto de él. Pero ¿qué hacéis, hijos míos, muchos de vosotros?: negar que todo un Dios puede manifestarse a quien quiera y donde quiera. Examinad los frutos, pero sin machacar el árbol.

     Pido a todos vosotros, hijos míos, a los que acudís a este lugar: cambiad vuestras vidas, hijos míos; renovaos en la gracia y nunca perdáis la fe; acercaos a los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia.

     ¡Qué tristeza ver el poco respeto que hay en mi Iglesia! Hijos míos, entrad con pudor ante la Divina Majestad de Dios. Y vosotros, pastores, tenéis la obligación de avisar que entren a mi iglesia con modestia. Se ha perdido el respeto al Tabernáculo. Los hombres pasan por él como si nada hubiese dentro, sin hacer ni una genuflexión. ¿Qué respeto tenéis, hijos míos, a la Divina Majestad de Dios?

     He derramado muchas gracias en este lugar y seguiré derramando. Y también doy las gracias para todos los que colaboran en esta Obra; les daré más del ciento por uno. Pero, ¿cómo muchos de mis pastores dicen que se piden limosnas? Pero, ¿cómo se realizan las obras, hijos míos?: con la ayuda de unos y otros. Se pide para hacer buenas obras, como vosotros pedís para ayuda de la Iglesia. ¿Y por eso es un negocio, hijos míos? Respetad, respetad esta Obra, que todos los que me estáis negando, yo os negaré ante mi Padre.

 

     LA VIRGEN:

     Gracias, hijos míos, a todos aquéllos que vienen con devoción, y por tantas y tantas avemarías que llegan al Cielo. ¡Cuánto glorifican a Dios y honran mi nombre! Gracias, hijos míos, por ser fieles a la Divina Majestad de Dios.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones muy especiales para los pobres pecadores...

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.