MENSAJE DEL DÍA 7 DE ABRIL DE 2001, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Aquí estoy, hija mía, como Madre Dolorosa, como Madre de los pecadores. Los hombres se mofan de mis palabras y de mis mensajes; pero, ¡ay de aquéllos que les sirve de mofa, en vez de arrepentirse y mirar a Dios! Mi nombre lo pisotean, y de mis palabras se mofan. Una vez más me manifiesto, no para decir nada nuevo a los hombres, sino para abrir los oídos de los sordos y los ojos de los ciegos; que no quieren escuchar la doctrina y les sirve de risa y mofa. Y dicen que para qué tantos mensajes, hijos míos. ¿No veis, siervos inútiles, que el mundo está en manos de Satanás, y os hacéis los sordos y los ciegos, y una Madre viene a recordar a sus hijos el peligro que hay en el mundo? ¿Cuántas veces os he dicho, hijos míos: mis mensajes se van a acabar? Pero los hombres no cambian, y cuántas veces una madre avisa a sus hijos: “Hijos míos, no os aviso más”, y viendo que el hijo está metido en la perdición, la madre sigue avisando el peligro que acecha al hijo. Pues eso hago yo, como Madre de los pecadores: avisarles que vuelvan su mirada a Dios, porque el mundo no se puede arreglar sin Dios. Y vosotros, guías de los pueblos, ¿cómo os podéis mofar de mi nombre y del nombre de Dios? En vez de humillaros y bajar la cerviz, os sirve para ensoberbeceros más. ¿Quién sois vosotros para limitar a Dios?
EL SEÑOR:
Sí, hijos míos, el Hijo de Dios vivo os habla y os dice, hijos míos, que no os moféis de las palabras del Cielo. Os di poder para perdonar los pecados, os ungí de mis gracias, y vuestra misión es aplicar la caridad con los hombres, con ternura a los pecadores, como un padre aconseja a sus hijos. Pero, ¿qué clase de guías sois de los pueblos, si os mofáis, hijos míos, de mi Nombre y os sirve de risión entre vuestras amistades?
¿Hasta cuándo, hijo mío (1), tengo que estar avisando? Implorad a Dios perdón por las almas y luz para que vean; y para vosotros también, recibid la luz para discernir los dones del Espíritu Santo. Hijos míos, cuántos de vosotros os reunís para destruir, no para construir. No perdáis el tiempo, hijos míos. Sed un buen abono para la tierra, para que salgan flores de vuestros corazones. No seáis abrojos que ahoguéis la semilla por vuestra soberbia y vuestra infidelidad. Y todavía decís, hijos míos, que ¡tanto mensaje! Estáis ciegos. Cambiad vuestras vidas, hijos míos. Y aquéllos que veis que llevan el camino recto y seguro, les ponéis zancadillas, porque ni entráis ni queréis que entren en el Cielo. Cuántas veces os he dicho que el que está conmigo no va contra mí, hijos míos. Vosotros vais contra mí; que ni hacéis ni dejáis hacer. Dejad a los sacerdotes santos que cumplan su misión y que prediquen el Evangelio como está escrito, y no les hagáis la vida imposible. Convertíos y arrepentíos.
¡Ay, pueblo, que parece el pueblo de Israel! ¡Ay, guías del pueblo, que no encamináis a las almas al camino de la salvación! ¿No sabéis, hijos míos, que todo el que va contra Dios recibe su merecido? Estudiad el Corazón de Dios, y encontraréis en él dolor de vuestras infidelidades y de vuestro mal ejemplo. No seáis funcionarios; sed pastores de almas, hijos míos. Abrid las iglesias para que las almas puedan visitar al “Prisionero”. Dedicaos a las almas, veréis qué paz tendréis en vuestro interior. ¡Ay, hijos míos, ¿hasta cuándo os tiene que estar Dios avisando?! Y decís que cómo Dios va a manifestarse a los hombres. ¿Acaso no hacéis motivos para que Dios dé avisos? La infidelidad a Dios es grave, hijos míos. Venid, hijos míos, y refugiaos en mi Corazón; que por muy graves que sean vuestros pecados, mayor es mi misericordia, pero bajad la cerviz y no seáis soberbios, hijos míos. Yo me manifiesto a los humildes, a los incultos, para confundiros a los letrados y a los poderosos. ¿Por qué no dejáis a Dios que obre? Sed humildes, hijos míos. Atraed a las almas, no las persigáis y les clavéis el aguijón. Constantemente estáis clavando el aguijón. Tened cuidado, hijos míos, que puede volverse contra vosotros el aguijón. Sólo quiero que cambiéis. Hago un llamamiento a los seglares, a los sacerdotes, a los religiosos; que reaviven la fe y que no se dejen arrastrar por las pasiones, ni la astucia del enemigo. Predicad el Evangelio tal como está escrito; no lo dejéis en metáforas. El Evangelio es siempre el mismo. Y ¡ay del que ponga o quite algo de él, cuando se presente ante la Divina Majestad de Dios! ¿¡No tenéis temor de Dios, hijos míos!? Para temer a una cosa hay que saber, hijos míos, que eso existe; y muchos de vosotros ni creéis en la divina majestad de Dios.
A los hogares hago una familia (2)... —¡Ah! (Interrupción de Luz Amparo)—... Hago familias santas a todos aquéllos que quieren aceptar mi divina voluntad. Hago un llamamiento a todos los hombres: amad a la Iglesia, hijos míos, confesad vuestras culpas. Satanás está reinando en la Humanidad. ¿No veis, hijos míos, que sin oración no se puede vivir, hijos míos? El alma necesita alimentarse y comunicarse con Dios, y los hombres se han abandonado. Confesad vuestras culpas y acercaos al Santísimo Sacramento del Altar, hijos míos. Haced visitas a Jesús, que está triste y solo; obras de amor y misericordia unidas a la oración y al sacrificio. Sed humildes, hijos míos, y respetad mi palabra. No hagáis mofa de ella, que Dios hará justicia sobre todos vosotros, hijos míos.
Y vosotros, sacerdotes santos, caminad por el camino recto del Evangelio, y nada os acobarde, ni nadie. Llevad el distintivo de sacerdote, hijos míos; pues los sacerdotes hoy no se les conoce, porque no llevan ni un distintivo. ¡Qué pena de vestidura que arrinconan!, una vestidura sagrada la tienen arrinconada; no os avergoncéis de ella: es un freno para vuestras vidas, hijos míos.
LA VIRGEN:
Mis mensajes serán muy cortos, porque ya os he dicho que todo lo que he dicho se cumplirá; y como sabéis, muchas cosas se han cumplido, y otras faltan que cumplir. Pero recordaré la penitencia y la oración, porque los hombres os olvidáis de las obligaciones de cristianos, hijos míos. ¡Y dicen que por qué me manifiesto! Si Dios es olvidado y los hombres hoy no se acuerdan de los sacramentos, viven como animales, juntos, sin necesitar sacramentos. ¿Y decís que está bien el mundo, hijos míos?... Por eso vengo a abriros los ojos y los oídos. Ya hace muchos años que os vine avisando y habéis seguido sordos y ciegos: humildad, oración y sacrificio; amad a la Iglesia. Respetad a los obispos: sacerdotes y seglares; acercaos a la Eucaristía y al sacramento de la Penitencia; ayudad a los sacerdotes y orad por ellos; sed humildes para reconocer vuestras culpas.
Todo el que acuda a este lugar será bendecido y marcado con una cruz en la frente.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los pobres pecadores...
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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(1) En la grabación se escucha “hijo mío”, en singular, como dirigiéndose a alguna persona concreta.
(2) Frase inacabada y con falta de sentido; rectifica y completa a continuación.