MENSAJE DEL DÍA 7 DE JULIO DE 2001, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hija mía, aquí estoy otra vez más, para acompañaros, para fortaleceros y para protegeros, hijos míos. Os vengo a pedir oración, sacrificio y penitencia; lo que los hombres hoy han olvidado. El mundo está sin Dios y por eso camina hacia la perdición; pero los hombres están ciegos y no ven que los hombres se han desmoralizado (1) y se han deshumanizado, hija mía, y quieren vivir cada uno su libertad y cada uno gobernarse sin que nadie lo gobierne. Pero los hombres siguen obstinados en no verlo. Repito otra vez más: que los hombres sin Dios no son humanos, porque el hombre tiene un alma dentro del cuerpo, y el alma pertenece a Dios, pero los hombres no se preocupan del alma. Por eso os pido a vosotros: orad.
¿Y cómo los hombres no quieren que me manifieste, si cada día los hombres están más olvidados de Dios, de los sacramentos, del sacramento del Matrimonio?; la mayoría de los hombres no quieren el sacramento del Matrimonio. El hombre está como las fieras y no quiere que nadie lo socorra espiritualmente. Por eso pido una vez más: oración, sacrificio y penitencia. Amad mucho a la Iglesia. Visitad a mi Hijo en el sagrario; ¡a veces está tan triste! Frecuentad los sacramentos, hijos míos, acercaos a la Eucaristía, amad al Santo Padre y orad por él. No os abandonéis en la oración, hijos míos. Haced buenas obras, porque muchos movimientos... Sólo mueven los labios, pero no se acuerdan de mover el corazón, y el hombre, si no mueve el corazón, no le sirve para nada el movimiento de los labios.
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, hay que pedir mucho. Nada te angustie, hija mía, ni las persecuciones ni las calumnias. Yo puse esta Obra en tus manos, para que me glorifiques y para que todos los que pertenecen a ella me glorifiquen, porque el mundo me glorifica poco, porque nadie quiere vivir el Evangelio; lo ven crudo. Por eso hay muchos que son infieles, porque quieren estar, como los fariseos, en los primeros puestos, con apariencias, pero sin vivir el Evangelio. Te pido, hija mía, que corrijas; porque corregir es amar y hacer reconocer a muchas almas sus heridas, porque no quieren reconocerlas. Sólo cuando se intenta desinfectar la herida, para que no mueran —porque hay heridas mortales—, y les escuece, es cuando se dan cuenta; pero su orgullo y su soberbia, hija mía, no les dejan reconocer, y por eso no quieren ser corregidos.
Yo quiero que todo el que pertenezca a esta Obra me ame y me glorifique, ame a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, que es de lo que el hombre se ha olvidado; pero algunos quieren ser glorificados, no glorificarme. Sólo uno es vuestro Señor, vuestro Dios. Pero también hay algunos, hija mía, que se entregan a las medidas de sus fuerzas y me alaban y me glorifican; se dejan corregir, porque aquéllos que hacen mi voluntad, aquéllos son los que más me agradan. Pero aquéllos que piensan en sí mismos, en los suyos, sin acordarse del que les tiende una mano, para ayudarle, protegerle... El amor, hijos míos, es la moneda más grande para ganar el Cielo y para ir a la Patria celestial. Un alma helada no sirve para nada, por mucho que mueva los labios; es un témpano de hielo que, si no ama, de nada me sirven sus obras, hija mía. El hombre está creado para amar: para amar a su Creador y a sus criaturas; por eso quiero que os entreguéis en cuerpo y alma a los pobres y a los necesitados. Y ¡ay de aquéllos que sólo piensan en ellos y en los suyos; y aquéllos que no ejercitan el corazón y mueven los labios, aquellos fariseos que no socorren al pobre!
Los que pertenecéis a esta Obra entregaos en cuerpo y alma; ayudad, para que se extienda por todos los rincones del mundo. No queráis estar en los primeros puestos donde todo el mundo os vea; escondeos cuando hagáis las obras, y que nadie os dé palmaditas ni que escuchéis halagos. Eso os gusta a algunos mucho, hijos míos, y esas palabras están vacías de Dios, llenas de mundo, de orgullo y de vanidad. Matad vuestro orgullo, sed humildes y aprovechad tantas y tantas gracias como estáis recibiendo, hijos míos. Yo os prometo que todo el que colabore con los pobres y necesitados tendrá un lugar en la eternidad. Y el que ama a Dios con todo su corazón, con todas sus fuerzas y con sus cinco sentidos, ama al prójimo; por eso los hombres fallan en el amor, porque no aman a Dios como hay que amarlo. Cuando Dios los pone a prueba, rechazan la cruz y no quieren que nadie les hable ni de cruz ni de obediencia, porque quieren hacer su voluntad: la libertad de los hijos de las tinieblas; porque la libertad que Dios da al hombre es para ser amante de Dios y del prójimo. Por eso, otra vez más, pido que vuestras obras estén unidas al amor de Dios; y tendréis el Paraíso ganado. Ésa es la moneda que yo doy a cambio del amor hacia los necesitados.
Nada te angustie, hija mía; sé humilde y fortalécete cada día más en nuestros Corazones.
LA VIRGEN:
Acudid a este lugar, hijos míos, que seréis bendecidos y marcados con una cruz. Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los pobres pecadores...
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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(1) Como en otro mensaje anterior (1-3-1997), el verbo “desmoralizar” no significa aquí caer
en el desánimo o
la desesperanza, sino perder la moral o vivir sin ella.